Ross: Se gana y se pierde, se pierde y se gana
“Cuando uno gana se queda y cuando pierde se va”
Declaración del Presidente Lula Da Silva en Cubanewa.com.
Queremos aprovechar esta conocida opinión del Presidente en ejercicio de Brasil en varias direcciones aunque, obviamente la primera es reclamarle o solicitarle, con la mayor cortesía, que sea consecuente con ella porque, refiriéndose a los resultados de las elecciones del 28J, es más que evidente que estaría reconociendo un ganador y un perdedor, pero no fue capaz de concluirla reconociendo al ganador.
Puede entenderse que su amistad con los actuales dirigentes del gobierno venezolano y su filiación con el Foro de Sao Paulo se lo impiden, pero eso permite identificar con mediana claridad la contradicción entre su deber moral y su conducta política, esto es entre ocultarla expresamente o aceptar la verdad Se quedó en la mitad del camino entre los principios democráticos y los que profesan las dictaduras, peor aun habiendo sido elegido democráticamente por el soberano pueblo brasileño. Hasta aquí del Sr. Lula Da Silva.
Con todo, esa no es la principal lectura que deseamos darle a la inconclusa frase. Más bien sirve para adentrarnos en ese mundo de la política y, en general de la vida, en donde “se gana o se pierde” porque estamos llenos de historias que ilustran ese largo camino, ahora que estamos de frente a una situación similar y donde las batallas que se libran día a día nos llevan a concluir, apresuradamente, en una de esas opciones, como producto de expectativas fallidas o de la desesperanza. Luego, queremos contribuir con una opinión que nos extraiga de ese tipo de conclusiones con casos o ejemplos que dan una perspectiva más amplia, quizás, de mayor significado y que han cambiado de un lado al otro.
Se pierde y se gana.
Muchos son los ejemplos que educan sobre esta materia y traemos aquí algunos de los más conocidos y relevantes. El Bolívar, que evoluciona del gran desastre que le ocasiona Boves y de su destierro, hasta armar la “Campaña Admirable”. Napoleón que, del exilio en la Isla de Elba dando todo por perdido, regresa para ser Emperador y de nuevo intentar el dominio de Europa. De Gaulle quien, imponiéndose ante la mayoritaria opinión francesa de rendirse ante Hitler, reconstruye la exitosa resistencia que lo llevó al triunfo y a la liberación de Francia.
De todos esos casos, quizás el más conocido y exaltado es el del Churchill, derrotado por la opinión de sus generales y de los políticos llevándolo casi a la convicción de que había que pactar con la Alemania Nazi, y quien se revela contra ellos y logra rehacer el camino de victoria, no solo para los ingleses, sino para todos los aliados. Adenauer es nuestro último ejemplo de cómo se puede salir de una derrota fulminante a la alternativa “ganadora” que permitió la reconstrucción de Alemania.
Se gana y se pierde.
De nuevo traemos a Bolívar con el caso contrario, cuando se queda solo con la idea de la Gran Colombia, desconectado de una realidad que se impone: la de la Venezuela que pide identidad e independencia. Creyó que bastaría con su trayectoria, sus títulos y su poder personal para darle la razón y no fue así. Son muchas las muestras de cuándo y dónde esa conexión se pierde fatalmente. De todas ellas, quizás, la más ilustrativa es la de un Hitler creyendo todavía que seguía ganando la guerra, al contrario de la posición de su Estado Mayor. Se había encasillado en sus puros deseos y perdido la completa noción de la realidad. Son estas conductas las que nos interesa examinar para tratar de entender este asunto de “ganar o perder” en ese mundo de la política.
¿Qué nos dice la experiencia, la historia?
Son casos y ejemplos que nos permiten extraer lecciones y reglas de juego. Por un lado, perseverancia, inteligencia, coraje, principios irrenunciables pero, por el otro, principalmente esa muy valiosa conexión entre la realidad y los deseos, cuestión que, obviamente ayuda a apreciar cada uno de los casos presentados. Extraigamos una primera conclusión: ganar o perder depende en mucho del rigor y veracidad de esta conexión, elemento que va a poner a prueba la capacidad de cualquier liderazgo, esto es eso de discernir sobre esa misteriosa relación entre razón y voluntad.
Sin embargo, hay otro componente que observamos en esas experiencias que nos parece igual o mayormente relevante: la percepción que ha de tener quien lidera del, podríamos llamarlo así, “sentimiento general” de una Nación, esa de captar qué desea el colectivo al que se intenta orientar o dirigir y, en ese sentido, en todos estos casos muchos fueron capaces de comprender e interpretar ese “sentimiento”, para luego perderlo infortunadamente.
Como ejemplo, casi anecdótico apelamos al cuento de como Churchill va al Metro de Londres e indaga en ese “sentimiento” con la pregunta que hace a los allí presentes: si Inglaterra debería capitular o defenderse de Alemania y el “pueblo” le contestó claramente por la segunda versión. Se dice, aunque no está comprobado, que tal momento fue clave en sus decisiones posteriores.
¿Hoy día, se pierde o se gana?
Si queremos tratar de comprender el momento en que nos encontramos y nos salirnos de cada coyuntura política, de que si uno que otro renunció o si el otro se exiló, apliquemos aquellas enseñanzas y ver que nos dicen. Si hay una apropiada conexión entre deseo y realidad, si el razonamiento está por encima del deseo o de la voluntad y, si quien lidera, está o no en línea con eso que dimos en llamar el “sentimiento general o colectivo” entonces, aun con grave riesgo de equivocarnos, podríamos predecir quién puede “perder o ganar”, tal como nos indica la historia contada. Parece ser que aquellos que perdieron esa misteriosa conexión llevaron a sus naciones, sus países, sus Repúblicas o sus imperios a un fatal desmoronamiento y que, ni siquiera el uso de la fuerza, la intimidación y el miedo pudieran evitarlo.