Sobre héroes y tumbas
Una hermana mía seguía con interés, por la radio, los aconteceres en la Asamblea Nacional, el pasado sábado 5 de enero. De repente, se molesta, y al preguntarle por qué, menciona que acaba de declarar uno de los dirigentes más conocidos de la oposición, cuyas palabras ni se entienden ni mucho menos se justifican.
No voy a mencionar al autor, porque sería más de lo mismo, el hombre es todo genio y figura, y además porque contribuiría, sin desearlo, a esa especie de plaga bíblica vestida con ropaje opositor, que transita hoy las redes sociales -en especial Twitter y Whatsapp- y cuyas peculiares tablas de la ley condenan al peor de los infiernos a aquel –también opositor- que no comparta sus posturas ideológico-biliares.
Constato que, en efecto, en Whatsapp están gozosamente descuartizando al personaje. Lo quieren enviar casi literalmente a la tumba.
Minutos después finalizan los actos parlamentarios con el esperado nombramiento del joven ingeniero Juan Guaidó como presidente de la única institución de elección popular y democrática que a duras penas, heroicamente, sobrevive bajo la actual dictadura chavista.
Hay que desearle la mejor de las suertes al joven presidente parlamentario, porque de su gestión dependerá en mucha medida el resultado de la confrontación republicana contra la tiranía.
Paso a constatar, gracias al incesante tráfico de mensajes que mi celular recibe, que Guaidó levanta nuevas expectativas en el pueblo opositor; el recién electo presidente parlamentario da un buen discurso, dice lo que muchos piensan y desean. Es el héroe del día; el nuevo Cid Campeador criollo, luego de que la arena de confrontación haya tenido que ser abandonada por campeones anteriores, o bien por estar en el exilio, o en la cárcel, o porque simplemente, como decimos por estas tierras, “se dejaron de eso”. Como el líder que mencionábamos al comienzo, dedicado diligentemente a promover divisiones y pugnas.
Hay que desearle la mejor de las suertes al joven presidente, porque de su gestión dependerá en mucha medida el resultado de la confrontación republicana contra la tiranía. No está solo; lo acompañan una hoja de vida admirable, el apoyo decidido de las democracias más importantes del planeta, de instituciones democráticas regionales e internacionales, de grupos reconocidos de derechos humanos, de los alertas y análisis de la prensa internacional, silenciada como está la nativa. Y también millones de venezolanos que ven un rostro novedoso, una figura al parecer no contaminada por las indecisiones, dudas, silencios y vacilaciones de algunos de sus antecesores en el cargo.
Pero requiere de un hecho fundamental, necesario y exigido desde hace tiempo: que los dirigentes de la oposición partidista, o bien se unan y acompañen sus esfuerzos, o se aparten, como de hecho ya están muchos de ellos apartados de las simpatías populares –ver encuestas- y lo dejen trabajar.
La Asamblea Nacional es desde el 2015, por decisión mayoritaria, abrumadora, de los venezolanos, el bastión fundamental de defensa de la constitución y de los valores que ella representa en la lucha contra la dictadura y sus apoyos castristas. Los venezolanos nos acostumbramos a seguir sus luces jurídicas, primero con la de más larga duración, la de 1961, que viera la luz gracias al acuerdo democrático que inició el tránsito de 40 años de democracia nacional, y luego con la de 1999, surgida más bien por caprichos del tirano fallecido (“un producto marginal y muy deficiente”, en palabras de José Ignacio Hernández), pero que luego él mismo sometiera a ataques y violaciones constantes.
Hoy, para la dictadura, la constitución es un papel sin valor alguno. Por ello, se aprestan este jueves 10 a “nombrar” a Maduro nuevo presidente para el periodo por estrenarse. Lo que no saben (o no se quieren dar por enterados) es que ese nombramiento tiene el mismo valor que el que ellos le dan a la Carta Magna.
La importancia de no actuar a trancas y barrancas, sino seguir los caminos que señala la ley para la lucha por venir, fue destacada en un excelente documento de los docentes de la Cátedra de Derecho Constitucional de la Universidad Central de Venezuela, titulado “El despotismo apunta a la disolución de la República”. Ni más ni menos. La tiranía desea convertir nuestro país en una especie de gran refugio para bucaneros y malandros, como isla del Caribe sin ley civilizada en aquellas aventuras de corsarios tan presentes en la infancia. O como la hermana Isla esclava de la tiranía castrista, hoy en proceso de revisarse el maquillaje para seguir aparentando galas y donaires que ya no posee.
Ante esta dramática situación, el artículo 333 de la Carta Fundamental ha sido activado.
Los venezolanos debemos seguir la propuesta de nuestros constitucionalistas, en el sentido de “Asumir el deber republicano que deriva de los artículos 138, 333 y 350 de la Constitución que habilita a cualquier ciudadano, esté investido o no de autoridad, para asumir la defensa, protección y garantía de la constitucionalidad. Ante esta dramática situación, el artículo 333 de la Carta Fundamental ha sido activado. Por tanto el liderazgo político del país se debe unir y movilizar para activar a la sociedad democrática en la defensa de la institucionalidad y sus propios derechos fundamentales”.
Una vez más, en castellano claro y conciso: se requiere que el liderazgo político se una y movilice. Que acompañe y apoye al nuevo presidente de la AN. ¿Cuántas veces más habrá que repetirlo?