Todo es mentira
Hacer dos debates iguales en menos de 24 horas era una idea absurda y el resultado ha sido ese: el absurdo. El segundo encuentro entre los cuatro presidenciables de los principales partidos ha sido, sencillamente, horrible. Interrupciones, descalificaciones, mentiras y bochorno. Los cuatro hombres que aspiran a llegar la Moncloa han ofrecido un debate tenso, trabado e inútil. Todos han perdido y los indecisos es posible que están más cerca de la abstención que de elegir alguna de las papeletas que representan Casado, Sánchez, Iglesias o Rivera. Cuatro hombre dando voces, insultándose, interrumpiéndose y con una muestra de tensión impropia para quien quiere dirigir un país son un espectáculo que poco aporta a la democracia y mucho al ruido. La televisión se ha impuesto al debate, al intercambio de ideas. Hemos visto un Sálvame, un Chiringuito, un bochorno.
Contenidos de las propuestas al margen, Rivera, que en el debate de TVEsuperó a Casado y se impuso, hoy se ha mostrado tenso, nervioso e impertinente. Sánchez, que salvó los muebles en casa de la ‘albacea’ Rosa María Mateo, se ha mostrado soberbio, altanero, arrogante y con un papel absolutamente impropio de un presidente. Casado, mejor que en la televisión pública, tampoco ha sabido mantener un tono constructivo y de alternativa. E Iglesias, pese a quien pese, ha sido técnicamente el mejor. Evitando el cuerpo a cuerpo, ofreciendo sus propuestas y mostrando un lado conciliador en busca del voto del ala izquierda moderada del PSOE.
La televisión se ha impuesto al debate, al intercambio de ideas
Trilero, mentiroso, irresponsable, impertinente… Estos insultos se han dedicado los candidatos. Esto se han llamado entre los cuatro hombres de los que saldrá el próximo presidente del Gobierno. Llegará a la Moncloa uno de los que se ha mostrado incapaz de compartir un espacio de diálogo. Y esto, más allá de la anécdota, es un problema. Estos cuatro hombres han convertido a sus rivales políticos en sus enemigos. Y con estos bueyes habrá que arar los próximos cuatro años. La incapacidad de hacer política, de alcanzar acuerdos, de tener altura de miras genera una desconfianza en las instituciones y una incertidumbre que son fatales para generar oportunidades, empleo y riqueza. Y una crisis se asoma a la ventana.
Después del debate de hoy, se aleja la opción de cualquier acuerdo estable. Los partidos son clubes de fans histéricos, ultras de fútbol a los que les alegra tanto o más el fracaso del rival que el crecimiento propio. España no se merece esto. Ante los retos que se presentan hace falta consensos y diálogos, espacios de entendimiento. En el debate de Atresmedia ha habido un grupo de hooligans. Excepto, quizás, el más radical de ellos, Pablo Iglesias, que ha sabido encontrar su hueco para intentar exponer sus ideas a sus potenciales votantes.
Los cuatro candidatos han convertido a sus rivales políticos en sus enemigos y se aleja la opción de cualquier acuerdo estable
Quienes dicen que el debate es un derecho, aquí tienen el resultado. Este encuentro en Atresmedia ha mostrado el nivel. Y fuera, mientras tanto, Vox se ha frotado las manos. Han salido limpios de barro porque no les han dejado, para su alegría, participar en la pelea.