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Roger Senserrich: «Los políticos en otros países aprenden cómo Trump rompe el sistema»

En 'Por qué se rompió Estados Unidos', el politólogo analiza las causas de la crisis que atraviesa la política estadounidense

Roger Senserrich, autor de ‘Por qué se rompió Estados Unidos’ ÁNGEL DE ANTONIO

«Siempre he tenido la sensación de que Donald Trump es visto como un accidente», asegura el politólogo Roger Senserrich. «Un meteorito que cayó en la política estadounidense. Un actor externo que ha tomado por asalto uno de los partidos y ha cambiado todo. Pero creo que esa nunca ha sido la realidad. Trump es la consecuencia de una serie de tendencias políticas que llevaban sucediendo desde hacía décadas». Por esa razón, Senserrich se animó a escribir ‘Por qué se rompió Estados Unidos’ (Debate, 2024), un ensayo en el que analiza las causas que llevaron a EE.UU. a elegir como presidente a un personaje como Trump y si representa el fin de una era de populismo antiélites o el principio de algo nuevo y peligroso.

Para conversar sobre su primera publicación, el autor recibe a ABC en las oficinas de la editorial.

—¿Qué representa Trump para el Partido Republicano?

—Trump es la culminación de esta corriente interna del Partido Republicano, reaccionaria y autoritaria, que siempre ha vivido la política americana. Que no siempre ha estado dentro del Partido Republicano; hasta los años 60 era también parte del Partido Demócrata, partido segregacionista y antidemocrático que dominó el sur de EE.UU. durante más de un siglo. Es una pulsión que siempre ha existido en el populismo americano. De ser agresivamente antidemocrático, excluyente, muy reaccionario y basado en el resentimiento contra la inmigración. El Partido Republicano siempre había tenido a ese sector como un voto al que buscaban pero al que nunca le daban voz. Los cortejaban, fingían que respetaban su agenda, pero nunca presentaban candidatos así. Con Trump, todas esas pulsiones que estaban ocultas y que el Partido Republicano fingía que no existían consiguen a alguien que por fin les da voz.

—La dirigencia del partido no estaba de acuerdo con Trump, pero aún así logró imponerse. Entonces, ¿cuál es el verdadero peso que tienen los líderes del partido para dirigirlo?

—Los partidos americanos siempre han sido muy débiles, pero especialmente tras la reformas de los sistemas de financiación de partidos y las reformas pos-Nixon sobre cómo se costean las campañas. Antes, las élites de un partido podían cortar el grifo de donaciones si había un candidato que no les gustaba o uno que creían que no iba a ganar las elecciones. Era el modelo de ‘el partido decide’; el candidato se escogía en las primarias, pero la viabilidad era en gran parte fruto del consenso de las élites. Con la aparición de la financiación externa limitada, más el hecho de que Trump es un candidato que tiene dinero, el partido no tiene ya esta capacidad de cortar el grifo y tampoco tiene la capacidad de coordinar otros candidatos. En las primarias del 2015-2016, Trump gana porque las facciones no trumpistas, nunca llegaron a consolidar su voto en un candidato alternativo, porque no hay ningún instrumento para forzarlas a ello. Ahora, tras su presidencia y ganar primarias, Trump controla los resortes del partido. Ha llegado el momento en el que ya es el ‘stablishment’. Ya no es este actor externo que está intentando tomar el partido y aprovecharse de sus divisiones.

—Cuál es el verdadero impacto económico en las campañas, teniendo en cuenta que no existe una correlación estricta entre dinero gastado y victorias.

—A partir de una determinada cantidad de dinero, más publicidad no te da votos. Así que lo único que tiene que hacer un candidato es cruzar ese umbral. Es difícil determinar cuál es el nivel, porque estamos hablando de una campaña presidencial que este año seguramente superará los 6.000, 7.000 millones de dólares. Pero no hace falta que Trump tenga más dinero que Biden, siempre que tenga suficiente dólares para ser competitivo. Y eso pueden ser mil o dos mil millones de dólares; no sabemos dónde está el límite, pero estamos en una escala de gasto de campañas en la que ya no hay publicidad que comprar.

—¿Cuál es la importancia del voto latino y por qué es tan volátil, alternando con los años entre un partido y otro?

—El populismo de Trump apela al resentimiento antifeminista, anti-‘woke’, y antielitista. Y este es un mensaje que resuena tanto si eres blanco como si eres latino. El voto latino se volvió demócrata cuando los republicanos empezaron a endurecerse contra la inmigración en la primera mitad de los 2000. Entonces había muchos latinos de primera generación que respondían con hostilidad a este mensaje. Pero han pasado veinte años y ya hay muchos de segunda o tercera generación que se identifican como americanos y a quienes la inmigración no les hace gracia. También existe esta tendencia, que es puramente americana, del ‘emblanquecimiento’ de los migrantes; lo vimos con italianos, irlandeses, judíos o polacos. Un grupo étnico, según vive en EE.UU. empieza a asimilarse más y más, viéndose menos como su origen y más como americano, y eso lo vemos en todos los sentidos con los latinos, que dejan de identificarse como tal para identificarse como blancos.

—En el libro asegura que el asalto al Capitolio definió la presidencia de Trump. ¿Por qué?

Es un golpe de Estado. Estamos hablando de un presidente que literalmente acaba su mandato intentando dar un golpe de Estado para mantenerse en el poder. Definiría a cualquiera, no solo a Trump. Nunca había habido un país con un nivel de renta tan alto ni tan próspero que hubiera tenido un intento de derribar la democracia.

—¿Y a Donald Trump cómo lo definiría?

—Como persona es un cretino, es la mejor manera de definirlo, y como político es el político más cercano a un fascista que hemos tenido nunca en una presidencia de un país desarrollado desde la Segunda Guerra Mundial. En muchos aspectos es un fascista; sin asteriscos ni dudas. Es alguien que no cree en la democracia, que no creen las reglas del juego, que ve la política como un juego de suma cero, de ellos contra nosotros. Es un populistas de la peor estirpe.

—¿Entran todos los republicanos dentro de ese saco?

—No, no todo el Partido Republicano es así, y lo hemos visto estos días, ha habido varios republicanos francamente muy valientes que le han plantado cara, y que han sido purgados del partido inmediatamente después, pero eso es otro tema.

—Obviando el asalto, ¿cómo evalúa la Administración Trump? En términos políticos y económicos.

—Fue muy chapucera. Cuando Obama deja la presidencia, la economía americana lleva siete años creciendo a buen ritmo. Y los tres primeros años de Trump mantienen la misma tasa de crecimiento. No es un presidente legislativamente productivo, hereda una buena economía, aprueba un recorte fiscal y ya está. Lo único importante que hace la Administración Trump, una vez que llega la pandemia, es aprobar unos planes de estimulo muchísimo más grandes que los europeos. Y eso sucede en gran parte porque los demócratas controlan la Cámara de representantes y fuerzan a Trump a aprobar un plan colosal. Y gran parte del buen recuerdo que tienen muchos americanos con la política económica de Trump es debido a esos tres planes de estímulo enormes que aprueba en el 2020 a regañadientes.

—Con el furor que causa en algunos y con el odio que despierta en otros, ¿Trump beneficia o perjudica la imagen del Partido Republicano?

—Es un poco ambivalente. Por un lado, Trump les llevó a la presidencia del 2016. Y al mismo tiempo, desde que ganó esas elecciones, el Partido Republicano ha perdido la Cámara de Representantes, el Senado, decenas de Cámaras legislativas en los Estados y muchísimos gobernadores. El Partido Republicano hoy es mucho más débil que era en 2016. Trump es probablemente el único del partido que realmente excita a las bases y es alguien que ha conseguido movilizar votantes republicanos que nunca iban a las urnas, pero a la vez genera un rechazo tan visceral en el otro lado y acaba siendo la mejor arma que tiene el Partido Demócrata.

—¿Despolarizar Estados Unidos es posible?

—Sí. Cuesta verlo con todo el ruido por delante, pero lo vemos incluso en el Congreso. Los republicanos tienen una minoría minúscula en la Cámara de Representantes, así que todas las leyes de presupuesto están saliendo con apoyos bipartidistas, porque tienen que pactar; no es posible gobernar el país solo desde un lado.

—¿Qué pasa si gana Trump?, ¿qué pasa si pierde?

—Tenemos esta transición peligrosa. Si Trump es elegido, es muy probable que los cambios institucionales que los republicanos pongan en marcha sean dirigidos a hacer que las elecciones fueran irrelevantes; cambios que permitan que los legislativos estatales escojan la delegación en el Colegio electoral, haciendo que el resultado de las elecciones no valga para nada, así que el riesgo de una involución democrática es real. Si no gana, la inercia y los cambios sociales de EE.UU., tarde o temprano empujarán al país hacia una dirección más moderada.

—El Partido Conservador antes se vinculaba con el PP. Ahora Trump es mucho más cercano a Vox. Para la Conferencia Política de Acción Conservadora invitó a Abascal a participar, así como a otros políticos como Milei o Bukele. ¿Estos son consecuencia de Trump o simplemente han coincidido en ideologías y maneras de actuar?

—Es difícil de decir. EE.UU. es un país peculiar políticamente. Y es difícil compararlo con España. Pero a la vez hay aprendizaje; los partidos aprenden unos de otros y cómo Trump rompe el sistema da pistas en otros países sobre cómo ellos también puede hacerlo, adaptándose a las instituciones y tradiciones políticas locales. Alguien como Abascal aspira a algo parecido. Pero España no tiene la misma debilidad institucional y no tiene un partido en la derecha que está completamente abierto a ser tomado por asalto, como el Republicano. Así que seguramente son dos vasos que se retroalimentan, pero no es tanto causa y consecuencia, sino evolución.

 

  • Título ‘Por qué se rompió Estados Unidos’
  • Autor Roger Senserrich
  • Editorial Debate
  • Precio 18,90€
  • Páginas 288

 

—¿Hay consenso entre los demócratas por la candidatura de Biden o es el candidato que concentra todo el voto protesta contra Trump?

—Es un consenso a regañadientes. Biden es el candidato porque los demócratas no han encontrado a nadie mejor o no hay un acuerdo sobre quién. Parten de la idea de que Biden ganó a Trump en 2020, ya ha ganado las elecciones una vez. La economía va bien, el país tiene una tasa de paro por debajo del 4%. Así que por qué no probarlo con él. Lo único es que el hombre tiene 82 años y no es el candidato dinámico y energético que uno querría para unas elecciones presidenciales. Pero sí, es una mezcla entre conformismo e incapacidad de encontrar nada mejor.

 

Roger Senserrich (Maracay, Venezuela, 1979) es politólogo y escritor con casi dos décadas de experiencia en política americana. Durante estos años ha trabajado como lobista para múltiples ONG en temas como urbanismo, salud pública, política fiscal y educación, tanto en ámbito estatal como federal, y ha participado en decenas de campañas electorales como asesor, director de comunicación y estratega.

Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, actualmente ocupa el cargo de director de comunicaciones y políticas públicas en el Connecticut Working Families Party. Es miembro fundador de Politikon, colaborador de Vozpópuli y autor del boletín Four Freedoms sobre política americana. Cuando no está persiguiendo legisladores o tratando de ganar elecciones, se relaja con libros y videojuegos. Vive en un barrio residencial de New Haven con su mujer, su hija y una gata llamada Kennedy.

 

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