Somos la resistencia
Aquí se trata de revolucionar las instituciones y transformar el régimen para crear una casta hegemónica nueva
Una de las características de los totalitarismos es que el Gobierno es también la oposición. A la vez que asumen el mando toman el lenguaje de los opositores. Es la ‘Juventud Rebelde’ de Fidel Castro, o el ‘Partido Campesino’ de la dictadura de Alemania del Este. En Occidente, y con especial incidencia en España, esos totalitarios gubernamentales se hacen pasar también por ‘la resistencia’. Dicen que luchan contra el neoliberalismo y el patriarcado, se presentan como contraculturales y alternativos, asumen posturas activistas y aprenden palabras y coreografías. Pero es falso, no se resisten al poder porque ellos son el poder.
El ejército de intelectuales y periodistas orgánicos, de culturetas subvencionados, es tan numeroso que se pierde en el horizonte. Son progresistas, feministas, ecologistas, antiliberales, democratistas -que no demócratas-, igualitaristas y, sobre todo, les encanta la ingeniería social. Al tiempo que reman a favor del viento, que sirve para consolidar la mentalidad izquierdista y a su Gobierno, se dicen a sí mismos ‘la resistencia’ para ocupar el espacio lingüístico y político de la oposición.
Son los mismos que enarbolan el nuevo puritanismo. Los inquisidores de piel fina que se lanzan contra el que osa contradecir, poner en duda o tan siquiera no repetir los mandamientos progresistas. Son esos que repiten las consignas gubernamentales, ya sean sanchistas o podemitas, como si fueran suyas, y les añaden las dosis adecuadas de odio y de insultos. Son los mismos que se exaltan si la derecha asoma la cabeza en una institución, pero callan cuando participan en el asalto de la izquierda a la administración.
Pertenecen al régimen incipiente, a ese mismo que atufa a totalitarismo, que no se detiene a la hora de colonizar el Estado
Por eso no son ‘la resistencia’. Pertenecen al régimen incipiente, a ese mismo que atufa a totalitarismo, que no se detiene a la hora de colonizar el Estado, de cambiar las leyes para satisfacer a sus amigos golpistas e independentistas, que asume el discurso contra el orden constitucional y lo presenta como el verdaderamente democrático.
Ahora dicen que todo es antiguo, que hay que cambiarlo en el sentido del ‘progreso’. Pero, ¿quién dicta el progreso? ¿Ellos? ¿Qué es ese progreso, asumir el dogma izquierdista? ¿Quién ha dado a la izquierda la patente para dictar a todos el futuro? No voy a entrar en la explicación del paradigma de Gramsci, ni en el leninismo cultural, ni en la derrota preventiva de la derecha. Lo que sí está claro es que han pervertido la idea de progreso, que no es nada más ni nada menos que la Libertad. ¿Cómo va a ser progresista luchar por una sociedad igualitaria dictada por un Gobierno donde se sacrifique la libertad individual? ¿Es que creen que un Estado omnipresente y todopoderoso que regule toda la vida pública y privada es libertad o progreso?
Demoler el ‘régimen del 78’
Lo progresista, dicen, es la República. Mienten. Lo que hay detrás no es un cambio de la forma de Estado, sino de régimen. Por eso Podemos en voz alta y el sanchismo en silencio tratan de demoler el ‘régimen del 78’, que va más allá de que la Jefatura del Estado sea electiva. Pretenden constituir una casta política hegemónica que gobierne en exclusiva. Para ello cambian el paradigma político y las leyes, controlan la administración, la educación y los medios.
Si solo fuera una cuestión de votar cada cuatro o siete años la jefatura del Estado no estaríamos en este debate sobre el sentido de nuestro sistema político. Estos quieren meter al Rey en un armario para hacerse con el Poder, con ese mando que permite someter por la obediencia voluntaria o coactiva a los disidentes, a la auténtica resistencia. De ahí que deseen controlar el Poder Judicial, que es casi lo único que queda junto a alguna autonomía, y para eso insultan a la oposición y a todo aquel que alerte sobre la verdadera batalla cultural en la que estamos metidos.
Su intención y su reacción: pretenden desautorizar al Rey para cargarse la monarquía parlamentaria, y romper así de raíz el sistema
¿Por qué Alberto Garzón, ministro de la nada, ha saltado contra el Rey? ¿Por qué reclama un jefe del Estado neutral? ¿En serio cree que un presidente de la República sería neutral? No entro en la insondable ignorancia de este comunista, sino en su intención y su reacción: desautorizar al Rey para cargarse la monarquía parlamentaria, y romper así de raíz el sistema.
No se confundan. Aquí no se trata de la forma de Estado, y menos de cambiar de lugar a unos muertos y de resignificar un columbario, sino de revolucionar las instituciones y transformar el régimen para crear una casta hegemónica nueva. Por eso cambiaron el eje del consenso desde los partidos de la Transición a los partidos de la ruptura. Sería un paso atrás en nuestra historia, la vuelta a fórmulas autoritarias, a desdecir la Transición, a ser un país fuera de Europa. Esta es nuestra guerra, la de resistir la invasión mediática, cultural y política de estos totalitarios. La resistencia somos nosotros.