Es sabido que el Gobierno cubano, protagonista entusiasta de cuanto sarao progresista haya en cualquier lugar del orbe, es hacia lo interno profundamente conservador y solo cambia cuando no le queda más remedio. Los recientes anuncios de numerosos ajustes económicos han centrado la atención en el análisis de estos, pero hay una cuestión que no se ha indagado con suficiencia si tenemos en cuenta el mencionado inmovilismo: ¿Por qué se están moviendo ahora?
La respuesta debe evadir el análisis sobre si los cambios propuestos son o no positivos para el pueblo, si se realizan de modo más o menos transparente, incluso si como parece, están o no desmontando el castrismo —que ellos llaman socialismo— haciendo círculos para no acercarse a la libertad.
Conociendo que solo les importa mantener el poder y dando por sentado que desprecian profundamente al pueblo que gobiernan, la respuesta a por qué se mueven ahora es: porque se quedaron sin alternativas para proteger sus intereses.
En pura lógica económica, los numerosos ajustes que van a hacer —recuérdese que no estamos valorando la calidad de estos ajustes—, debieron hacerse mucho antes. Llevan décadas hablando de la reunificación. Si hacen estos ajustes a mitad de una pandemia y con la economía en una crisis particularmente profunda donde cualquier empeoramiento podría ser mortal, la motivación no puede ser otra que la desesperación, desesperación por estar quedándose sin divisas.
Iluminemos la cuestión con datos.
Cuba está en crisis desde 1959, el modelo castrista nunca ha funcionado, sobrevivió exclusivamente gracias a los subsidios de soviéticos y venezolanos. Desde que a estos último se les agudizó la crisis propia y cortaron el chorro de recursos que Cuba les parasitaba, el Gobierno de La Habana ha venido debilitándose.
En 2019 las exportaciones cubanas eran apenas el 60% de las realizadas en el año 2014, mientras que las importaciones, que en 2015 llegaron a un pico de 8.385 millones, habían descendido hasta apenas superar los 7.000 millones.
Muy destacable es que la tendencia descendente se agudizó a inicios del año actual, cuando las importaciones mensuales cubanas, que como media eran de 650 millones de dólares hasta 2018, se desplomaron en enero a 393 millones. Esto es un sólido indicador de que antes de la pandemia, ya al Gobierno se le estaba acabando la plata.
A Cuba, las exportaciones más importantes le proporcionan 975 millones de dólares mensuales —incluidas remesas, pues para el Gobierno los cubanos son el primer producto de exportación—, mientras que importando solo comida, gastan 160 millones mensuales. De aquí se deduce mediante simple prorrateo, que al bolsillo del Estado cubano —tras perder la ubre venezolana—, le están quedando 88 dólares al mes por cubano, con los cuales debe pagar todo lo que pueda pensarse: medicina, transporte, ropa, construcción, maquinaria y un infinito etcétera, lo cual es muy insuficiente.
Lo que queda por definir es hasta cuándo podrán seguir sacando sin meter.
Según datos de este año facilitados por el Bank for International Settlements (BIS), durante los tres primeros meses de 2020 las reservas cubanas de divisas en bancos internacionales pasaron de 2.950 millones a 2.520 millones, una disminución de un 15% en tres meses. Ese ritmo muestra una aceleración con respecto al ritmo del 2019, que fue de una reducción trimestral del 5%. Cada vez se eroga más y se ingresa menos.
Todo ello previo a la epidemia, que en la Isla comenzó el pasado marzo, y que sin haberse aún acabado, ya dejó al país sin ingreso por turismo durante dos trimestres; previsiones de una reducción del 15% de las remesas; gastos extras asociados a la pandemia de 1.000 millones —sin unificación cambiara no se puede decir de esa cantidad cuánto es en dólares y cuánto en CUP—, lo que sumado se expresará en una contracción del PIB del 8%, estimación hecha por la buena amiga CEPAL en un periodo que estaba siendo presidida por… exacto, Cuba.
La capacidad de ahorro del país es nula pues los gastos como nación son de pura sobrevivencia, cualquier contracción del gasto, por minúscula que sea, coloca al país frente a una crisis y al pueblo en inacabables colas.
Nada indica que esta hemorragia financiera esté menguando, los ingresos siguen a la baja y los negocios venezolanos mejor ni mentarlos, de mal en peor.
¿Hay otras reservas como oro, cuentas reservadas, negocios inconfesables? No lo sabemos, tampoco sabemos hasta qué punto puedan Díaz-Canel y compañía conseguir créditos en el mercado mundial, de China o de Rusia, aunque no parece sea mucho.
Si calculamos usando los datos del BIS, asumiendo como base el descenso del primer trimestre del 2020, es decir 430 millones de dólares (incluso sin introducir el desconocido gasto por pandemia o las variaciones de las remesas que pueden ser coyunturales) los ahorros del Gobierno cubano, al menos los declarados, se podrían estar acabando a mediados del 2021.
Lo bueno que tiene esto, es lo malo que se está poniendo.