Sánchez embarra el debate aferrándose a Vox e Iglesias le arrebata el discurso de la izquierda
Casado recupera terreno, Rivera ataca sin piedad tanto a Sánchez como al líder del PP e Iglesias, mucho más tranquilo, coloca todos sus mensajes.
«Quien entra en la curia como papa termina saliendo como cardenal». Se lo advirtió Pablo Iglesias a Pedro Sánchez nada más empezar el debate a santo de las encuestas que sitúan al PSOE claramente en cabeza. A medida que fue avanzando el debate, ambos líderes parecieron cruzarse mientras caminaban en direcciones opuestas. Sánchez, sufriendo para defenderse, dando pasitos hacia atrás. Iglesias, del que pocos esperaban un gran protagonismo, hacia adelante.
Mientras, Pablo Casado pasó de asegurarse de que no le llamaban radical en el debate de RTVE, celebrado el lunes, a demostrar en Atresmedia que él también sabe atacar. Albert Rivera fue el martes todavía más afilado, tanto que, en algunos momentos, se desdibujó, entre interrupción e interrupción, la frontera entre la contundencia y la agresividad. Sánchez se lo reprochó, diciendo que estaba «acelerado«. «Está usted muy nervioso», le decía, por su parte, el líder de Ciudadanos.
No está claro si el debate de este martes fue el decisivo, pero sí quedó patente que fue considerablemente más bronco y extenuante que el del lunes. Rivera plantó en el atril de Sánchez la tesis doctoral del socialista mientras que este le respondió con el libro de Santiago Abascal, líder de Vox, junto al periodista Fernando Sánchez Dragó. Esa curiosa celebración del día del libro abochornó a Iglesias. «Los españoles no se merecen, aunque estemos en el día de Sant Jordi, el intercambio de libros que acabamos de ver«, lamentó.
La escena fue, junto con la larga lista de casos de corrupción que desplegó Rivera, uno de los momentos más espectaculares de la noche.
El formato no aseguró un mejor debate
El debate de este martes también fue mucho más largo sin que la flexibilidad del grupo de comunicación privado, en el que sí se formularon preguntas, permitiese un mejor contraste de proyectos que la fórmula de la pública.
Todos, también Iglesias, se enfrentaron a Sánchez, pero éste sólo respondió a Rivera y Casado. El líder de Ciudadanos reservó parte de su munición para Casado mientras que el presidente del PP se centró sin artificios en ir a por el presidente del Gobierno, recuperando buena parte del protagonismo que le había restado Rivera la noche anterior.
Sánchez, el papa que sale como cardenal
Sánchez, el papa que llegaba a la cita en Atresmedia tratando de proteger sus túnicas de los perdigonazos de Rivera y Casado, sabía que sobrevivir era no perder. Con tal objetivo, empuñó a Vox como escudo y acusó a los líderes de Ciudadanos y el PP de mentir. La palabra «ultraderecha» salió de su boca 14 veces. La palabra «mentira», dirigida a Rivera y Casado, 17.
Al relatar su acción de Gobierno o sus propuestas, Sánchez no tuvo más remedio que leerlas rápidamente de un folio en alto mientras se dirigía al «señor Vallés» (Vicente Vallés), quizás porque, excluidas las preguntas que daban comienzo a cada bloque, los periodistas Vicente Vallés y Ana Pastor no participaron en el debate ni para moderar las varias salidas de tema y tono de los candidatos.
Su golpe de efecto llegó cuando destapó una carta que la Junta de Andalucía, gobernada por el PP y Ciudadanos, remitió para conocer los datos personales de los profesionales que luchan contra la violencia de género. «Se están haciendo ya las listas negras impulsadas por el PP y por Ciudadanos», recriminó Sánchez. Vox actúa como «ideólogo» y los otros dos partidos como «cómplices», denunció. Sin embargo, la mesa del Parlamento de Andalucía había rechazado esa petición de Vox, por lo que la denuncia de Sánchez no quedó nada clara.
Sánchez afianzó su estrategia sobre Vox, pero en algunos momentos no calaba porque el partido no estaba en el debate y sólo era mencionado porque él lo citaba. «Si suman las dos derechas con la ultraderecha, que está ausente sin duda van a hacer en España lo que han hecho en Andalucía», advirtió. «La ultraderecha, que apoya al PP y Cs, lo que quiere es privatizar las pensiones». La ultraderecha dice que la «mujer violada no tiene derecho a a abortar» o carga contra las «mujeres piojosas de la ultraizquierda», recordó Sánchez.
Casado recupera terreno
El líder del PP recuperó terreno con ataques muy duros contra el presidente del Gobierno. «No se puede blanquear el terrorismo y el separatismo», le espetó. Para Casado, Sánchez «solo es la guarnición del plato principal que Sánchez está preparando y es que manden Torra, Puigdemont, Iglesias y Otegi».
En la parte sobre violencia de género, afeó que Jesús Eguiguren, expresidente de los socialistas en Euskadi, fuese mantenido en altas responsabilidades, como negociaciones con ETA, tras haber sido condenado por agredir a su mujer. «Echen a los maltratadores», le exigió, arremetiendo contra Sánchez cuando el socialista defendió su «no es no» o su «sólo sí es sí» para luchar contra las agresiones sexuales.
Casado insistió mucho en la economía, mostrando gráficos sobre la bajada de impuestos y del desempleo que reivindicó de la gestión de José María Aznar y Mariano Rajoy, al tiempo que auguró una catástrofe si gobierna Sánchez. También cargó contra los ministros de Sánchez, algunos de ellos dimitidos, como Màxim Huerta, por la gestión de sus patrimonios y bienes inmuebles. «Esto es como el aloe vera. Cada vez que investigan al Gobierno de Sánchez encuentran más propiedades», ironizó,
Rivera, sin piedad contra Sánchez y Casado
Rivera fue, sin duda, el más incisivo, aunque eso no tiene por qué ser necesariamente bueno. Fue más a la ofensiva que el lunes, interrumpió más y desplegó de nuevo un marco con una foto. En este caso no se trataba de Quim Torra y Sánchez en Pedralbes, sino de Idoia Mendia, líder del PSE, y Arnaldo Otegi en la cena de Navidad de políticos organizada por El Diario Vasco.
«Sánchez es el candidato del terrorista Otegi», le dijo, recordando las críticas de algunos socialistas, como Fernando Múgica, que rompió el carné del PSOE tras la foto de Mendia y Otegi. «No en mi nombre», citó Rivera. Fue «la cena de la vergüenza».
El líder de Ciudadanos también llamó a Sánchez «trilero» cuando éste mostró una foto del hemiciclo en la que se mostraba cómo Rivera, Casado y Bildu votaban juntos en Congreso de los Diputados. La ocasión, que el socialista tardó en explicar, fue la aprobación de los Presupuestos, cuyo naufragio le sirvió a Sánchez para decir, una y otra vez, que él no había pactado con los independentistas. «No es no», «nunca es nunca», «falso es falso», repetía el candidato del PSOE incesantemente.
Iglesias, el nuevo moderado
El líder de Podemos repartió su tiempo entre pedir moderación frente a Rivera y Casado y reivindicar el discurso netamente de izquierdas que, según él, Sánchez debería haber convertido en hechos y que no llevará a la práctica en la próxima legislatura, si acaba pactando con Ciudadanos.
Iglesias recordó todos los incumplimientos de Sánchez, desde publicar la lista de los que se acogieron a la amnistía fiscal hasta denunciar el concordato con el Vaticano, aprobar una ley de eutanasia, bajar el precio de los alquileres, crear el impuesto a la banca tras su rescate o garantizar la independencia de RTVE. «Para que el PSOE cumpla algunas propuestas que hace, va a ser necesario que nosotros estemos en el Gobierno. Creo que esto no es opinable», dijo.
Cuando Casado y Rivera alertaban de que el PSOE y Podemos quieren freír a impuestos a los ciudadanos («Preparen la cartera, si llega Sánchez le va a meter la mano en el bolsillo con el señor Iglesias», dijo el líder naranja), Iglesias recordó que la presión fiscal española está por debajo de la media europea, como el salario mínimo.
Iglesias pidió no hablar en nombre del feminismo, «y menos los cuatro hombres que estamos aquí», y luchar no contra la violencia de género, sino la «machista», como él defiende utilizar. Recordó el efecto letal de las concertinas, «cuchillos» contra los migrantes que Sánchez no ha retirado, y pidió con la autoridad del profesor universitario más financiación para la educación.
Iglesias no se olvida de ningún colectivo
Sobre las cloacas del Estado, Iglesias fue muy eficaz. No en vano, conoce bien el tema en primera persona ya que fue espiado y contra él se fabricaron pruebas falsas. «Hay corrupción que es legal y otra que es ilegal«, dijo cargando contra la primera. «Hay que prohibir que un ministro o presidente sea fichado por una eléctrica», porque lo que hacen estas empresas es «comprarse» líderes políticos.
Iglesias tuvo golpes de efecto desde antes de comenzar el debate, ya que allí llegó en taxi, sector para el que es un héroe frente a Uber y Cabify, contra los que carga. Pero también tuvo guiños para los estudiantes, las camareras de piso, los repartidores de comida, los falsos autónomos, los desahuciados o hasta el barco Open Arms.