Taiwán. Una reflexión
Confieso que ignoro mucho sobre Taiwán, pero he tenido conocimientos de la entereza de ese pueblo en la defensa de sus convicciones políticas desde los tiempos en los que la inolvidable revista Bohemia de la Cuba Republicana elogiaba la firmeza de una isla llamada Formosa ante las intenciones de la República Popular China de someterla.
Para los cubanos de mi generación Formosa es una isla heroica. Los chinos anticomunistas bajo el comando de Chiang Kai-shek, sin entrar en consideraciones sobre la personalidad y actuaciones del general, buscaron refugio en una isla próxima al territorio continental en la que fundaron un estado con características propias, muy diferentes a las de la República Popular China, donde se había entronizado el comunismo con todo lo que implica de maldad y terror.
Aunque durante el Castrismo en Cuba se estableció una férrea censura de prensa e ignorábamos lo que ocurría en el mundo, intentábamos aproximarnos a la realidad por la lectura de los contrarios como decía Aquilino Álvarez Triana, que consiste, en pensar lo opuesto a lo que publica la prensa oficial, en la que Taiwán e Israel eran la antesala del infierno y Estados Unidos su recinto principal.
Entendimos mucho más la complejidad de la situación cuando el régimen castrista elogió a Richard Nixon por visitar a la China de Mao Tse-tung y Washington y Pekín restablecieron relaciones, afectando esto en numerosos aspectos a Taiwán, incluyendo su incomprensible ausencia en Naciones Unidas.
Taiwán ocupo en la mente de muchos de nosotros un importante espacio. Recuerdo que en una ocasión discutimos en la cárcel si hubiera sido viable que los cubanos anticastristas nos hubiéramos asentado en Isla de Pinos y allí establecer una especie de santuario de la resistencia tal como habían hecho los taiwaneses en Formosa.
La República de China ha marcado pautas importantes en los tiempos contemporáneos tanto en lo económico como en lo político. Su promedio de riquezas está por encima de la mayoría de los países en la región de Asia y el Pacífico y muy parecido al de Europa Occidental, según el Informe de Riqueza Mundial publicado por el Instituto de Investigaciones de Credit Suisse.
Con el transcurso de los años la rivalidad entre la China Libre, Taiwán, y la comunista ha crecido, realidad que se aprecia aun más en el contexto de la pandemia del Coronavirus. Taiwán atajo con éxito las consecuencias del virus, y hasta denunció la negligencia de la Organización Mundial de la Salud, OMS, en el manejo de la situación.
Tanto Pekín como Taipéi tienen presencia en América Latina. La política de una sola China, auspiciada por la primera implica el reconocimiento de que existe un único estado en el mundo llamado China, cuyo representante es el gobierno de Pekín, propuesta que aceptan los países que mantienen relaciones diplomáticas con Pekín y no con Taiwán, a la que China considera parte del territorio nacional.
La China de Mao y de Xi Jinping ha instrumentado una ofensiva diplomática y comercial en todo el hemisferio. Pekín ha sido un aliado natural de las dictaduras de Cuba, y Venezuela, pero en los últimos años como consecuencia de su ofensiva comercial ha establecido relaciones con naciones democráticas como Panamá, Santo Domingo y Costa Rica, entre otros.
Sin embargo es muy importante apreciar que en estos dos últimos países existe entre la población un marcado interés por renovar los lazos con la Taiwán.
El Nuevo Diario informa de una encuesta realizada en Santo Domingo en la que el 71 por ciento de los ciudadanos está de acuerdo con tener relaciones normales con Taiwán.
Otra muestra, en Costa Rica, refleja que el 32,6% de los ciudadanos apoyan la renovación de relaciones plenas con Taiwán, el 22% expresan el deseo de tener relaciones normales con Taiwán y China, y un por ciento aun mayor dice no tener conocimiento sobre el asunto. Vale la pena destacar que una encuesta de la firma OPol Consultores, presenta que el 50% de los costarricenses apoyan al diputado Dragos Dolanescu en su propuesta de que solo Costa Rica debe decidir si renueva relaciones diplomáticas con Taiwán, en base a los valores democráticos que ambos gobiernos comparten, un concepto que debería ser el foco central en la relación entre los gobiernos electos libremente por sus pueblos.