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“Si perdemos el contacto con la memoria, vamos a crear un mundo de bárbaros”: Nuccio Ordine

El filósofo italiano Nuccio Ordine, quien acaba de ganar el premio Príncipe de Asturias, habló con CAMBIO sobre la calamitosa incidencia de la tecnología en los tiempos modernos y sobre la deriva ética a la que se enfrenta la humanidad.

Nuccio Ordine: «Por dignidad humana e incluso por egoísmo, solo podemos ganar unidos»

Nuccio Ordine

 

El reconocido ensayista, filósofo y profesor italiano Nuccio Ordine (Diamante, Calabria, 1958), quien acaba de ganar el premio Príncipe de Asturias de Humanidades, pasó por Bogotá para participar en la Feria internacional del libro (Filbo), y pude conversar con él sobre su obra y sus postulados, que le están dando la vuelta al mundo.

Ordine acaba de publicar en España su más reciente libro, Los hombres no son islas (Acantilado), obra que fue durante varios días el libro más vendido en la categoría de No Ficción en Amazon en todo el mundo y que llega a cerrar una espléndida trilogía crítica y devota de la cultura universal y sus representaciones, que inició con La utilidad de lo inútil, traducido a 24 lenguas y editado en 33 países. Ordine ha sido profesor invitado de centros como Yale, Paris IV-Sorbonne y la Sociedad Max Planck de Berlín. Es también miembro del Harvard University Center for Italian Renaissance Studies y de la Fundación Alexander von Humboldt.

CAMBIO: ¿Llegará o ya llegó ese punto de la historia donde muere la memoria del pasado, el arte, las disciplinas humanas y el pensamiento crítico?

Nuccio Ordine: Hoy la tecnología nos hace comprender que el pasado es obsoleto, no cuenta nada. Toda la idea de la tecnología es la de que lo importante es el mañana, no el día de ayer. Esa es una visión consumidora de la vida y la cultura. Mira, por ejemplo, lo que pasa con el IPhone 17: consideran que los 16 modelos que lo preceden no sirven para nada porque los nuevos programas o aplicaciones dejan de ser leídos por esos modelos. Esa es la manera en la que el mercado te dice que siempre debes comprar nuevas cosas.

La cultura de la tecnología está ligada a un consumismo permanente y eterno, cuyo objetivo principal es hacernos consumidores permanentes, hasta la muerte casi. Tenemos que defender otra visión del mundo. En Cien años de soledad, Gabriel García Márquez nos habla del riesgo de perder la memoria. ¿Qué significa perder la memoria?. Hay una frase maravillosa de Milan Kundera que puede describir todo esto: “La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”. Si olvidamos, si perdemos el contacto con la memoria, vamos a crear un mundo de bárbaros, un mundo de ignorantes, un mundo de gente que carece de sentido crítico para decir no. Hoy la tecnología y sus dispositivos nos encierran en una cárcel que no vemos, estamos felices de vivir en esa cárcel. ¿Por qué será? Porque nos roban nuestra intimidad a cambio de cosas prácticas muy útiles, pero el precio que estamos pagando es muy elevado. En la novela de Orwell, 1984, el Gran Hermano controlaba toda tu vida, cada gesto, cada palabra, cada instante de tu vida estaba grabado para el ojo del Gran Hermano, y la gente lo odiaba. Hoy  tenemos los dispositivos, unos “grandes hermanitos” que nos roban la intimidad, pero que queremos, y esta es la gran invención de la tecnología: lograr que queramos la cárcel. Esto no es estar en contra de la tecnología, sabemos que es muy útil, pero una cosa es emplear la tecnología y otra muy distinta es ser empleado por ella.

CAMBIO: Diderot decía que se desdeña todo aquello que no es útil, porque el tiempo es demasiado corto para perderlo en especulaciones ociosas. ¿Qué tanto cambió esto, especialmente en el siglo XX?

N.O.: Diderot era un provocador, su pensamiento era a contracorriente, tiene páginas muy afiladas sobre temas como el matrimonio, donde cuestiona, por ejemplo, que un hombre le diga a una mujer “toda la vida te voy a amar” en un mundo donde la eternidad no existe y la incertidumbre es muy fuerte. Es claro que hoy la sociedad piensa que lo útil es fundamental, desde lo económico y lo material, pero hay otras utilidades y provechos que son importantes, hay un pan para el cuerpo y otro para el espíritu. Creo que hoy no vemos la importancia del pan para el espíritu. Hay un discurso maravilloso que García Lorca preparó para la inauguración de una biblioteca en su pueblo natal, Fuentevaqueros, en el que dice: «Si no tuviese dinero y estuviese en la calle, pediría no un pan, pediría medio pan y un libro». Si solo nos quedamos con el pan que necesita el cuerpo, terminaremos viviendo tiempos de barbarie.

CAMBIO: Algo en el mismo sentido dijo Montaigne, cuestionando los afanes de posesión…

N.O.: Claro, Montaigne nos dijo en su época que lo más valioso en la vida del hombre se había vuelto poseer, comprar, vender, tener dinero; y no, lo más importante en la vida es aprender a gozar porque, si tú aprendes a gozar, puedes ser verdaderamente feliz, auténticamente feliz. Hay mucha gente millonaria y poco feliz. ¿Por qué? Porque no saben gozar, porque manejan la idea de que hay que hacer dinero, porque ese dinero sirve para hacer más dinero y así en un círculo vicioso infinito en el que no logran ver que el dinero es un medio, no el final, el objetivo. Montaigne nos hace comprender esto: si tú sabes gozar, si disfrutas con una sinfonía de Mozart, si lees una novela como Cien años de soledad, sabes gozar y aprovechar ese goce para ser auténticamente feliz.

CAMBIO: ¿Por qué olvidamos que escuela proviene del griego scholé, que significa «ocio, tiempo libre»?

N.O.: Olvidamos esto bajo la creencia de que la escuela debe ser productiva, pero el verdadero conocimiento tiene sus raíces en las actividades que no tienen una finalidad práctica, económica. ¿Cuál es la deriva de la escuela y la universidad de hoy? Que las están transformando en empresas que deben producir y los estudiantes son los clientes que compran el diploma. Este comercio está corrompiendo el objetivo verdadero de la escuela. La escuela y la universidad no sirven solo para graduar profesionales, abogados, médicos… Eso es importante, pero la principal tarea es formar ciudadanos cultos y solidarios. Después, un ciudadano que ha estudiado una disciplina por amor al conocimiento no puede ejercer su trabajo con la idea de hacer dinero. Si tú influencias a los estudiantes con el discurso utilitarista de hoy en todo el mundo, como hizo Boris Johnson con eso de que tienes que elegir las disciplinas que te permiten ganar dinero y todo eso, bueno, eso significa que, si tengo que estudiar una disciplina pensando en la utilidad económica, debo dejar de lado lo que amo. Si elegí medicina o ingeniería para hacer dinero, terminaré siendo un peligro para los demás, porque un médico o un ingeniero que se muevan por el lucro, en estas disciplinas, van a causar estragos, esa es la deriva ética que enfrentamos hoy.

CAMBIOClaro, como la correspondencia que sostiene Hipócrates con Demócrito sobre esto mismo, el amor a la vocación y al saber.

N.O.: De eso hablo en Clásicos para la vida, uno de los libros que, junto a La utilidad de lo inútil y Los hombres no son islas, cierra la trilogía que escribí. Siempre la guía son los clásicos, las palabras de los antiguos que responden a nuestras preguntas, los clásicos en realidad son nuestros contemporáneos, por eso Hipócrates te hace comprender que un médico que busca ser médico por el lucro no es un médico, sino otra cosa muy distinta.

CAMBIO: Por eso tal vez Italo Calvino dijo que los clásicos sirven para entender quiénes somos y a dónde hemos llegado, al tiempo que nos previene contra esa idea de que hay que leer los clásicos porque “sirven” para algo, para concluir diciendo que leer los clásicos es mejor que no leerlos.

N.O.: Como la anécdota de Sócrates, que, antes de morir, toca la flauta y alguien le pregunta para qué sirve eso justamente en ese instante mortal, y Sócrates responde: “Para aprender un poco de música antes de morir”. Es una respuesta fantástica, te ayuda a comprender la idea del placer que viene de hacer las cosas solo por el placer mismo, como el coronel Aureliano Buendía, que fabricaba en su taller los pescaditos de oro, los vendía y las monedas que obtenía las fundía para seguir haciendo más pescaditos.

CAMBIO: Actualmente usted es profesor en la Universidad de Calabria, pero antes lo ha sido en otras instituciones académicas (Yale, París, Nueva York).  ¿Cómo es una clase suya, en qué se enfoca y por qué cuestiona el modelo actual de la universidad entregada al mercado?

N.O.: Siempre les digo a mis estudiantes las mismas cosas, la idea de que los estudios no sirven para ganar dinero; sirven para permitirnos ser mejores, para comprender mejor el mundo que nos rodea. Mi profesión de profesor estuvo encaminada siempre a criticar los valores dominantes de la sociedad para enseñar a los estudiantes a decir no. La escuela tiene que formar herejes, no soldaditos pasivos que hacen lo que la sociedad les pide, como ser consumidores pasivos, por ejemplo, soldaditos que piensan que la verdadera dignidad humana es únicamente el dinero. Ya sabemos que un hombre adinerado puede carecer de dignidad, mientras que uno que no tiene, puede ser inmensamente digno, como los pescadores que conocí visitando un pequeño pueblo palafito en la Ciénaga Grande de Santa Marta, que trabajan todo el día para sostener a su familia con muy poco, pero con una dignidad inmensa; como el maestro que sale de Barranquilla y pasa dos horas en moto y otras dos en lancha para llegar a estos pueblos perdidos a enseñar a los niños a escribir y leer. Eso no tiene precio. En Colombia se les paga mejor hoy a los guardaespaldas que a los profesores, y hay, más proporcionalmente; y son los profesores los que nos llevan a sociedades más humanas. Los hijos de esos pescadores tienen derecho a aprender, a estudiar, a pensar una profesión que no sea la de pescador por toda la vida, solo porque sus padres y abuelos lo fueron. Es injusto. ¿Por qué no ofrecer a los jóvenes la posibilidad de hacer cosas muy importantes?

CAMBIO: Cita a Abraham Flexner para decir que crear rivalidades entre conocimientos humanísticos y científicos solo nos lleva a un debate estéril. En cambio, sugiere que, junto a los humanistas, los científicos tienen mucho por enseñarnos sobre la utilidad de lo inútil. ¿Es así? 

N.O.: Eso es muy valioso, es profético porque el utilitarismo de hoy no solo amenaza a las humanidades sino a la ciencia también, porque por cuestión de rentabilidad se hacen investigaciones a corto plazo y el cortoplacismo nunca ha producido grandes investigaciones. Las grandes revoluciones en la ciencia han sido producidas por gente que no tenía presiones utilitaristas. Si tenemos hoy el GPS es porque Albert Einstein creó su teoría de la relatividad, y si un periodista le hubiera preguntado para qué servía su teoría, seguramente él habría dicho que para conocer el mundo, no para hacer el GPS. El GPS es una consecuencia. Hoy pensamos siempre en producir algo en el corto plazo para sacar dinero, y por ahí derecho perdemos la importancia de la buena investigación que no pide rapidez, pide lentitud.

CAMBIO: Los libros y las bibliotecas han sufrido la persecución de regímenes totalitarios desde siempre. Desde los nazis a los talibanes en el siglo XX, la quema de libros ha sido pan de cada día en ciertos periodos. ¿La próxima gran prohibición se la debemos a esto que llaman cultura de la cancelación, que usted ha criticado con vehemencia?


N.O.
: Para mí esta idea de cancelar la historia es una barbaridad, porque la historia no se puede cancelar, se puede criticar, que es lo normal. La función principal de la educación es aprender a criticar. La idea de que hay personas censurando los clásicos y diciéndote: “Tienes que leer esto, pero no esto otro porque no es bueno y esta página tampoco la leas”… esta forma de censura es terrible. ¿Quién puede decir que yo tengo el derecho de censurar los clásicos? En la historia son los regímenes dictatoriales los que siempre han pensado así. Para mí, es regresar a la barbarie; tú puedes criticar algo, pero la historia no se puede reescribir, reescribir la historia es como entrar al mundo de Orwell. En 1984 hablaban ya de un ministerio que reescribía la historia continuamente según los intereses que iban cambiando. Eso es una locura. La historia debe ser respetada y los clásicos siempre nos ofrecen contradicciones. Por ejemplo, un tonto ignorante que compra el Orlando furioso, de Ariosto, que es el clásico básico que le va a permitir a Cervantes escribir El Quijote, si ese lector ignorante lee versos misóginos en ese texto y dice que esos versos toca eliminarlos, borrarlos porque ofenden la dignidad de las mujeres, cae en un error inmenso porque son esos versos justamente los que nos ayudan a entender la locura de la misoginia, y porque, además, en otras páginas del Orlando furioso hay versos en los que se pregunta por qué una mujer que tiene tres amantes es prostituta y un hombre con tres mujeres es un donjuán… Eso es de una modernidad increíble, un clásico te ayuda a entender estas contradicciones. Tenemos que leer integralmente porque elegir una página no te permite comprender todo el conjunto. Por eso, para mí estas operaciones de la cancelación son tan peligrosas.

CAMBIO: Claro, pero, ¿no es paradójico que se cancele en nombre de ideas progresistas?


N.O.
: En nombre del progresismo también se han hecho cosas que han provocado daños enormes al progreso verdadero. El progreso es como un fármaco. La raíz griega de fármaco significa «veneno y remedio», el resultado depende de las dosis. Lo mismo que te salva, te puede matar, es la lógica del fármaco mal empleado. Si te tomas 25 aspirinas, quizá puedas morir; si te tomas tres, te puedes salvar; y esto no significa estar contra el progreso, significa no utilizarlo como un instrumento violento, que nos haga retroceder.

CAMBIO: ¿Estamos más aislados que antes, a pesar de las múltiples redes de conexión que nos acechan a diario desde la virtualidad?

N.O.: Esa es una ilusión de la tecnología. La tecnología te provoca la ilusión de que estás conectado 24 horas con todo el mundo, cuando en realidad estás encerrado en tu habitación, solo. Los jóvenes y la gente hoy creen que la amistad está a la distancia de un clic en Facebook; eso es una banalización de la amistad que, en realidad, exige tiempo, darse un abrazo, una relación cara a cara; la construcción de la vida virtual no tiene nada que ver con la humanidad real y por eso las próximas décadas pueden ser muy peligrosas para nosotros.

 

 

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