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Rusia en América Latina: repercusiones para España

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Contenido

Resumen ejecutivo
1. Introducción
2. Evolución de la relación bilateral: entre geopolítica y pragmatismo
3. Relaciones políticas
4. Relaciones económicas
5. Relaciones socioculturales
6. Conclusiones
Bibliografía

Resumen ejecutivo

La desaparición de la Unión Soviética a finales de 1991 redujo significativamente la influencia de Moscú en América Latina. La influencia geopolítica de Rusia en la región fue recuperándose entre 1997 y 1999, después de que el Kremlin asumiera que su tentativa de integrarse en las instituciones occidentales había fracasado, y gracias en gran medida a la relación recién iniciada con el gobierno bolivariano de Venezuela.

Desde la llegada al poder de Vladimir Putin como presidente de la Federación de Rusia en 2000, pero sobre todo desde 2008, Rusia ha intensificado su presencia en América Latina a través de reuniones bilaterales al más alto nivel y de los medios de comunicación financiados por el Gobierno ruso: televisión RT, RT Noticias (impreso) y la agencia de noticias Sputnik News. Sin embargo, según los criterios tradicionales (comercio e inversión, participación diplomática y venta de armas), la participación de Rusia es pequeña en comparación con el resto del mundo. La reaparición política y virtual de Rusia en América Latina a través de los medios de comunicación y las redes sociales coincide cronológicamente con la ruptura de la cooperación entre Rusia y Occidente a raíz de la Guerra de Georgia en 2008, y de la anexión de Crimea y la guerra de Ucrania de 2014. Sin intereses comerciales significativos, venta de armas tibia y compromiso diplomático a medias, la presencia de Rusia en América Latina es débil. Sin embargo, hay evidencia de que quiere ejercer influencia en la región a bajo coste, aparentar ser una gran potencia e irritar a EEUU. Ahora bien, sin influencia real, la virtual no será suficiente para alcanzar ninguno de los objetivos estratégicos de Rusia en el hemisferio occidental.

El compromiso ruso con América Latina debe ser analizado en el contexto del ciclo electoral de 2017-2019 en los países latinoamericanos, del creciente papel de China y de los tradicionales vínculos políticos, económicos y culturales de los países de la región con EEUU, que sigue siendo el socio comercial más importante de casi todas las repúblicas latinoamericanas. El comercio total entre China y América Latina entre 2000 y 2016 se ha incrementado en un 210%, mientras que entre EEUU y América Latina el intercambio comercial sólo ha crecido un 38% y entre Rusia y América Latina un 44%.1

Rusia inició un retorno gradual a América Latina a mediados de la década de 2000, apoyándose en los préstamos y venta de armas a Venezuela en 2005. Aunque Moscú ya no aprovecha la ideología socialista para estrechar las relaciones con las naciones latinoamericanas, busca explotar un deseo compartido de multilateralidad en las relaciones políticas, económicas y de seguridad. A nivel político, Moscú ha utilizado sus conexiones en la región para enviar a EEUU y al resto del mundo el mensaje de que está dispuesta a desafiar a Washington.

La presencia de Rusia en el continente latinoamericano forma parte de una estrategia internacional más amplia cuyo objetivo principal es alcanzar el estatus de gran potencia capaz de socavar el liderazgo de EEUU en la región y en el orden internacional y de competir con la otra gran potencia emergente, China. América Latina es el “patio trasero” de EEUU, su “extranjero cercano”, donde Moscú busca construir un sistema de relaciones internacionales sin hegemonía de los estadounidenses, y en la medida de lo posible, colaborando con China.

Brasil y México son los mayores socios comerciales de Rusia, mientras el “triángulo del Caribe” –VenezuelaCuba y Nicaragua–, con estrechos vínculos políticos y militares con el Kremlin, favorece la penetración geopolítica rusa en el continente.

El estrechamiento de los lazos de Rusia con América Latina genera un impacto ambivalente en los intereses de España. El aumento de la presencia de Rusia en la región no hace que España pierda atractivo e influencia en términos relativos en el espacio más importante de su política exterior. Rusia, desde la Guerra Fría, ha respetado la presencia de España en la región. Sin embargo, su apoyo a gobiernos no democráticos como el de Venezuela, o la venta de armas y la cooperación militar con Nicaragua, Cuba y Venezuela, pueden desestabilizar la zona y, en consecuencia, influir negativamente en las inversiones económicas y los intereses políticos españoles.

Todavía no está claro cuál va a ser el futuro papel de Rusia en América Latina y cómo sus acciones podrían beneficiar o perjudicar a España. Sin embargo, son perceptibles ciertas pautas de la acción exterior rusa, que repite el patrón histórico, político y propagandístico de la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Las actitudes hostiles hacia EEUU en lo relacionado con el comercio y las cuestiones de inmigración, el aumento de los candidatos populistas y la profundización de los desafíos económicos y sociales internos que afrontan muchos países latinoamericanos, crean circunstancias favorables para que Rusia promueva sus intereses. Sin embargo, teniendo en cuenta que EEUU sigue siendo el socio comercial más importante de América Latina y el extraordinario auge económico de China en la región (y a nivel internacional), el futuro de la influencia de Rusia en la zona dependerá de su capacidad de ir más allá de los lazos históricos que tiene con Cuba y Nicaragua y de su papel de proveedor de armas y equipos militares a Venezuela, México y Perú. Lo más probable es que la influencia y presencia de Rusia en la zona siga siendo muy limitada a causa de la debilidad económica rusa, sin afectar a los intereses económicos españoles.

1. Introducción

Las relaciones entre Rusia y América Latina son históricas, políticas y económicas, y actualmente están marcadas por los dos intereses principales del Kremlin, geopolítico y económico. Además, las relaciones actuales están condicionadas por: (1) el gradual desinterés de EEUU en la región, después del final de la Guerra Fría y, sobre todo, desde 2001 cuando Washington definió la guerra contra el terrorismo como la prioridad de su seguridad nacional; (2) las relaciones bilaterales entre EEUU y Rusia; y (3) el auge de China como potencia emergente. La percepción de Moscú de que el apoyo de EEUU a las “revoluciones de color” en los países del espacio post soviético, en particular en Georgia y Ucrania, ha estado dirigido contra los intereses rusos, explica su decisión de ejercer un papel similar en la vecindad estadounidense.

El principal objetivo de este Documento de Trabajo es analizar las actuales relaciones entre Rusia y América Latina, y las posibles repercusiones de dichas relaciones para España. Se trata de entender cómo la interacción entre los países de América Latina y Rusia condiciona la evolución de la región y las decisiones de los actores latinoamericanos, ya sea alterando dinámicas internas de los diferentes países o de carácter internacional.

Rusia está presente en el imaginario de los latinoamericanos desde el siglo XVIII, aunque su mayor presencia, en Cuba y Nicaragua, se sitúa en el período de la Guerra Fría. La supuesta “reemergencia” de Rusia en América Latina (Stronsky y Sokolsky, 2017) debe verse en el contexto del creciente papel de China, de la retirada gradual de EEUU de la zona, y de la ruptura de la cooperación entre Rusia y Occidente a raíz de la crisis de Ucrania.

En cuanto al alcance temático del trabajo, se ha optado por un enfoque holístico, que abarque las múltiples dimensiones de las relaciones ruso-latinoamericanas, ordenadas en tres bloques: (1) político; (2) económico; y (3) sociocultural. Todas estas áreas son pertinentes en la relación española con América Latina.

Este análisis descarta el enfoque triangular –España-Rusia-América Latina– por dos razones: (1) porque dejaría fuera a otros actores extrarregionales importantes (EEUU, China y la UE), imprescindibles para entender las implicaciones que tiene la presencia rusa para España; y (2) porque el enfoque triangular conlleva una visión de la región demasiado homogénea. Se ha optado por un análisis por países –los que tienen un vínculo significativo con Rusia–, que es mucho más preciso.

La interacción de Rusia con América Latina condicionará significativamente el futuro orden político regional (no tanto el económico), así como el internacional, en el que Rusia apuesta por un modelo “multipolar” o “post occidental”. Aunque las actividades de Rusia en América Latina están impulsadas principalmente por incentivos financieros, la motivación de Vladimir Putin para devolver a Rusia el estatus de gran potencia se halla firmemente enraizada en la geopolítica. Moscú ha buscado desarrollar asociaciones con países que comparten un interés en crear instituciones y relaciones que no estén dominadas por EEUU o la UE.

Teniendo en cuenta que EEUU sigue siendo el socio comercial más importante de América Latina y el extraordinario auge económico de China en la región y como potencia global, que se traduce en una mayor influencia en la política internacional, lo más probable es que la presencia de Rusia en la zona siga siendo limitada. Para concluir cuáles serían las posibles repercusiones del creciente papel de Rusia en América Latina es necesario averiguar con qué eficacia puede expandir Rusia su papel, hasta ahora bastante limitado más allá de los lazos históricos con Cuba, Nicaragua y Venezuela.

El papel que tendrá España en este nuevo orden internacional o en América Latina dependerá mucho de las acciones que se lleven a cabo desde Madrid. En cualquier caso, los riesgos y las oportunidades para las empresas españolas se verán más afectadas por lo que haga China, mucho más que Rusia. En este sentido, sería conveniente emprender sobre esta base un análisis sectorial y por países más detallado, que pudiera dar lugar a propuestas de actuación específicas.

Antes de examinar las relaciones bilaterales entre Rusia y América Latina, conviene analizar en términos generales el ciclo electoral que celebran 14 países (de los 18 de la región), entre 2017 y 2019, ya que su resultado tendrá un impacto fuerte no sólo en la política interior de estos países sino también en relación con el proceso de integración regional y relaciones con los actores extrarregionales. Las principales consecuencias de los resultados electorales en las relaciones bilaterales de Rusia con sus socios regionales se analizarán por países. Sin duda, los resultados de las elecciones presidenciales de Brasil –la victoria de Jair Messias Bolsonaro, un fanático del presidente de EEUU Donald Trump y un crítico feroz de Nicolás Maduro y Vladimir Putin– y México –la victoria de Andrés Manuel López Obrador, un abierto simpatizante del presidente Putin– tendrán el mayor impacto en el posible papel de Rusia en la región.

El ciclo electoral 2017-2019 en América Latina

En noviembre de 2017 se celebraron elecciones presidenciales en Chile y Honduras. En 2018 fueron seis países: Costa Rica, Paraguay, Venezuela, Colombia, México y Brasil. A estos ocho procesos hay que sumar los seis presidenciales que se desarrollarán en 2019 en Bolivia, Argentina, Uruguay, El Salvador, Panamá y Guatemala.

Estas elecciones tienen lugar en un contexto económico de bajo crecimiento, según estimaciones del FMI: 1,9% para 2018. La región ha dejado atrás dos años seguidos de crecimiento negativo (y seis de desaceleración continua). Este súper ciclo electoral ocurre, además, en un momento en que, según LAPOP (Proyecto de Opinión Pública de América Latina), el apoyo a la democracia registra una abrupta caída (9 puntos desde 2014 a 2017, pasando del 67% al 56%) (Zovatto, 2017), disminución que viene acompañada de una mayor insatisfacción con la democracia, un fuerte descenso en la adhesión a los gobiernos, y una baja confianza en las instituciones de la democracia representativa, las elecciones y los partidos políticos. El desprestigio de los partidos políticos no es un fenómeno exclusivo de América Latina, aunque tiene una incidencia clara en la coyuntura política regional. Las opiniones públicas latinoamericanas otorgan una importancia especial a la violencia, que afecta la vida cotidiana de numerosos ciudadanos, y a la corrupción. Los ciudadanos latinoamericanos toleran cada vez menos los escándalos de corrupción. Los graves escándalos de corrupción que recorren la región (potenciados por Lava Jato y Odebrecht), vinculados con la cuestión de la financiación política, junto con los altos niveles de inseguridad ciudadana, eran dos temas muy presentes en la casi totalidad de las campañas electorales.

Los resultados de las ocho elecciones celebradas en 2017 y 2018 posibilitan un balance provisional que refuerza la idea de la heterogeneidad y complejidad de la política regional (Malamud, 2018) y de la alternancia en el poder. En los ocho procesos electorales, el alto nivel de fragmentación de los partidos políticos y la irrupción de un mayor número de candidatos en comparación con años previos, sugiere una gobernabilidad compleja. Mientras el resultado electoral en Chile, Honduras, Paraguay y Colombia refuerza la idea del retroceso de la izquierda, las votaciones de México, Costa Rica y Venezuela (pese a las grandes irregularidades del último caso) indican la falta de uniformidad del panorama. La América Latina de hoy ya no es igual a la de ayer. Se ha debilitado la incidencia de las unanimidades de años anteriores, consecuencia de los proyectos hegemónicos de inspiración bolivariana, sólo posible en tiempos de Hugo Chávez, y de la máxima expansión de los países del ALBA.

La fuerza de populismo se puede percibir en otro dato de LAPOP de 2017: el 40% de los ciudadanos de América Latina apoyaría un golpe de Estado para combatir los altos niveles de crimen y corrupción. Además, se ha demostrado que las clases medias (más pragmáticas que ideologizadas y ubicadas mayoritariamente en el centro político) jugaron y jugarán un papel clave en todo el ciclo electoral. El abismo entre el bajo crecimiento económico que aqueja a la región y una clase media más empoderada y más conectada gracias a las redes sociales y más exigente respecto a sus demandas y expectativas, han marcado las campañas electorales.

Mira Milosevich-Juaristi
Investigadora principal del Real Instituto Elcano y profesora asociada de Russia’s Foreign Policy del Instituto de Empresa
 | @MiraMilosevich1


1 UNCTAD 2018.

2 En la elaboración de este documento han participado José Pablo Martínez (ayudante de investigación, aportando datos para el análisis de las relaciones económicas entre Rusia y América Latina), Elena Sotos Olmo (ayudante de investigación realizando la investigación sobre la imagen de Rusia en AL), y Covadonga Barrero y Anna Fiorelli (asistentes de investigación). Carlos Malamud ha contribuido con la lectura crítica del documento y realizando oportunas sugerencias; también han contribuido Miguel de Avendaño con la edición y María Dolores de Azategui coordinando la publicación del documento.

3 Sergey Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa en la Conferencia de Seguridad de Munich, en febrero de 2017, describió el orden internacional emergente como “post-Occidental”.

 

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