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¿Terminará Cuba pareciéndose a Haití?

Cuba comparte ya con Haití el título de países más pobres del continente y emula con el África subsahariana.

Inmigrantes haitianos llegados a Cuba por error, 2022.
Inmigrantes haitianos llegados a Cuba por error, 2022. AFP

 

A principio de los años 90, en pleno «Periodo Especial», conversando en La Habana con un buen amigo mío le comenté en privado que en Cuba se estaba iniciando un proceso de «africanización» en cuanto al nivel de pobreza y retroceso socioeconómico.

Estuvo de acuerdo. Y convinimos en que teniendo en cuenta la ubicación geográfica de la Isla, más bien estábamos en el inicio de una especie de «haitianización» de Cuba, considerando el hambre, el malvivir y la escasez insólita de todo que estaba azotando al pueblo cubano luego del destete de la economía cubana de su rolliza nodriza soviética.

Al desintegrarse la URSS, el Producto Interno Bruto (PIB) de Cuba se desplomó en un 35%. La economía se hundió en la peor crisis conocida desde su independencia. En los 31 años de «hermandad cubano-soviética» Moscú entregó a los Castro unos 115.000 millones de dólares, incluyendo todo el petróleo que se consumía, y armamentos en gran escala. Aquello superó financieramente al Plan Marshall de EEUU para reconstruir toda Europa después de la Segunda Guerra Mundial.

Pocos años después de la debacle por el fallecimiento del tío soviético Volodia, y como salido del sombrero de un mago, en Caracas apareció en escena el populista procastrista Hugo Chávez, quien después de atornillarse en el poder comenzó a subsidiar con sus petrodólares al régimen de La Habana, y a regalar el 66% del petróleo que consumía Cuba, mientras también los Castro enviaban a Venezuela miles de médicos para confiscarles hasta el 90% sus salarios en divisas. Encima, el régimen castrista reexportaba gasolina venezolana regalada y ganaba con ello unos 700 millones de dólares de ganancia anuales.

Así la narcodictadura chavista evitó el colapso de la economía cubana. Pero con la tutoría castrista la bonanza económica venezolana se acabó en 2016, y esa nación se sumergió en la peor crisis económica de su historia republicana.

Cuba regresó entonces a los años 90, y en peores condiciones, pues ahora la infraestructura y la planta industrial del país estaban más destartaladas, había menos fuerza de trabajo calificada, y la agricultura producía menos.

Haití y Cuba hermanadas: los países más pobres de Occidente

Por eso hoy la Isla comparte con Haití el título de países más pobres del continente, y emula con el África subsahariana. Ese es un rasgo de la «haitianización» de Cuba, que es un proceso en marcha. O sea, no se trata de comparar ya hoy cómo se vive hoy en Haití y en Cuba.

Los cubanos, al menos en estos momentos, no viven como los haitianos. Además, por ahora hay otra diferencia entre ambos países. En Haití el Estado hoy está al borde del colapso. Reina el caos con pandillas armadas que siembran el terror en las calles y controlan cada vez más al país.

En lo que va de 2025 esas hordas bárbaras han asesinado a 4.000 personas, incluidas 465 mujeres y niños. Más de un millón de haitianos han abandonado sus hogares para escapar de la muerte y las atrocidades de esas pandillas que evocan a los hunos de Atila en el siglo V.

En Cuba, el Estado-Nación formal ya no existe, pero fue sustituido por un Estado mafioso, que el experto cubano Juan Antonio Blanco define como «una elite cleptocrática y autocrática» que «ejerce el poder real de forma exclusiva y promueve sus intereses particulares por encima de todo interés nacional, después de haber sometido a la obediencia incondicional a las instituciones armadas y judiciales».

Estado mafioso que controla, pero es incapaz de gobernar

En efecto, el Estado cubano de la llamada «revolución» y su sistema de gobernanza fidelista fue engullido por la mafia militar raulista que erigió un Estado paralelo, privado y corporativo, por encima del Estado formal, del Gobierno, y del mismísimo Partido Comunista, que según la Constitución es la máxima instancia de poder. Mangonea a la Asamblea Nacional, y a las Fuerzas Armadas, cuyo jefe supremo, también constitucionalmente, es Miguel Díaz-Canel, un «presidente» de la República pelele, sin poder real alguno.

Ese Estado paralelo reprime enfermizamente, como nunca antes, a quienes osan criticar a ese régimen delincuencial, que ya amasa una fortuna privada de 18.000 millones de dólares mientras los cubanos pasan hambre y viven en la miseria.

Sin embargo, si bien es cierto que esa claque dictatorial mafiosa controla el país a sangre y fuego, también es cierto que en materia de gobernanza es lo peor que ha tenido Cuba nunca.  En el Gobierno castrista actual se imbrican la mala entraña, la ambición desmedida, el divorcio del pueblo, el anticubanismo, la falta de talento y de sentido común, y la falta de cohesión en el liderazgo político para siquiera enfrentar la crisis devastadora que está acabando con Cuba.

Es por eso que lo que hoy aún puede considerarse una metáfora literaria, se empieza a perfilar como una posibilidad real: Cuba pudiera convertirse en una especie de Haití light. Por lo pronto, ya ese país vecino es el que más se parece a Cuba. Ambos conforman el dueto de naciones más pobres y atrasados del hemisferio occidental.

Descomposición social y la mayor violencia en la historia cubana

Hay en Cuba un incremento asombroso de la violencia y la criminalidad, algo nunca antes visto en la Isla. Por robar un teléfono móvil, una bicicleta o cualquier objeto de valor, asesinan a cualquiera en plena calle. Se están erosionando los cimientos de la convivencia social, la decencia, los pilares de la modernidad y la cultura occidental.

Hay un resquebrajamiento de lo que fue Cuba antes del diluvio castrocomunista, una gradual descomposición de soportes en los que se afincan el Estado moderno y la sociedad, ya en el siglo XXI.

Con esa descomposición paulatina de la Cuba occidental no es descabellado hablar de un proceso de «haitianización» en Cuba. Pero para precisar mejor por qué hablo de un posible Haití light echemos un vistazo a la historia haitiana.

Con el nombre de Saint-Domingue fue el primer país de América Latina en liberarse del colonialismo europeo (de Francia). Inspirado en la Revolución Francesa, el general Toussaint Louverture, un haitiano exesclavo se alzó en armas, liberó a los esclavos, y encabezó la lucha por la independencia, que se logró el 1 de enero de 1804, tres meses antes de Napoleón coronarse como emperador (18 de mayo de 1804). Se adoptó el nombre de Haití, que significaba «tierra de montañas» en lengua arahuaca, la que hablaban sus primitivos pobladores.

Durante las sangrientas rebeliones independentistas murieron más de 200.000 personas. Los esclavos liberados destruyeron 200 ingenios azucareros y 1.200 cafetales. Y Haití pasó de mayor productor y exportador mundial de azúcar y de café a fines del siglo XVIII a ser un país en ruinas. Y ya sabemos que, con el derrumbe azucarero y cafetalero en HaitíCuba se convirtió en el mayor productor y exportador mundial de azúcar y café. De muy alta calidad, por cierto.

Luego Haití fue martirizado por autocracias y dictaduras, en medio de un clima violencia atroz. Entre 1845 y 1915 hubo 22 presidentes y 21 de ellos fueron asesinados o derrocados. Y entre 1886 y 2024 hubo 12 presidentes, cuatro fueron asesinados y los otros seis desalojados del poder.

Pero la peor desgracia fue la tiranía dinástica de Francois Duvalier (Papá Doc) y de su hijo Jean-Claude. En 13 años (1958-1971) Duvalier padre y sus milicias Tonton Macoutes («El Hombre del Saco») asesinaron o hicieron desaparecer a unas 150.000 personas. Su hijo Jean-Claude Duvalier, al convertirse en dictador con solo 19 años de edad, continuó asfixiando a los haitianos, hasta su derrocamiento en 1986. Malversó más de 600 millones de dólares del paupérrimo Tesoro Público.

Como se observa, el haitiano es el pueblo que más ha sufrido en América Latina, y merece la solidaridad y el apoyo de toda la comunidad internacional.

Pero, ojo, en la isla «más fermosa que ojos humanos vieron…» de seguir las cosas cómo van puede que ambas naciones se parezcan más. Y así será si la cofradía militar que ostenta el poder no mueve fichas en lo económico, social y político. Aunque, a decir verdad, la única solución justa y edificante es echarla del poder.

Mientras tanto, esa claque dictatorial aglutinada en torno a GAESA sigue agravando la crisis humanitaria que azota a los cubanos. Continúa desbrozando el camino hacia la «haitinización», o más exactamente hacia un Haití light.

 

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