Ultraortodoxos, tan lejos de la sociedad y tan cerca de Trump
Reglas estrictas, celebraciones y un entusiasmo devocional exacerbado son el cemento que cohesiona a los judíos jasídicos de todo el mundo. Un fotógrafo italiano consiguió acceder a los rituales íntimos de esta rama del judaísmo en Polonia, Israel y Ucrania. Rechazan las costumbres de la vida moderna pero son entusiastas de Trump y Netanyahu.

El jasidismo surgió en Ucrania en el siglo en el siglo XVIII. Sus fieles, como el resto de los ultraortodoxos, consideran la Torá, la ley sagrada, como «el manual de instrucciones del mundo», pero se diferencian de los otros ‘hombres de negro’ –como los llaman en Israel– por su visión menos austera y rígida de la práctica religiosa. Buscan una ‘comunión feliz’ con Dios, cantan y danzan en sus ritos y peregrinan en masa para rezar ante la tumba de los rabinos impulsores del movimiento. En Lelów (Polonia) celebran ante su sepulcro al rabino Dawid Biderman (1746-1814), fundador de una de las ramas jasídicas. En la imagen, el ritual Havdalah, con vino kosher y una vela, que da por concluido el sabbat, día en que los casados usan sombreros de piel: los shtreimel.

El crucifijo de la discordia
Uman, en Ucrania, es un lugar de peregrinación. Unos 20.000 judíos fueron masacrados aquí en 1876 y, para que nadie se olvidara, el rabino Najman, gran figura jasidí, se hizo enterrar junto a ellos. Hasta el comienzo de la guerra en Ucrania, 35.000 fieles –hombres y niños– celebraban en la ciudad su año nuevo. Llevan dos siglos yendo, pero la tensión con los lugareños, cristianos ortodoxos, es creciente. En 2013, en el río donde los judíos celebran el Tashlij –ritual para arrojar sus pecados al agua–, muy cerca del sepulcro del rabino, se colocó un Cristo que, durante la celebración judía, apareció con las piernas partidas.

El futuro es ultraortodoxo
La religión marca la vida desde la infancia. A la circuncisión, el octavo día de vida, se unen ritos como la chalaka, a los tres años, cuando se les rapa por primera vez. En Israel, un país con nueve millones de habitantes, viven casi un millón de ultraortodoxos. Suelen formar familias numerosas de entre cinco y diez miembros y, según las proyecciones, en 2050 representarán el 40 por ciento de la población.

Pasión por Donald Trump
Un cartel en Uman, Ucrania, refleja el fervor jasidí hacia Trump, primer presidente de Estados Unidos en reconocer Jerusaléncomo capital de Israel y gran aliado de Benjamin Netanyahu. «Es posible que Dios trajera a Trump para proteger a Israel de Irán», llegó a decir el ex secretario de Estado Mike Pompeo. En Israel, los partidos ultraortodoxos llevan años sosteniendo el Ejecutivo de Netanyahu. Su apoyo les asegura más dinero para sus escuelas religiosas mientras bloquean la ley para que sus votantes vayan al Ejército.

Internet ‘Kosher’
Considerados ‘guardianes de la tradición’, los ultraortodoxos rechazan la modernidad occidental. Los más ultras ni siquiera se suben a un coche o a un avión. Otros, sin embargo, usan ordenadores y navegan por Internet, aunque solo por webs que evitan contenidos inadecuados para ellos y protegidos por software de filtrado. Los que usan móvil llevan antiguos Nokia que solo sirven para hablar, con el servicio de mensajes SMS anulado.

Al margen de la sociedad
Mea Shearim (‘cien puertas’, en hebreo) es un barrio solo para ultraortodoxos, al norte de Jerusalén. Buena parte de ellos dedica su vida a la oración mientras sus esposas trabajan y cuidan del hogar. La mayoría recibe ayudas por ser familia numerosa. A la entrada del barrio, carteles advierten a las mujeres de que no entren con «ropa indecente».