Tomás Linn, “Tabaré se acercará a Argentina cuando no esté el kirchnerismo”
“Lo que sí se vislumbra es una tensión entre “caudillos” dentro del Frente Amplio que podrá afectar el funcionamiento del propio gobierno”. Tomás Linn, columnista del semanario uruguayo “Búsqueda”, del periódico argentino “La Nación” y profesor de la Universidad Católica de Montevideo, anticipa los tiempos nuevos del flamante Gobierno uruguayo y la convivencia dentro de la alianza de Gobierno y de sus dos “pesos pesados”.
“El Frente está dominado por dos líderes de enorme peso. José Mujica a un lado y Tabaré Vázquez a otro. Son diferentes en todo: en estilo personal, en forma de hablar, en historias personales (si bien los dos vienen de origen humilde) y en maneras de ver el mundo”, advierte Linn.
“Los dos -continúa- son personalidades fuertes. Los dos tienen un enorme arraigo popular. Mujica dedicó sus últimos días a hacer demostración de popularidad y hasta pareció opacar el hecho de que el protagonista, ahora, es otro. Hay una suerte de vanidad “humilde” en su proceder. Para colmo, la presencia del director Kusturica filmando un documental sobre él, llevó a que el ex presidente marcara sus rasgos más salientes al punto que de tanto enfatizar en ellos uno empieza a dudar sobre cuán genuinos son”.
Los pronósticos de Uruguay, “lo que ocurra en el futuro inmediato, -observa- dependerá de cómo se entiendan estas dos figuras, una desde la presidencia y otra desde el Senado (donde Mujica lidera al sector más grande entre los que conforman el Frente). Habrá una lectura ideológica respecto a cómo se desarrolle esa relación. Pero, en el fondo, son dos líderes de enorme personalidad dispuestos pelear su terreno y no cederlo. Y ello, pese a la edad de ambos (79 y 75 años), como si tuvieran un largo futuro por delante”.
-La austeridad del ex presidente José Mujica marcó su Gobierno. ¿Fue eficaz su gestión?
Mujica potenció esa característica y la convirtió en parte de su relato. Pero no fue un presidente eficiente. Por fortuna, no cometió las barbaridades en lo económico y en lo institucional de presidentes como Cristina Fernández de Kirchner y Nicolás Maduro. En tiempos de una bonanza tan generosa, no hacer desastres no es un legado.
-¿Cuáles fueron sus principales asignaturas pendientes?
Prometió hacer una gran reforma del Estado y no lo hizo, apostó a cambiar un sistema educativo deteriorado y lo entregó aún peor… También prometió y habló mucho durante estos años de mejorar la infraestructura vial y ferroviaria y no hizo nada. En ancas de la bonanza tuvo muchas oportunidades para tomar medidas que modernizaran la productividad del país y así generar fuentes de trabajo mejor pagadas y otra calidad de vida y no lo hizo.
-¿Acertó con las políticas sociales?
Uso muchos recursos para políticas sociales, cosa que era urgente y necesario hacer. Pero aunque la gente de su gobierno lo niega una y otra vez, esas políticas fueron más de tipo asistencialista, con lo cual no ayudaron a la gente más pobre a salir de su situación con mejores herramientas. Mujica ha sido un presidente querible, su carisma es impresionante y a diferencia de otros ex presidentes, nunca generó mucho rechazo. Pero eficiente no fue.
-¿Habría sido un acierto cambiar la matriz del sistema educativo y priorizar la enseñanza de oficios superando la intelectual como sugería Mujica?
El problema del sistema educativo uruguayo, hoy, es su rigidez. A todo el mundo se le enseña lo mismo, el mismo día a la misma hora. Quizás funcione (y no demasiado) en la clase media. Pero no en los sectores más pobres que terminan, de hecho, siendo excluidos de la enseñanza. No sé si priorizar, pero alentar con firmeza la enseñanza de oficios es importante. Es la forma de permitir que muchos jóvenes salgan al mercado laboral bien preparados, con aprendizajes sólidos y dispuestos a trabajar en cosas que les gusten, que los estimulen y que impliquen buenos sueldos. No todo el mundo tiene que ser intelectual. Lo importante es que estén calificados para lo que hacen.
-¿Qué balance hace de la gestión de José Mujica en términos políticos y económicos?
Considerando la generosa bonanza que tuvo el país, la gestión dejó mucho que desear. Mujica no hizo gran cosa, tampoco hizo ningún desastre. Se recibieron inversiones grandes pero sigue faltando infraestructura para apoyarlas. Los mensajes fueron contradictorios. Por momentos se alienta la inversión, por momentos se la carga con impuestos y se la desalienta. Arremetió, más en la retórica que en los hechos, contra el Poder Judicial y al igual que algunos vecinos asume ese discurso de que hay una politización de lo judicial.
-¿Acierta o se equivoca con esa visión?
En realidad, al tener una mayoría muy cómoda en el Parlamento, este poder no actúa como contrapeso y control del Ejecutivo. A veces saca leyes mal preparadas que violan disposiciones constitucionales. Es ahí cuando el Poder Judicial cumple ese rol de contrapeso y vigilancia. Está bien. Cuando un poder no lo hace, le toca al otro cumplir esa tarea. Para eso están. Pero a Mujica le costó entender esto.
-Mujica y Tabaréz Vázquez convencen en las urnas…
Una mayoría muy amplia les apoya y tienen sus razones para hacerlo. Tienen gran capacidad de convocatoria, como el Frente Amplio en su conjunto. En estos 10 años los partidos opositores no han sabido reaccionar, no tienen respuestas claras, no ofrecen una alternativa diferente y seductora y se los ve muy paralizados.
-¿Tabaré Vázquez se verá forzado a cambiar su estilo moderado y a girar más a la izquierda debido a las cuotas parlamentarias de los sectores más radicales que conforman el Frente Amplio?
Se suponía que con Mujica se iba a producir ese giro a la izquierda y sin embargo, más allá de algunos aspectos puntuales, no lo fue tanto. Hay una tensión en el Frente, que siempre está a punto de estallar y romper a ese grupo político, aunque nunca ocurre. Hay una mayoría más volcada a la izquierda en el Parlamento, es verdad, pero como figura personal, Vázquez tiene un peso enorme y ha sabido usarlo para compensar cualquier desequilibrio. El presidente conformó un gabinete a su imagen y semejanza. Moderado y trabajador. Lo presentó al día siguiente de ganar la segunda vuelta, sin haberlo consultado con los diferentes grupos que integran el Frente Amplio y con el claro objetivo de tomarlos a todos por sorpresa e impedir presiones y capacidad de reacción. Todo indica que ese será su estilo.
-¿Esperan cambios en la política económica?
La conformación del equipo económico de Tabaré Vázquez es una señal de que el presidente se prepara para tiempos difíciles. Ya hay indicios y la inflación, si bien no se desbocó, está más alta. El precio internacional de la soja ha bajado y la situación de los países vecinos no es alentadora. Por lo tanto poner a Danilo Astori como ministro de Economía (lo fue en su primera presidencia y luego fue vicepresidente de Mujica) indica que a Vázquez le preocupa el contexto y no quiere arriesgar con giros temerarios a la izquierda o adonde sea.
-¿Qué opinión tiene sobre los lineamientos de la política exterior durante el gobierno Mujica y los cambios que vendrán con Tabaré Vázquez?
Mujica, como ningún otro presidente antes y del partido que sea, se alejó mucho de la tradición uruguaya en política exterior. Para un país apretado entre dos gigantes, la estrategia de los equilibrios ha sido crucial. Mujica tendió a alejarse de ese camino. Por cierto, se acercó más a Brasil, un poco a causa de su imposibilidad de mejorar las malas relaciones con Argentina. Esfuerzos hizo (aunque también tuvo deslices graves a causa de algún grabador abierto) pero la única posibilidad que tiene Uruguay de recomponer sus lazos con Argentina surgirá el día que el kirchnerismo no gobierne más ese país. Vázquez fue más frontal con Argentina, y no le fue bien. Mujica fue más dialoguista, comprensivo y bien dispuesto. Pero tampoco así le fue mejor.
-¿Cómo entendió Mujica bloques como Mercosur (Mercado Común Suramericano) y Unasur (Unión de Naciones Suramericanas)?
Politizó un Mercosur muy desvirtuado al punto de preferir la desafiliación de Paraguay para dar entrada a Venezuela. La excusa fue la caída del presidente Lugo, en un juicio político promovido por el parlamento paraguayo. La jugada de la oposición paraguaya pudo haber sido dura, tosca y fuerte, pero no hizo nada que no estuviera previsto en su constitución. Para ellos, lo de Paraguay era dictatorial, lo de Venezuela no. Mujica justificó su decisión, tomada con fuerte presión de Cristina Kirchner y Dilma Rousseff, diciendo que a veces “lo político está por encima de lo jurídico”. La afirmación fue muy grave porque allí dejó entrever un cierto desprecio a la esencia de un Estado de Derecho. Uruguay también afianzó, con Mujica, a la Unasur que no es un organismo integrado por estados, sino un club de presidentes amigos entre sí, que se defienden en las malas. Una logia.
-Mujica simpatizaba con Hugo Chávez y Nicolás Maduro pero mantenía las distancias…
Mujica ha sido amigo de la Venezuela chavista. No fanático, pero amigo. Aunque nunca puso en práctica una sola de las políticas de Chávez y Maduro. Pero también coqueteó con Estados Unidos y aceptó recibir en su suelo a tres ex prisioneros de Guantánamo.
-En cuanto a Medio Oriente…
Las cosas cambiaron mucho. Uruguay siempre tuvo una visión más pro-israelí. Sin embargo, con Mujica y Almagro, fue muy abiertamente pro-palestino y hubo roces (rápidamente resueltos) con Israel. También hay cercanía con Irán, quizás presionado por el entorno bolivariano, pero también porque eso alentó el canciller Almagro.
-¿Cree que Tabaré Vázquez mantendrá esa línea?
Es probable que Vázquez vuelva, imperceptiblemente, a la tradición uruguaya. Rendirá pleitesía a los símbolos de izquierda, Cuba por ejemplo. Pero tan solo como un “saludo a la bandera” para dejar a la militancia contenta. A la vista de lo que hizo en su primera presidencia, retomará el camino del equilibrio en la región y en el tema de Medio Oriente. En su discurso inaugural fue muy duró respecto a lo que estaba sucediendo en el mundo islámico con las ejecuciones del ISIS.
-¿Debería Uruguay pronunciarse de manera enfática sobre lo que ocurre en Venezuela? ¿Habrá un cambio en esa dirección con el gobierno de Vázquez?
Debería, pero dudo que lo haga. Por un lado pesa mucho la tradición de no intervención en asuntos de otros países. Esa no es una doctrina de izquierda sino común a todos. Pero claro, la no intervención es una forma de callar cosas que realmente suceden. Por ahora el gobierno no ha hecho un pronunciamiento claro respecto a Venezuela. Sí lo ha hecho el partido de gobierno, el Frente Amplio con un claro respaldo a Maduro y asumiendo como ciertas sus versiones de golpes pergeñados por opositores en alianza con Estados Unidos. No creo que la izquierda cambie esa postura.
Quizás el rol tan pesado que juega Cuba en la realidad venezolana, ayude a reforzar ese apoyo (claro, ahí a nadie le importa lo de la doctrina de “no intervención”). Quizás con Vázquez vaya una actitud más fría, menos involucrada. Pero no me animo a hacer pronósticos. Es que lo de Venezuela no tiene desenlace previsible. La realidad puede endurecerse aún más, con lo cual la careta de que es un régimen democrático ya no sería tan fácil de sostener. Pero dentro de la izquierda, y no me refiero a Vázquez y su entorno, hay mucha gente dispuesta a defender lo indefendible. Hace casi un siglo que lo vienen haciendo.
-¿Le hizo un favor Nicolás Maduro a Tabaré Vázquez al no hacer presencia en Uruguay durante los actos de investidura?
No se cómo se verá desde dentro del Gobierno pero, en mi opinión, sí. Maduro le hizo un favor no solo a Tabaré Vázquez sino al Uruguay entero. Lo que para los uruguayos es una fiesta cívica muy importante, se habría visto empañada por el protagonismo de Maduro. Habría enfrentado marchas de repudio y marchas de adhesión. Los líderes de la oposición hubieran buscado la oportunidad de enrostrarle en persona, lo que estaba ocurriendo en Venezuela. Todo se habría centrado sobre él y no sobre Vázquez que asumía, por segunda vez, la presidencia y lo hacía 30 años después del retorno democrático y tras tres décadas de pacífica y armoniosa estabilidad institucional con los tres partidos rotándose en el Gobierno. Conviene recordar que a último momento también el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, aduciendo un estado gripal, suspendió su visita. ¿Se puede imaginar lo que hubiera sido nuestra fiesta cívica, con los dos sentados a metros de distancia? Más cuando Maduro sigue acusándolo a él en particular de ser el golpista.
-La ausencia en el acto de posesión por parte de los presidentes de Bolivia, Argentina y Venezuela, fueron signifcativas…
Más allá de las tensas relaciones con Uruguay y de que Vázquez y Cristina no se entienden, la excusa de Cristina era muy genuina. Ella, efectivamente, presentaba su informe anual al Congreso como se hace cada 1 de marzo. Ya cuando asumió Mujica hace cinco años, vino con su marido, el difunto Néstor Kirchner, recién operado, al atardecer. No estuvo presente en la toma del juramente ante el Parlamento por la misma razón.
-¿Se avanza en la integración regional o pueden leerse esas ausencias como un signo de agotamiento? ¿Se puede propiciar un cambio de rumbo en términos de integración, por ejemplo, hacia la Alianza del Pacífico?
-También habría que ver quienes sí vinieron. Estuvieron las presidentas de Brasil y Chile, los presidentes de Paraguay, Perú y Ecuador, el rey Juan Carlos I de España. Y Argentina mandó a su vicepresidente, Amado Boudou, por cierto muy desprestigiado (está dos veces procesado por corrupción). Si alguna duda cabía de esto, el abucheo y la rechifla que recibió dan cuenta de ello. Pero, es posible que un modelo de integración muy alentado en estos años, se esté agotando. No porque el modelo en sí lo esté, sino porque se están agotando sus propiciadores. Brasil está complicado. Argentina ya no se entiende y menos se sabe aún que puede pasar en las próximas elecciones. Lo de Venezuela es inabordable… Cada uno está obligado a mirarse sus ombligos y no puede prestar atención a otras cosas. En consecuencia, al ser este modelo de integración uno pensado para la mayor gloria de sus presidentes (y no una propuesta institucional diseñada para durar), es obvio que si se agotan unos, se agota lo otro. Si esto significa un cambio de rumbo mirando a la Alianza del Pacífico, no lo sé. Confieso que a esta altura soy un poco escéptico respecto a las propuestas integradoras latinoamericanas. Hace casi 30 años me sedujo la idea de Mercosur porque era acotada en sus pretensiones geográficas, en sus cometidos y en sus objetivos. Solo cuatro países, muy cercanos entre sí con un lento y escalonado proceso de integración, basado en objetivos realistas, posibles y sin pretensiones. En poco tiempo eso se fue perdiendo por cuanto los presidentes de turno, los que hoy están y mañana se van, estropearon el proyecto al politizarlo al grado que lo hicieron.