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Ricardo Bada: «Revolución», de David van Reybrouck

Revolución: Indonesia y el nacimiento del mundo moderno (Historia) : Van Reybrouck, David, Ginard Feron, Catalina María: Amazon.es: Libros

 

 

Hace algunas semanas, un buen día llegó a mis manos un ejemplar de Revolución, de David van Reybrouck, enviado por mi cuñado Willy y del que ya teníamos la edición original, Revolusi (la palabra indonesia para designar a la revolución), e intenté hincarle el diente, pero 500 páginas en neerlandés son una excesiva inversión de tiempo para mí, un tiempo que no tengo, amén de que sabía que estaban traduciéndolo al español, así es que decidí esperar a que lo publicasen en Barcelona. El libro es un monumento a la descolonización de Indonesia, y David, uno de los más grandes historiadores vivos, se lo ha dedicado a Willy, a quien en el mundo cultural neerlandés conocen como Wil. Nuestro Willy (como lo llamamos en el círculo familiar) puede estar bien orgulloso por la dedicatoriatambién lo estaría yo de haber sido amigo de Gerald Brenan y me hubiese dedicado El laberinto español.

Empecé a leer, pues, la traducción española, Revolución, y avancé de un tirón hasta la página 105, los tres primeros capítulos. Es apasionante, y la prosa de DvR tiene aquello que Borges tanto amaba, “la cortesía de la claridad”. Ya se puso en evidencia con su monumental historia del Congo y el expolio a que fue sometido por Bélgica, su país natal, un libro que figura con todo derecho junto al de Conrad, El corazón de las tinieblas, que se desarrolla en el mismo escenario. No me extrañaría que DvR fuese el primer autor del idioma neerlandés a quien le concedieran el Nobel. Se le merecería tanto como Mommsen (1902) y más que Churchill (1953), los dos únicos historiadores a quienes hasta ahora ha galardonado la Academia Sueca.

Revolución narra de manera magistral la historia de la lucha por la independencia de Indonesia, pero remarcando en qué medida esa historia condicionó la Historia Universal desde el vamos. Por ejemplo: DvR nos hace ver cómo el bombardeo de Pearl Harbour está directamente conectado con la conquista de los pozos petroleros en Indonesia. Es sólo un ejemplo de muchos de los que se incluyen en este libro, armado como una colcha de retazos, con testimonios personales recogidos por el autor en Indonesia, en Japón, en los Países Bajos, a lo largo de cientos de horas entrevistando a los protagonistas supervivientes de la enconada guerra por la independencia de un puebloun pueblo aherrojado en aras de una compañía mercantil respaldada por la marina, la aviación y el ejército neerlandeses, y a la mayor gloria de la Casa de Orange, la familia real en los Países Bajos.

Destaco el capítulo que enlista las masacres cometidas por el ejército neerlandés en 1947 en Indonesia. Y encuentro esta expresión: «atrapados en el buitrón de la lógica de la violencia», que me lleva de inmediato a consultar la edición original neerlandesa, donde dice«gevangen in de fuik van de gewaldslogica». Como no conozco la palabra “fuik”, la busco en mi voluminoso Van Dam de neerlandés–español: “fuik [=garlito, nasa, buitrón]”. Con el resultado de que por primera vez en mi vida consulto en EL diccionario el sustantivo “buitrón”, y EL diccionario me desasna con nada menos que 10 acepciones, tres de ellas descripciones de trampas para la caza o la pesca.

Destaco además el hecho de que en 1955, sólo seis años después de conseguida la independencia, Indonesia organizó en la ciudad de Bandung, al oeste de Java, el encuentro al más alto nivel de los líderes de los países africanos y asiáticos recién independizados también. Allá se dieron cita, entre otros, el egipcio Nasser, el ghanés Nkrumah, el indio Nehru, amén del propio anfitrión, Sukarno, fundando de manera solidaria el movimiento de los países no alineados, es decir, no dependientes del bloque occidental ni del socialista; una fuerza política neutral de gran importancia en el reordenamiento de la Historia Universal tras la 2.ª guerra mundial.

Revolución es un libro que podría leerse de un tirón, pero uno se engolosina más leyéndolo a «pequeñas diócesis», como decía el camarero de La del manojo de rosas, a quien por ser tan redicho llamaban “el Espasa”. Anoto una muestra de lo poderoso de su estilo: «Quien viajara en aquellos años por la colonia [la actual Indonesia], podía ver al campesinado trabajando en silencio en los campos de arroz bajo un sol de justicia. Cuando los arrozales ya estaban crecidos, de vez en cuando se atisbaba un sencillo sombrero de mimbre trenzado que sobresalía entre los tallos, como un acento circunflejo en un libro francés del que hubieran desaparecido todas las letras». Chapeau, mijnheer van Reybrouck!

Anoto asimismo esta reflexión de Felix Jans, el último superviviente de la batalla del  Mar de Java, librada contra los invasores japoneses, platicando con DvR durante sus pesquisas para escribir este libro: «No éramos rivales para los japos. Ellos tenían los destructores más modernos. Siempre los subestimamos. “¡Les vamos a dar una lección!” No, nos la dieron ellos a nosotros. Esa arrogancia de los holandeses supuso nuestra perdición. Nosotros lo sabemos todo mejor, lo hacemos todo mejor, pero los demás son igual de buenos, ¡incluso mejores! Nuestro error es nuestra prepotencia». Celebro ver confirmada así mi opinión acerca de la característica más acusada de los neerlandeses, más que la tan cacareada tolerancia, y es la arrogancia. Las tres finales del Mundial de fútbol que perdieron son una buena prueba de ello.

Durante la lectura de Revolución hice dos descubrimientos lingüísticos. Ya sabía que en indonesio la ventana se llama “janela”, palabra tomada en préstamo al portugués. Ahora descubrì que en los años que siguieron a la 2.ª guerra mundial y en los que Indonesia luchó por su independencia, el ejército adoptó la táctica de la “gerilya [=guerrilla]”, y que uno de los informantes de DvR negó haber pretendido dar un “kudeta [=coup d’état =golpe de Estado]”, siguiendo en este caso el modelo del neerlandés, que al regalo llama “kado [=cadeau]”, palabra tomada en préstamo al francés pero con grafía neerlandesa, o sea, sin acentos visibles en la sílaba final.

Por otra parte, la lectura de Revolución me llevó a ver de nuevo Paradise Road [Camino al Paraíso], una peli admirable. Y el elenco es de lujoGlenn Close, Frances McDormand, Cate Blanchett, Jennifer Ehle, Juliana Margulies, la neerlandesa Johanna ter Steege, o sea, un non plus ultra. En realidad se trata, en más de un sentido del adjetivo, de una peli coral, la mayor parte de la cual sucede en un espacio muy reducido: un campo de concentración para mujeres, japonés, en Indonesia, durante la 2.ª guerra mundial.

Para resumirlo en una sola frase: Revolución es el digno epílogo de Max Havelaar, de Multatuli, el más grande escritor neerlandés de todos los tiempos, autor de esa novela que fue la primera abiertamente anticolonialista de la Historia. De Multatuli ya he dejado testimonio de mi rendida admiración aquí en mi blog; pueden leerlo, si gustan, pulsando en este enlace: https://blogs.elespectador.com/cultura/corazon-de-pantaleon/multatuli-y-el-observador-de-maguncia

El 4 de este mes anoté en mi Diario«Termino de leer Revolución, el mejor libro que me ha tocado en suerte este año. Tengo que escribir algo al respecto, para mi blog en El Espectador, batir el tambor por un libro de Historia más apasionante que un centenar de novelas del mainstream». Con esta entrada de hoy en mi blog cumplo con mi palabra, pero no sin hacer notar que un destino feliz me ha hecho leer, después de escribir aquellas líneas, la última novela de Héctor Abad Faciolince: Salvo mi corazón, todo está bien. Con lo cual resulta que este año ya me ha tocado leer otro libro excepcional más. Pero esa es otra historia, como diría Rudyard Kipling, y acerca de la novela de HAF les hablaré también en este blog.

 

 

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