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Sánchez y la agenda prochina

Los nuevos intereses orientales de Zapatero hacen sospechar que el viaje del presidente no es sólo una cuestión de oportunidad creada por Trump

Zapatero, la conexión china de Pedro Sánchez

 

 

El semanario ‘The Economist’ transformaba esta semana el lema de los MAGA en un ingenioso titular en el que la célebre gorra roja con el lema ‘Make America Great Again’ se sustituía por la típica gorra de Mao Tse Tung con el lema ‘Make China Great Again’. Las excéntricas medidas del presidente norteamericano y el carácter tan agresivo de su política exterior han propiciado una coyuntura muy favorable para que muchos países se acerquen a China y están fortaleciendo sus posiciones y su papel como un socio más razonable que lo que parecía en comparación con el impredecible Washington DC. Pero que sea el Gobierno español el que encabece el fomento de esos lazos –tanto que, a raíz de la visita de Pedro Sánchez a Pekín, la Comisión Europea haya tenido que advertir a España de que no puede ir por libre en política exterior, hace sospechar que tras ese impulso puede haber razones que van más allá de la mera oportunidad

Es cierto que, también en el ámbito nacional, la acción política de Sánchez consiste en vender a la ciudadanía sus mayores vergüenzas como un ejercicio de que ha hecho de la necesidad virtud. Este historial no puede invitarnos a otra cosa que desconfiar de esta nueva sintonía entre Pekín y Madrid que propugna el presidente desde hace tiempo y que ha encontrado en la zozobra creada por la guerra arancelaria una oportunidad de legitimarse. El pragmatismo comercial que enarbola Sánchez en China –y que en plena revolución del orden mundial comercial puede adquirir algún sentido– no atiende a la necesidad de respuesta a las excentricidades de Trump, sino a una agenda prochina que ha desplegado José Luis Rodríguez Zapatero, el nuevo mentor de Sánchez y su negociador especial con Carles Puigdemont, el hombre que maneja desde Waterloo los siete votos que sostienen la legislatura. Eexpresidente encabeza un ‘think tank’ chino llamado Gate Center relacionado con la expansión y defensa de los intereses de Pekín en España y Europa hasta el punto de llamar la atención de la inteligencia española. Desde hace años, Zapatero ha resultado una figura clave dentro del poder más o menos blando con el que China ha multiplicado su presencia e influencia en Europa. En diciembre del año pasado, Madrid fue la sede del Spring Imperial International Forum, que patrocinan la Asociación Popular China de Amistad con Países Extranjeros y la Provincia de Guandong, entre otros.

El esfuerzo diplomático de Sánchez y Zapatero en China apunta a una asimetría de exigencias democráticas que debe ponerse en evidencia. Si Trump ha demostrado no ser un dechado de virtudes en lo que se refiere a sus amenazas contra el Estado de derecho y la legalidad internacional, es difícil entender la exaltación que el sanchismo hace de un régimen antidemocrático como el chino al tiempo que eleva la voz a la primera ocasión sobre la falta de democracia que amenaza a Estados Unidos. Por lo mismo, si ya casi ha caído en el olvido la exigencia a los jefes del Gobierno de que al menos trataran en privado los temas de democracia y derechos humanos cuando viajaban a Pekín, ahora no resulta una cuestión menor recordarles que deben hacer ver a China que el apoyo económico y político que está prestando al régimen de Vladímir Putin, que tiene invadida militarmente una parte de un país europeo, debe cesar. Sin el respaldo de Pekín, Rusia no habría podido sostener los tres largos años que dura ya la guerra de Ucrania. Es de máxima urgencia, entonces, que se le transmita que, si quiere una relación más estrecha con Europa, debe contribuir a su seguridad dejando de sostener al dictador ruso.

 

 

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