“Si hubiésemos introducido medidas duras al principio habríamos prevenido el pico de infecciones”
Andrea Ammon, directora del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades, cree que Europa debería estudiar cómo coordinarse mejor en futuras crisis pandémicas
Como a casi todos los investigadores que han ocupado puestos de responsabilidad en la crisis del coronavirus, a Andrea Ammon le recuerdan con frecuencia declaraciones del pasado, cambios de criterio y le reprochan no haber advertido con tiempo la dimensión del cataclismo que nos acechaba. El Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades, la organización que esta experta alemana dirige desde su sede en Solna (Suecia), fue creado hace 15 años, entre otras cosas, como sistema de alerta temprana para situaciones como las que ahora vive el mundo. Pero no funcionó o no funcionó del todo.
El 22 de enero, un día antes del comienzo del encierro en Wuhan (China), un informe de la institución consideraba que, con las medidas de control adecuadas, las probabilidades de que el virus se expandiese por Europa eran bajas. No obstante, Ammon advirtió de que hacía falta más información para entender mejor el virus. Cuando comenzaron a darse casos en Europa, en febrero, el ECDC recomendaba las mascarillas solo para sanitarios y personas con síntomas. El 8 de abril, sin embargo, a la vista de nuevas informaciones sobre los contagios asintomáticos, pasó a aconsejarlas como complemento. Otros consejos, como el de evitar actos multitudinarios innecesarios, como los partidos de fútbol o las manifestaciones, cuando hubiese contagios locales, tampoco fueron escuchados por Gobiernos de toda Europa, incluido el español. Porque el ECDC no obliga, solo recopila datos, informa y aconseja.
En una videoconferencia desde Suecia, Ammon plantea que cuando esto acabe se debería trabajar con los países en mejorar los sistemas para recoger datos y ofrecer una información estandarizada, aunque advierte que es improbable que la toma de decisiones se centralice, incluso en casos como este, porque “el Tratado de Lisboa da a la UE solo una competencia subsidiaria en salud”. A la espera del momento de hacer balance de errores y aciertos, el ECDC sigue planeando la siguiente fase de la pandemia.
Pregunta. ¿Es posible volver a una vida más o menos normal sin asumir un cierto número de muertes?
Respuesta. La UE ya ha publicado una hoja de ruta para la salida y en nuestra última evaluación de riesgo del coronavirus ofrecemos más detalles sobre cómo debería ser la desescalada. En la mayor parte de los países, los casos están descendiendo. Los Gobiernos no han tomado solo una medida, sino varias. La vuelta a la normalidad debería realizarse eliminando las medidas de una en una, y luego observar lo que sucede. Para valorar lo que está pasando, como requisito para empezar a levantar medidas, es necesaria una buena capacidad de hacer test y seguir los contactos, porque si no, no sabemos lo que está ocurriendo.
Cuando se empiecen a levantar restricciones, lo más probable es que el número de casos se incremente y los países deberán decidir cuál es el umbral que nuestro sistema sanitario puede soportar para volver a introducir una medida restrictiva si los casos suben demasiado. Si no ascienden mucho, después de cuatro semanas, por ejemplo, se puede plantear levantar otra restricción. Volver a la normalidad será muy lento.
También hay que considerar que hay poblaciones vulnerables como los ancianos o los que tienen patologías previas que deben estar protegidos continuamente. Eso sucedería con las residencias de ancianos, donde habría que ser especialmente cuidadoso.
P. Dice que para levantar las medidas hace falta capacidad para hacer tests y equipos para seguir los casos y aislarlos. A mediados de febrero, usted aseguró a los ministros europeos que Europa tenía capacidad adecuada para hacer estos tests, algo que luego se ha visto que no era así. ¿Ahora sí que existe esa capacidad?
R. Lo que dije en febrero es que tenemos la capacidad en los laboratorios para hacer los tests, pero lo que se comprobó después es que no teníamos los kits y los materiales. Hay dos cosas, una es la capacidad para procesar los tests y la otra, los materiales y, por supuesto, si uno de los dos no está disponible, solo puedes testar a cierta parte de la población.
P. ¿Y ahora sí tenemos esa capacidad para esta siguiente fase?
R. Solo hay unos pocos países que dicen tener escasez, la mayoría no dicen que tengan problemas.
P. ¿Cree que deberíamos mejorar la coordinación en Europa en esta fase de desescalada? Las diferencias son enormes, con países como Dinamarca, que ya está abriendo las escuelas, y otros como España o Italia, que siguen con un confinamiento más estricto.
R. La cuestión de una coordinación más centralizada de las medidas en los países es algo que tendremos que discutir después de que esto pase. Ahora mismo, no está en el mandato de la UE, basado en el Tratado de Lisboa, tener influencia en las medidas que se toman en los países. Es la responsabilidad de cada país. Mi impresión es que los Estados miembros han visto ahora que la forma en que se introdujeron las primeras medidas no ofreció una buena imagen de un enfoque coordinado de la UE. Se han dado cuenta de que cuando salgamos de estas medidas necesitaremos más coordinación.
También hay que tener en cuenta que los países están en distintas fases de la epidemia, así que no hay un enfoque idéntico que sirva para todos. Sin embargo, lo que los Gobiernos observan, y esto es importante, es que tienen que coordinarse al menos con los países vecinos, porque todos estos pasos de frontera que suceden todos los días se deben realizar con seguridad.
Sobre Dinamarca, abrió las escuelas, pero no todas, solo hasta quinto grado y han introducido medidas para reducir las clases, se alternan por semanas, hay menos niños en cada momento en la escuela y pueden tener más espacio. Es una mezcla de distanciamiento social y apertura y creo que eso es un buen ejemplo de cómo se puede normalizar lentamente la situación, pero con algunos principios de cautela.
P. Dentro de Europa, que se supone que es un entorno relativamente homogéneo, vemos impactos completamente diferentes. Portugal tiene diez veces menos muertes que Bélgica, por ejemplo, con la misma población. ¿Tiene alguna explicación para esto?
R. La dificultad de hacer comparaciones es que los países tienen diferentes formas de llevar el recuento de casos y eso tiene que ver con los tests que los miden. Algunos países solo testan a gente que va a los hospitales y que son los que están más graves. La mayor parte de los países piden a la gente que se quede en casa en los casos más leves o que consulten a su médico de forma remota. En muchos países esta gente no es testada, así que los casos que se contabilizan son los que estaban lo bastante enfermos para ir a un hospital. Y de esos muere una gran cantidad de gente. Donde se hacen más tests, la mortalidad es menor.
También hay países que tienen variaciones en lo que se cuenta como un muerto por covid-19. Algunas personas que mueren quizá estaban previamente en muy mal estado. No está claro si la causa de muerte es la infección o la enfermedad previa, así que hay países que cuentan estos casos de manera diferente.
Pero tenemos una herramienta que cuenta todas las muertes. A lo largo del año, hay un número constante de fallecimientos por distintas causas que es conocido y más o menos estable, y ese dato lo utilizamos para la gripe, para ver cuál es el exceso de mortalidad que produce la infección en invierno. Si esa herramienta la utilizamos para la covid, sí vemos un incremento de esta mortalidad total.
P. En una entrevista reciente decía que “no se podría haber hecho nada para detener la expansión del virus”. No sé si diría algo parecido sobre los brotes que están por venir.
R. La respuesta era un poco más larga. Lo que dije es que, debido a las características de este virus, que se transmite muy fácilmente y lo puede contagiar gente que aún no tiene síntomas o muy leves, es muy improbable que puedas contener la expansión, porque en el momento que diagnosticas un caso, todos sus contactos ya se lo han pasado a otro. Cuando identificas los contactos y los has aislado, ya hay muchos más contagiados. Siempre vas por detrás de la expansión.
Pero en restrospectiva, algo que podría haberse prevenido es la altura del pico. Sé que en enero, cuando los chinos clausuraron Wuhan y las ciudades de los alrededores, la gente me dijo que esto no sería posible en Europa. En ese momento teníamos unos 20 casos. Incluso en ese momento, si hubiésemos introducido medidas duras de control, no habríamos impedido la expansión, pero habríamos prevenido la altura del pico.
P. Pero hay países, como Corea del Sur, en los que las medidas han sido menos radicales y los resultados mejores.
R. Lo que sucedió en Europa es algo que hay que analizar con cuidado. Hubo algunos sucesos que ayudaron a la expansión y desde mi punto de vista fue esa semana de vacaciones a finales de febrero y los carnavales. Creo que esos fueron eventos que vistos a posteriori contribuyeron con intensidad a una expansión más amplia.
P. En las primeras semanas de la pandemia hubo algunos líderes que se plantearon dejar a sus poblaciones contagiarse hasta alcanzar la inmunidad de grupo [un punto que se alcanzaría cuando se contagie más de la mitad de la población]. Después se planteó que eso causaría demasiados muertos, pero también es posible que la vacuna tarde cinco años en llegar. ¿Se sigue planteando como una posibilidad buscar la inmunidad de grupo? ¿Podría nuestro sistema aguantar con medidas de contención cinco años?
R. Nunca sabemos para lo que estamos preparados si tenemos que hacerlo. Hace tres meses, estas medidas que se han instaurado en Europa parecerían imposibles. Creo que tenemos que ser cuidadosos con las previsiones sobre lo que somos capaces de hacer o no.
La inmunidad de grupo es algo inherente a las enfermedades infecciosas. Como este es un nuevo virus, al principio nadie tiene inmunidad. Cuando la población se expone, mucha gente tiene infecciones leves y quedan protegidos, pero con este virus no sabemos si los anticuerpos que encontramos en las personas que han pasado la enfermedad les protegen de futuras infecciones. Tampoco sabemos cuánto tiempo quedarían protegidos. Se conoce la enfermedad desde hace apenas cuatro meses. Hay aún muchas incógnitas. Algunos estudios en áreas muy afectadas han mostrado que solo una pequeña parte de la población se ha visto afectada. No estoy segura de que el concepto de inmunidad de grupo sea práctico para afrontar la gestión de esta pandemia.
P. ¿Qué incógnitas le gustaría despejar sobre la enfermedad para controlarla mejor?
R. Para mí la pregunta más importante es averiguar qué sucede con la inmunidad, si existe y si existe durante cuánto tiempo. Otra cosa es que no tenemos buena información sobre el papel de los niños, en particular los más pequeños. Entre todos los casos, hay muy pocos niños que hayan muerto o sufrido una enfermedad grave. Pero sabemos que los niños se infectan, pero tienen menos síntomas y este rol en la expansión no está claro. Y después, dos grandes cosas son la vacuna y el tratamiento, obviamente. Tampoco se entiende por qué afecta más a los hombres.
P. Dentro de unos años, otro virus saltará de un animal a una persona. ¿Qué hemos aprendido en estas semanas para estar mejor preparados cuando eso suceda?
R. Lo que deberíamos aprender de esto es que debemos estar listos para introducir antes medidas invasivas en una etapa más temprana. Cuánto más alto estás en la curva de casos, más tiempo tienes que mantener las medidas restrictivas. La gente ahora pregunta: ¿Por qué no hicisteis esto antes? Pero debemos recordar que después de la pandemia de 2009, se nos dijo que por qué exageramos tanto. Tenemos que tomar decisiones con la información que tenemos en un momento determinado. Ahora es fácil plantear las medidas adecuadas, pero hace dos meses no teníamos la información que tenemos ahora.