Sánchez, la única apuesta de un partido sin sucesor
No hay ninguna señal en el PSOE que apunte a un cambio de ciclo ni a un futuro sin su actual líder. Los resultados de mayo y diciembre reordenarán el tablero, también pensando en relevos territoriales
El final político de Pedro Sánchez ha sido anunciado en infinidad de ocasiones. Incluso cuando ese final llegó, el hoy presidente del Gobierno volvió de donde nunca se vuelve. Sin aquel fatídico 2016 nada habría sido igual. Ese retorno vertebra su leyenda de resistencia. Resiliencia, diría él hoy. Guerras internas, una pandemia, Podemos, Cataluña, una guerra… Elementos que han acompañado la trayectoria de Pedro Sánchez. Unos para dificultar su llegada al poder. Otros para condicionar el ejercicio del mismo. No hay tregua. La melodía que acompaña su viaje es excepcional. Trágica y abrupta.
Demasiadas veces se ha escrito un final que no termina de llegar. ¿La coalición con Podemos? Un engaño. ¿La dependencia de ERC y Bildu? Letal en buena parte de España. ¿Los indultos? Un peaje definitivo. ¿Miles de muertos en la pandemia? Imposible de remontar. ¿La sedición? De rodillas ante sus socios. Malversación, inflación… Todas esas cosas han servido para que se escribiera el epitafio político de un presidente del Gobierno que una parte del poder político y mediático sigue entendiendo como un accidente. Una perturbación dentro de los marcos previsibles del desarrollo político del país.
Pero Sánchez sigue aquí. Y afronta la doble convocatoria electoral en los plazos que él ha considerado. Ningún actor ni ninguna circunstancia ha sido capaz de precipitar los acontecimientos. Y llega a esta recta final con la sensación creciente de que nada está escrito. Sí, puede perder el Gobierno en el mes de diciembre. Y antes su partido puede sufrir un deterioro institucional en mayo.
Pero nadie mínimamente prudente se atreve a proclamar ya que nos encontramos ante una reedición del año 2011. En aquel momento todo el mundo sabía que el PSOE iba a perder el Gobierno. Que el PP lo iba a ganar. Y ni siquiera José Luis Rodríguez Zapatero pudo llegar a presentarse. Los rumores que han apuntado de forma constante al adelanto electoral o a la espantada de Sánchez nunca han salido de canales de información conocedores del espacio socialista. Casi siempre han tenido más que ver con deseos que con realidades.
Pero el PSOE no ha activado ninguna señal que apunte hacia un futuro sin Pedro Sánchez. Ni antes ni después de las elecciones. «Absolutamente nadie está pensando en eso», apunta un alto cargo autonómico. ¿Nadie? Desde luego que sí. Pero no es una hipótesis de trabajo generalizada. Ni desde luego un deseo mayoritario.
Al PSOE le funcionó mal la operación de repetir elecciones en 2019. Desde la coalición con Podemos y los acuerdos con ERC y Bildu cada vez que se han abierto las urnas los socialistas han retrocedido. Con excepción de Cataluña. El partido tiene una herida sin curar en el tradicional granero andaluz. Es la cuestión que más perturba en el partido.
«Se atisba un cambio sociológico allí que no es coyuntural», reflexiona un presidente autonómico. Y un techo se vislumbra en el horizonte: a excepción de las elecciones europeas de 2019, con Josep Borrell de candidato, el PSOE no logra en una elección nacional superar el 30% de los votos desde que lo hiciera en las elecciones generales de 2008. Quince años.
La cercanía de las elecciones ha hecho que ante alguna decisión, singularmente la reforma de la malversación, o ante las consecuencias de la ley del ‘sí es sí’ muchos líderes autonómicos hayan querido remarcar su perfil y mostrarse críticos. Pero sin ir a más. Los indultos a los líderes independentistas están amortizados internamente. «¿Quien habla ahora de esto? Lo que se quiere es pasar página», traslada una dirigente andaluza. «Nosotros y nuestro votante hemos visto que en esa decisión, incluso en lo de la sedición, había una motivación. Pero siempre albergó la duda de si no son estas cosas las que nos limitan el crecimiento», tercia un alcalde.
De eso último están seguros en Toledo. El presidente de Castilla La Mancha, Emiliano García-Page, es la única voz de peso en el partido que en un relato del postsanchismo podrá reivindicarse como antisanchista. Javier Lambán o Ximo Puig, este último solo últimamente, podrían levantar tímidamente la mano. ¿Y Susana Díaz? ¿Dónde está? «Está acabada. Es una adicta del poder y está pidiendo que le den espacio. Pero el futuro no pasa por ella», confiesa una persona que la apoyó en las primarias de 2017.
Andrea Fernández
Secretaria de Igualdad del PSOE
Enma López
Concejal del PSOE en Madrid
María Márquez
Portavoz adjunta del PSOE en el Parlamento de Andalucía
Sandra Gómez
Candidata a la Alcaldía de Valencia
Volvamos a García-Page. «Es un desleal»; «ojalá a todos nos vaya muy bien el 28M pero él pierda»; «alguna vez le he dicho que nos deja en muy mal lugar a quienes tenemos otras situaciones»; «es auténtico, pero se pasa mucho»… Alcaldes, presidentes autonómicos, dirigentes de la Ejecutiva. Nadie quiere ser Emiliano. Salvo Emiliano. Solo quien no conoce el PSOE internamente puede pensar ahora en un escenario en el que Emiliano García-Page sea el sucesor de Pedro Sánchez. ¿Es imposible? Es improbable.
Un escenario en el que el PSOE saliese del poder tras un tremendo batacazo podría dar espacio a sus tesis. Pero ningún sondeo apunta a ese escenario. Todo se plantea más ajustado. La estructura del partido, el proceso de primarias y los principales dirigentes en liza hacen muy difícil pensar en una situación en la que después de Sánchez venga su némesis. El presidente regional solo daría el paso si existe una proyección de devolver al PSOE a posiciones que busquen abrir el campo ideológico del partido.
Lo cierto y verdad es que Sánchez no está trabajando un delfín. Este 2023 no se vive en el PSOE como en 2011 o en 2014. Rubalcaba, Chacón, Madina, Susana Díaz. En todos esos lances el paso siguiente tenía protagonistas muy claros. Fue en el paso al lado de Díaz en 2014 donde Sánchez encontró un hueco. Y hasta hoy.
No hay un sucesor claro del secretario general de los socialistas porque ni siquiera hay unanimidad entre los barones
El partido está pacificado porque entre la crisis de Gobierno de julio de 2021, el Congreso Federal de octubre de ese año y la remodelación de la Ejecutiva Federal de julio de 2022 el presidente del Gobierno tocó unas piezas para reconectar a una parte del partido que le era esquiva, que vivía con cierta resignación su mando sobre el PSOE. Figuras antaño vinculadas a Rubalcaba, Madina o Díaz. En esos movimientos Sánchez se garantizó una unidad interna de la que nunca había disfrutado. Reconectó con una parte durmiente del PSOE.
No es que en el PSOE haya nombres que puedan pensarse como futuros recambios. Es al contrario. Son tantos los posibles que ninguno destaca, ninguno destila aspiración. En esta partida además hay que tener en cuenta que el 28 de mayo servirá para ver quién puede luego participar en ella. Los barones que mantengan la presidencia tendrán mucho que decir en el futuro de un PSOE sin Sánchez. Los que lo pierdan, por contra, dejarán vacante también su baronía.
De manera informal, en diferentes conversaciones con cargos del partido la sensación es que solo hay dos barones con posibilidades de jugar un papel decisivo en el futuro. El primero es el asturiano Adrián Barbón. Sanchista de primera hora, pero de corte institucional. Salvo sorpresa mayúscula va a seguir siendo presidente tras los comicios de mayo. Si se habla de Barbón hay que hablar de Adriana Lastra.
Las posibilidades de Sánchez de ocupar un cargo internacional son cada vez menores; la OTAN se aleja, la UE también
En la federación asturiana están pasando cosas. Barbón enfadó a una parte del partido cuando el pasado septiembre sorprendió avanzando que la exnúmero dos de Ferraz volvería al Congreso de los Diputados como cabeza de lista por Asturias. Con los dos almorzó hace poco Félix Bolaños. Al ministro de la Presidencia se le ve en el partido con ambición y ganas de protagonismo. Pero demasiado asociado a su condición de valido de Sánchez. Y una clave importante: su pedigrí orgánico es prestado en gran medida al calor de su fulgurante ascenso. El otro presidente es Ximo Puig. Si consigue retener la Comunidad Valenciana se reforzaría su rol interno. Por diferentes motivos se hace muy complicado ver a algún otro de los actuales presidentes autonómicos con expectativas nacionales.
De entre las figuras que emergieron en 2021, las dos portavoces, Isabel Rodriguez y Pilar Alegría, especialmente la segunda, han aumentado sus posiciones y reconocimiento orgánico. Ambas tienen desarrollo a nivel federal. Pero también a nivel autonómico en Castilla-La Mancha y Aragón. Aunque en esos feudos hay otras dos mujeres con mucho futuro. En Castilla-La Mancha sobresale Blanca Fernández, portavoz y consejera de Igualdad. En Aragón la mano derecha de Lambán es Mayte Pérez, actualmente consejera de Presidencia del Gobierno regional.
Si mantienen sus alcaldías en Sevilla y Valladolid, Antonio Muñoz y Óscar Puente serán figuras que se proyectarán por encima del ámbito municipal. Y en dos regiones donde el PSOE necesita revulsivo. La continuidad de Juan Espadas como líder andaluz es una incógnita. Nadie pone la mano en el fuego. Y ahí hay dos mujeres. Su número dos, Ángeles Férriz, actual portavoz en el parlamento andaluz, y su adjunta María Márquez, la joven onubense que forma parte ya de la Ejecutiva Federal y del Comité Electoral. Otras dos mujeres jóvenes con proyección son la secretaria de Igualadad, Andrea Fernández o Enma López, concejal del PSOE en Madrid.
Salvador Illa
Habrá ojos puestos en la actual vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero. Aunque su nombre puede vincularse más con la etapa de transición a nivel federal. Su nombre es muy valorado internamente y querido por la militancia. Un hombre que gusta mucho en todo el PSOE: Salvador Illa. Pero es PSC y a corto plazo está en Cataluña en otra jugada con la Generalitat como objetivo.
En el grupo parlamentario no se percibe nada claro. No se ve una figura que sea equiparable a la de Madina como número dos del grupo allá por 2009. Pero tampoco nadie esperaba en su día a Rodriguez Zapatero o al propio Sánchez. Y salieron del grupo parlamentario. En Madrid el líder regional es Juan Lobato. «Tiene buenos padrinos», se suele decir de él.
No es una figura divisiva. Pero no se le percibe todavía en política nacional. Salvo que logre una carambola muy improbable de acabar con el PP en Madrid. Cosa que de pasar sucedería en 2027. Hay incluso quien dice que su momento es 2031, no 2023. Desde la federación madrileña es difícil proyectar liderazgo nacional por la acumulación de derrotas. Sánchez era de Madrid. Pero Lobato las experimentará en carne propia. No es su momento.
De ser el final se parece más al que llevó inesperadamente a Zapatero al poder y no el que el que cerró su etapa, con Rubalcaba y Chacón. Tampoco la que cerró la de Rubalcaba. No se percibe un Eduardo Madina o una Susana Díaz, en ese escenario de 2014 por el que se coló Sánchez. Si en el PP todo el mundo habla claramente de Juanma Moreno o de Isabel Díaz Ayuso si la etapa de Alberto Núñez Feijóo fracasa, en el partido socialista no hay nombres tan evidentes.
Sucede algo importante hoy en el PSOE: no hay unidad de acción entre los barones. Entendiendo por estos a los Vara, Page, Lambán y Puig, que antaño se enfrentaron a Sánchez. No la hay desde el día después de la derrota en las primarias. Es más; entre algunos de ellos ha brotado el recelo y la desconfianza. No hay sucesor claro ni hay bloque de acción coordinado preparado para ello. Que no significa que no pueda haberlo. Pero ahora no lo hay.
No lo hay primero por el cambio interno que supone el corte cesarista que impregna el partido desde que se hizo de las primarias el modo de elección de los líderes. Los comités federales carecen de la capacidad de antaño para condicionar al líder. Un privilegio del que no gozaron ni Felipe González ni José Luis Rodríguez Zapatero. Pero sobre todo no hay planes de sucesión porque, pese a todo, buena parte del partido cree que Sánchez puede ganar. Y creen que sigue siendo su mejor activo electoral.
Calendario en contra
Los planes de un retiro internacional se diluyen. Sus opciones para liderar la OTAN no son solo rumorología española. Su nombre ha aparecido en medios alemanes junto al ministro de Defensa británico como bien colocado para suceder a Jens Stoltenberg. Pero el calendario va en su contra. Stoltenberg alargó mandato y se va en octubre.
La próxima cumbre de julio abordará su sucesión. Pronto para Sánchez. El presidente ha reiterado que se ve al frente del Ejecutivo como mínimo otra legislatura. La opción de saltar a un puesto europeo no llegaría hasta después de las elecciones europeas de mayo de 2024. Si Feijóo está en Moncloa, Sánchez no será comisario español. Solo manteniendo el poder podría plantearse un escenario así.
Sánchez está convencido de poder ganar. El PSOE no aborda este debate porque incluso el día después esa cuestión va a depender del propio Sánchez. ¿Y sí Sánchez no se va? No hay precedente en la política española que permita verlo como una hipótesis plausible. ¿Pero importa algo eso cuando se habla de Pedro Sánchez?