«Traición a la patria». Mi encuentro con la vicecanciller cubana
Ana Teresita González Fraga es la vicecanciller cubana. (Juventud Rebelde)
En la mañana del 29 de septiembre tome el tren de las 7:00 con destino a Dublín para asistir, sin planes preconcebidos ni expectativas de ninguna índole, a un encuentro en la Embajada de Cuba en Irlanda con la Vicecanciller cubana Ana Teresita González Fraga. Sí tenía una esperanza: aclarar algunas dudas sobre el proyecto de Constitución. Bueno, unas cuantas.
Llegué al lugar unos minutos antes las 12 del mediodía, hora en que comenzaría el encuentro al que fui invitada por la misión diplomática de Cuba en Irlanda, país donde resido hace ya varios años. Pensé que se trataba de un encuentro con cubanos residentes únicamente a propósito del debate constitucional que se lleva a cabo por estos días en la Isla y en el mundo, incluido el espacio virtual de las redes sociales, hasta que comenzaron a llegar representantes del parlamento, sindicatos y grupos de solidaridad con Cuba y Venezuela (todos irlandeses). De alrededor de treinta personas, seis éramos cubanos residentes.
Aproximadamente una hora después de mi llegada arribó la vicecanciller, que venía de otra nación europea como parte de una agenda oficial que incluye ocho países del viejo continente para estrechar lazos de cooperación mutua, según dijo. La vicecanciller se dirigió inmediatamente al salón de reuniones y, con un tono resuelto y cordial, luego de las debidas disculpas por un retraso que no dependía de su voluntad (vuelo retrasado, según manifestó), dio inicio a una charla sobre temas de actualidad de Cuba que duró poco más de media hora (intérprete mediante). Al concluir, González Fraga dio las gracias y cedió la palabra a la audiencia. Uno de los invitados por la parte irlandesa rompió el hielo y comenzó a dar su criterio sobre lo que él consideraba «la importancia de que los principios de la Revolución cubana fueran recogidos en la nueva Constitución…», momento en el que me retiré del salón en busca del embajador, que se encontraba en el recibidor en ese instante. Me presenté y le manifesté mi deseo de abordar en privado con la vicecanciller algunas inquietudes que yo tenía (y aún tengo) sobre el contenido de la Constitución. «Pero sobre qué?» -preguntó el embajador. «Sobre el contenido» -insistí yo-, y agregué que no consideraba prudente ni oportuno ventilar mis interrogantes sobre cuestiones tan específicas que solo atañen a cubanos con nadie que no lo fuera y con el inconveniente de la interpretación al inglés. Me dijo que esperara al final y que me dirigiera a ella si tenía la oportunidad y así lo hice.
Agregué que no consideraba prudente ni oportuno ventilar mis interrogantes sobre cuestiones tan específicas que solo atañen a cubanos con nadie que no lo fuera y con el inconveniente de la interpretación al inglés
«Desde que te vi sentada allá atrás me dije ‘esa es cubana’«, me dijo la vicecanciller con una sonrisa amplia que yo correspondí. Con un apretón de manos, le di la bienvenida a Irlanda y le manifesté la importancia que para mí tenía la posibilidad de poder hacerle llegar mis inquietudes personalmente. «Estoy muy preocupada con el proyecto constitucional y tengo tantas preguntas que quisiera hacerle, pero no voy a abusar de su tiempo; entiendo que ha llegado directa del aeropuerto y debe estar muy cansada», le dije. «Estuve desde las tres de la madrugada en el aeropuerto y luego el avión retrasado», dijo ella, a lo que contesté que sabía como era aquello, que yo también había hecho un viaje largo para llegar hasta allí y que la entendía perfectamente. «Pero no te preocupes, tú sabes como somos los cubanos, seguimos para adelante», aseguró. Comencé por manifestarle mi reconocimiento al Minrex (como ya lo había hecho en mi facebook personal) por haber hecho extensivo el debate a los cubanos residentes en el exterior y le di a conocer mi aprobación con respecto al artículo 68, del cual comentamos brevemente sobre la polémica que ha suscitado.
«Me preocupa el artículo 3 del proyecto, sobre «traición a la patria», que no difiere en esencia del de la Constitución vigente, el cual ha generado y genera muchas arbitrariedades» (hubiera preferido no haber usado esa palabra, pero como alguien dijo alguna vez ‘la verdad no se ensaya’). Hice referencia a las palabras de Miguel Barnet en la Asamblea Nacional sobre la necesidad de aclarar el concepto «traición». Para fundamentar mi argumento mencioné la ‘ley de los ocho años’ (prohibición de entrada a Cuba por parte del Gobierno cubano a los que abandonaron un contrato en el extranjero, conocido como misión o colaboración) y cómo viola la Constitución, el Código de Familia, el Código de la Niñez y la Juventud, la Declaración Universal de Derechos Humanos. Mencione además la norma jurídica que, al respecto, en el artículo 135 del Código Penal impone hasta 8 años de privación de libertad a los que abandonan funciones en el extranjero, tema abordado con detalles en el post Cuba, la ley y el abandono de funciones, en este mismo blog.
«¿Usted sabe lo que son 8 años de cárcel, de exilio forzado, de separación familiar solo por abandonar un contrato laboral? Es terrible! Y es desafortunado que aún se castigue de esa manera tan desmedida a nuestros profesionales, y no solo a ellos, sino a sus familiares en Cuba. Son cientos de miles los cubanos afectados. Yo misma tengo dos primos en esa situación. Estamos dando una pésima imagen al mundo».
Ella me escucho sin interrupciones, asentía de vez en cuando, no en señal de aprobación sino de receptividad, es decir, para hacerme entender que yo estaba siendo escuchada
Mientras yo hablaba sentía que me invadía la angustia y, para evitar perder el buen tino y el tono cordial que hasta ese momento habían imperado en nuestra conversación, le dije que yo no soy política y nunca me ha interesado serlo, y que realmente no la envidiaba porque solo puedo imaginar la presión bajo la que ella está por la responsabilidad que su cargo entraña, pero sí he investigado mucho sobre este tema por un interés personal, por una cuestión de humanidad. Le cité al apóstol: «Patria es humanidad», y le referí que la Revolución cubana siempre ha concebido el humanismo como uno de los pilares que la sustentan. Ella me escucho sin interrupciones, asentía de vez en cuando, no en señal de aprobación sino de receptividad, es decir, para hacerme entender que yo estaba siendo escuchada. Eso dice mucho de su capacidad como dirigente y es una cualidad que yo admiro y que no todos tienen.
La visión de la vicecanciller es distinta: se refirió al abandono del contrato por parte de los profesionales, al robo de cerebros y a todo lo demás que se espera de la perspectiva oficial. Yo le recordé que Obama había derogado el Parole (CMPPP, por sus siglas en inglés) hace tiempo y ella insistió que tiene que haber una medida. González Fraga fue enérgica en sus planteamientos, desde sus propias convicciones y desde su posición, pero jamás fue arrogante, ni siquiera intentó evadir o concluir nuestra conversación. Llegó un momento en el que entendí que era sabio dejar de argumentar. Siempre he respetado a todas las personas y en consecuencia nunca ha sido mi intención convencer a nadie, ni imponerme a nadie. No se trata de tener la razón sino de respetar las razones de cada cual. Pero seguía sin respuesta, sin entender por qué mis primos y otros cientos de miles de cubanos tienen que pasar por todo lo que hoy pasan: no poder dar un último adiós, no ver a sus padres, hermanos, hijos. Creo que la Vicecanciller se dio cuenta de esa mezcla de confusión, angustia y decepción que se me salía hasta por los poros. Hubo un silencio y luego agregó: «estamos trabajando muy duro para acercar a la nación a su emigración y hemos avanzado mucho» (me enumeró las recientes transformaciones a la ley de Migración 1312 anunciadas por el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla el 28 de octubre de 2017 que dieron pie a la creación de la agrupación No Somos Desertores). También comentó que cubanos residentes en más de 100 países están participando en el debate constitucional a través de la planilla en línea habilitada con ese fin en el sitio oficial de Nación y Emigración y señaló lo inédito del proceso. Y me aseguró que «lo que se quiere es que no haya emigrados» que desaparezca esa categoría que, en el contexto actual, va quedando obsoleta. Fue precisamente este el sentido de las palabras de Miguel Díaz-Canel, quien ocupa actualmente el cargo de presidente de Cuba, en su reciente visita a Nueva York cuando declaró: «Los cubanos viajamos de manera creciente, no emigramos de manera masiva». Yo, por mi parte, la insté al diálogo. Le dije, en sentido general, que estaba segura de que no hay nada que no se pueda resolver si nos sentamos a dialogar. Por último le pregunté en qué periodo de tiempo ella creía que este problema podría ser resuelto, en su opinión. «Tú sabes que eso yo no te lo puedo decir«, me dijo, y yo que realmente no sabía el porqué la mire con duda y agregó: «No tengo la respuesta ahora».
Esa fue, en esencia, nuestra conversación. luego se nos unieron par de cubanos más y comenzamos a hablar sobre la planilla. Nos preguntó si estábamos participando en el debate online y salimos a tomarnos una foto. Inmediatamente después salí rumbo a la estación de trenes. Aún me esperaban cinco horas más de camino a casa.
Ya en el tren me sentí un poco descorazonada. Pensaba en mis primos, en Delia, Yolaila, en Katisleidis, Tay, Nora, Manoreys, Mara, Carlos, Jorge, Robert, Yenisey, Nayibis, Maritza, Eyismara, Guiordan y tantos otros miles de cubanos, dentro y fuera de la Isla que hoy están separados de sus hijos, padres, hermanos, nietos, por causa de una medida arbitraria, inconstitucional e inhumana. Pensaba en los que me critican por mi actitud conciliadora (que unos interpretan como sumisión y otros como insolencia). Pensaba en los que me advirtieron, temerosos, que no fuera al encuentro para que no me «marcara». Pero mi inquietud es legítima y debía buscar las respuestas con la persona indicada. ¿Con quién mejor que con la viceministra de Relaciones Exteriores de mi país para ventilar mis dudas, mis preocupaciones sobre una política migratoria que hoy afecta a mi pueblo y de cuyas discriminaciones nada me garantiza que yo o mis hijos vayamos a estar exentos en un futuro cercano?
Me queda la satisfacción de haber llevado personalmente a la cancillería de Cuba el dolor y la determinación de quienes hoy luchan por reconquistar su legítimo derecho de visitar la tierra que los vio nacer y disfrutar de su familia
Sentí que los había defraudado a todos y a mí misma porque regresaba con las mismas dudas que tenía antes, sin respuestas. Me queda, sin embargo, la satisfacción de haber tocado otra puerta más y de haber llevado personalmente a la cancillería de Cuba el dolor y la determinación de quienes hoy luchan por reconquistar su legítimo derecho de visitar la tierra que los vio nacer y disfrutar de su familia. También me preguntaba cómo es posible que el Gobierno de mi país no se dé cuenta del daño que medidas como estas hacen a la imagen de la nación cubana ante el mundo. ¿Cómo decir que vamos a cumplir un deber humanitario y a la vez aplicar un castigo de índole político a quien no lo cumpla? En el caso de los mal llamados «desertores» e «inadmisibles» lo que tiene de político el asunto es únicamente porque Cuba lo ha politizado al aplicar una sanción de años de exilio forzado (por concepto de «traición a la patria») a quienes hasta ese momento desempeñaban una responsabilidad de índole humanitaria y a quienes jamás han atentado contra la seguridad y la paz de la nación. Aquí hay una contradicción muy peligrosa. Yo, que no soy ni política ni estoy «castigada»(al menos hasta ahora), lo miro desde otra perspectiva. Para mí, Cuba tiene dos opciones: o deroga la medida política por una infracción de civiles en el cumplimiento de funciones de esencia humanitaria o, de lo contrario, debe aceptar el carácter político de las misiones en el extranjero y esto último puede verse como intervencionismo y no como solidaridad. No hay de otra pues son ellos mismos, el Gobierno, los que aplican la medida y nadie puede medir con rasero político lo que no tiene intención política de fondo.