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Bada: Cartas desde Alemania – Bomba que te quiero bomba

Colonia fue la ciudad más bombardeada de Alemania durante la segunda guerra mundial: nada menos que 262 veces, treinta y una de ellas en modo bombardeo en alfombra, una vez con nada menos que mil bombarderos. El último ataque fue el 2/III/1945, a dos meses del final de la guerra y con la ciudad convertida en una auténtica ruina. El grandísimo hideputa que fue Goebbels se mofó en público de la caída de Colonia en manos estadunidenses, diciendo que se habían entregado al enemigo las ruinas de la ciudad. Y perdónenme, pero con nazis y demás fascistas no hay que tener reparos en el lenguaje.

El resultado es que muchas bombas que no llegaron a explotar quedaron sepultadas bajo los escombros, durante la reconstrucción y, al menos desde que vivo aquí, desde agosto de 1968, casi no falta semana en que al empezar a cavar cimientos para nuevos edificios no se encuentre una bomba, o restos de la historia romana de la ciudad, o ambas cosas. Y claro, si son bombas eso conlleva que hay que evacuar a la gente que vive en un radio de 500 m a partir de tal “regalo del cielo”.

Una vez una amiga me contó que su hijo se había extrañado mucho al saber por ella lo que conté en mi diario acerca de las bombas sin explotar que se encuentran regularmente en Colonia. Decidí llevar la cuenta con recortes de un diario local y empecé el 7 de abril del año pasado, con el resultado de que, hasta el 14/IV/23, se han desactivado treinta y tres bombas, en dos casos fueron cinco el mismo día, y además el diario se hizo eco de bombas desactivadas en Essen y Múnich. Es decir, treinta y tres bombas en doce meses hace un promedio de ± tres por mes, o lo que es lo mismo, una cada diez días.

En el barrio de Weiß, donde vivíamos, y que se sepa, no cayó ninguna, pero en Sürth, el barrio que le sigue, y a 100 m de la casa de nuestra hija Montserrat, descubrieron una en los momentos más rígidos del confinamiento por la pandemia, y Montse, su marido y el pequeño Henri pasaron el día con nosotros hasta que la desactivaron. Y nuestra hija Rebeca ya ha tenido que abandonar su apartamento una vez, y también nuestra exnuera con su hijo Vincent, nuestro tercer nieto. Siempre se refugian en nuestra casa. Para nosotros es cosa natural abrir el diario y encontrar en la sección local que han vuelto a detectar un Blindgänger (“granada ciega”).

Me basta abrir mi diario del año pasado y buscar la palabra “bomba” para que salgan todas mis anotaciones relacionadas con ella. Así, el 24 de mayo, la pareja amiga con que me reúno los martes para almorzar en una trattoría siciliana en Sürth, llegó retrasada porque en el camino de su casa allá encontraron numerosos atascos de tráfico y supieron que habían descubierto una bomba inglesa de 500 kg sin explotar y que no podía desactivarse, hubo que desalojar el área incluyendo un Kindergarten, una escuela y una residencia para ancianos, y proceder a una “explosión controlada”.

El 18 de julio, hacia las 7 pm, me llamó mi amiga Claudia desde el camping de Rodenkirchen, el barrio al norte de Weiß, y me preguntó si le podía brindar refugio por un par de horas porque cerca de su casa descubrieron una bomba no estallada y los artificieros querían desactivarla antes de la medianoche. Naturalmente le dije que viniera a casa y al cabo de 10 minutos llegó con esa naturalidad con que los colonienses aceptamos este tipo de rupturas de la rutina cotidiana.

Hay más anotaciones, transcribo sólo la del 11 de agosto: “El Rhin está mutando en riachuelo, su nivel en Colonia ha descendido a los 80 ¡¡cm!! con el daño inmenso que eso significa para el tráfico fluvial y sus consecuencias en la cadena laboral de ciertos productos. Pero como éramos pocos y la abuelita salió de noche, ocurre además que al irse las aguas aparecen miles de cosas que yacían en el fondo del río, y entre ellas se encontraron ya granadas y puede que también haya bombas sin estallar, los tristes souvenirs de la segunda guerra mundial.”

 

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