Soledad Alvear: Gracias, Don Patricio
Patricio Aylwin, un político y un hombre excepcional, que afrontó con singular fortaleza y acierto cada una de sus encrucijadas. Participó en los inicios de la formación del PDC y varias veces fue su Presidente.En esta calidad fue el “escudero” leal del Presidente Eduardo Frei Montalva. Presidente del Senado, uno de los líderes de la oposición a la dictadura. Brillante primer Presidente de la República elegido cuando Chile recupera la democracia.
Cuando el lenguaje de la política se ha ido tornando vacío, concentrado en las formas, exento de deliberación, a lo más provisto de eslóganes de fácil repetición y corta profundidad y sin dejar ver su visión del hombre y del universo, Don Patricio jamás ocultó la suya. En su proclamación como candidato a la Presidencia en 1989, le dijo al país: “Soy de clase media, amante de mi familia y mi Patria. Creo en Dios. Creo en el hombre. En la dignidad del ser humano… Por ser cristiano, busco primero el reino de Dios y su justicia y espero que lo demás llegue por añadidura. Por ser demócrata, creo en la capacidad del pueblo a decidir por sí mismo su destino, defiendo la libertad de mi adversario y he aprendido a respetar siempre las opciones discrepantes de las mías…Soy demócrata cristiano, porque creo en los valores y principios del humanismo cristiano”.
En esta declaración vimos a un hombre, a un político, que fue respetado. Supimos quien fue. Para deliberar, para confrontar posiciones, para guiar, para liderar, para profundizar la democracia, para reencantar a los ciudadanos en la política, lo primero que tenemos que hacer es decir en qué creemos, qué nos mueve, con voz fuerte y clara. Y Don Patricio lo hizo, siendo además coherente.
Tres convicciones profundas lo marcaron. Su opción preferencial por los pobres, los débiles, los marginados. Su convicción democrática, su fe en el autogobierno, en el estado de derecho, en la libertad, en el respeto a los derechos humanos. Su tercera convicción es la paz. Don Patricio puede ser considerado el padre de la reconciliación. Recibió un país fracturado en dos; nos dividían entre amigos y enemigos y entregó uno donde la reconciliación comenzaba a ser posible. Su manifestación más explícita fue la creación de la Comisión Rettig, para hacer verdad sobre los crímenes y delitos cometidos en dictadura. Para que un político sea completo, se requiere calidad humana. A Don Patricio le sobró: su sencillez (vivió siempre en su misma casa ), su valoración por las personas y el orgullo y preocupación por la señora Leonor a quien le declaró su amor hasta sus últimos días, y por cada uno de los integrantes de su familia. Su honestidad, su capacidad de escuchar y dialogar, su modestia y su coherencia entre la vida pública y privada. Es el político con quien trabajé que más admiro. He intentado en mi vida pública modestamente seguir sus enseñanzas.
La vida de Don Patricio es la de quien se hizo tempranamente la pregunta que Kennedy hizo célebre: su vida ha sido la aventura de responder constantemente a la pregunta acerca de en qué podía servir a su país. Y vaya que lo hizo. Gracias Don Patricio.
SOLEDAD ALVEAR: abogada de la Universidad de Chile. Ex-ministra de Justicia y de Relaciones Exteriores.