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Un aventurero llamado Juan de Castellanos

Juan de Castellanos». Óleo, s/f., Academia Colombiana de la Historia, Bogotá.

 

 

Como muchos de los conquistadores que se atrevieron a pasar a América en el siglo XVI, la vida de Juan de Castellanos fue aventurada y azarosa. No podía ser de otra forma para quienes se atrevieron a embarcarse en unas mínimas naves a través del océano en pos de una tierra ignota, habitada por gentes y bestias desconocidas, casi siempre sin otro impulso que el de la codicia. Las más de las veces, de esto se ha hablado poco, las vidas de estos viajeros fue breve, y terminó poco después de haber puesto pie en la nueva orilla, mordidos por serpientes, asaetados por los indios, consumidos por enfermedades que desconocían o simplemente muertos en reyertas entre ellos mismos, locos por el afán del oro. Otras veces tuvieron una vida llena de riesgos y hazañas, pero sobrevivieron al medio hostil y encontraron las riquezas que buscaban. Algunos volvieron a España a disfrutar lo alcanzado. Eran los llamados “indianos”, riquísimos y estrafalarios. Otros se quedaron a poblar y empezar a construir lo que de alguna forma hoy somos. Y lo que para nosotros es más importante, vivieron para contarlo.

Juan de Castellanos está entre estos últimos. Escribirá uno de los primeros monumentos de las letras americanas, las Elegías de los Varones Ilustres de Indias, que narra la primera conquista y poblamiento de lo que hoy son Venezuela y Colombia. Nació en 1522, ya se cumplieron quinientos años, en Alanís, un pueblo de la Sierra Morena, donde termina Extremadura y comienza Andalucía, aunque se crió en el cercano pueblo de San Nicolás del Puerto, al que terminará llamando en su testamento “patria mía”. En Sevilla lo instruye el presbítero y bachiller Miguel de Heredia, quien le enseña gramática, latín y poesía. Entonces se embarca hacia las Indias, que era lo que hacía la mayoría de los jóvenes andaluces y extremeños en el siglo XVI. Miguel Antonio Caro, autor de una de las biografías más serias sobre Castellanos (“Joan de Castellanos. Noticias sobre su vida y escritos”, Bogotá, 1955), dice que fue en una fecha tan temprana como 1534. Tendría entonces apenas doce años. Tiempo después lo cuenta él mismo, sin dar tampoco fechas:

Y un hombre de Alanís, natural mío,
del fuerte Borinquén, pesada peste,
dicho Juan de León, con cuyo brío
aquí cobró valor, cristiana hueste,
trájonos a las Indias un navío
a mí y a Baltasar, un hijo déste.

Juan de Castellanos, pues, desembarca en Puerto Rico y allí se une a las huestes de Baltasar de León, hijo de Juan de León, a las órdenes de Juan Ponce de León, gobernador de la isla. Allí comenzará su carrera militar, y de allí partirá en expedición a Trinidad y a la península de Paria, hasta que, y aquí lo que nos interesa, se asienta “antes de 1536” en la isla de Cubagua, según Caro. Nueva Cádiz de Cubagua era entonces un importante enclave perlífero. Sus abundantes placeres de perlas la convertían en un lugar de riqueza sorprendente. Al parecer, Castellanos se desempeñó como parte del contingente que resguardaba las pesquerías como a los colonos españoles. Otra versión más plausible la proporciona Isaac J. Pardo en su biografía Juan de Castellanos (1522-1607) (Caracas, 1959). Para Pardo, el viaje de Castellanos a Puerto Rico no pudo haber tenido lugar antes de 1540, cuando ya tenía dieciocho años. De allí pasará a Santo Domingo, Curazao y Aruba, para estar en Cubagua el año siguiente.

En todo caso, todos los biógrafos coinciden en que Juan de Castellanos vivió un tiempo en Nueva Cádiz de Cubagua y que, cuando la ciudad fue abandonada en 1541 se trasladó junto con los demás españoles a la isla de Margarita. Allí continuaron con sus actividades perlíferas, ya sin la intensidad de Cubagua. Castellanos permanecerá en Margarita hasta bien entrado el año 1542, sin embargo sus aventuras apenas comenzaban.

En 1544 lo tenemos en el Cabo de la Vela, en la península de la Guajira, donde también se habían descubierto perlas. Allí será padre de una niña, Gerónima, y sufrirá un naufragio, aunque pudo llegar a salvo hasta Santa Marta. En 1545 saldrá de Cartagena en expedición al mando del capitán Luis Pardo y también estuvo a punto de morir tratando de cruzar un río, como recuerda en las Elegías. En 1550 funda la villa de Valledupar junto a Hernando de Santana y ese mismo año comienza los trámites para hacerse sacerdote. Después pasará una temporada en Bogotá en 1551 y al año siguiente de nuevo en Santa Marta, para luego embarcarse junto a Pedro de Ursúa en busca de El Dorado. Castellanos abandonará a Ursúa cuando éste se disponga a pasar a Perú, salvándose así de la daga de Lope de Aguirre. Finalmente Castellanos se ordena sacerdote en 1559 en Cartagena, donde celebró su primera misa y llegó a ser capellán de su catedral. El sacerdocio no le supondrá una vida más tranquila, pues ese año los piratas sitian Cartagena y asesinan al gobernador Busto de Villegas. En 1561 lo tenemos como cura y después vicario en Riohacha, después de nuevo en Bogotá y finalmente en 1562 en Tunja, donde por fin se asienta y pasa la vejez como cura de la catedral, llevando una vida acomodada y rodeado de una rica biblioteca. Murió allí en 1607, a la edad de ochenta y cinco años.

Juan de Castellanos dedicó los largos y tranquilos días de Tunja a escribir las Elegías de varones ilustres de Indias, un monumental poema consistente en 113.609 versos endecasílabos agrupados en octavas reales y organizados en cuatro partes, el poema más largo jamás escrito. Es claro que en parte se trata de una narración autobiográfica, pero también Castellanos se documentó con los testimonios de los primeros exploradores, Gonzalo Fernández de Oviedo le prestó su Historia general de las Indias, e incluso algunos estudiosos no dejan de ver en el poema la influencia de las Vidas Plutarco. La primera parte trata de los viajes de Colón y el descubrimiento del Orinoco; la segunda sobre los acontecimientos de Venezuela, el Cabo de la Vela y Santa Marta; la tercera sobre Cartagena de Indias, Popayán y Antioquia, y la cuarta sobre la conquista de Bogotá y Tunja. Las tres primeras partes fueron publicadas entre 1589 y 1601, y la cuarta quedó inédita hasta 1666. La obra sufrió algunas mutilaciones debido a la censura, por lo que Caro estima que la versión original pudo tener cerca de 150.000 versos.

Para los venezolanos, las Elegías de varones ilustres de Indias tiene un interés evidente, pues cuenta los primeros momentos de la presencia española en lo que después serían nuestras tierras. La temporada novogaditana de Castellanos es fundamental, ya que su memoria supone la descripción de la primera ciudad europea fundada en tierra venezolana y una de las primeras en América. Los versos de la Elegía XIII muestran el paisaje sorprendente de la próspera colonia:

Veréis llenos caminos y calzadas
de tráfagos, contratos y bullicio,
las plazas y las calles ocupadas
de hombres que hacían sus oficios;
veréis levantar casas torreadas
con altos y soberbios edificios,
este de tapia, aquel de cal y canto,
sin que futuros tiempos den espanto…

Pero esos futuros tiempos llegaron, como el mismo poeta cuenta seguido este verso de mal presagio. La efímera existencia de Nueva Cádiz tiene que ver con la sobreexplotación de los yacimientos perlíferos, pero también con un violento terremoto o huracán que al parecer asoló la isla en 1541, y que motivó la masiva migración de sus habitantes y el abandono de la ciudad.

Hay unos versos tremendos que cuentan un curioso episodio ocurrido en medio de la huida de los españoles, y que siempre recuerdo como presagio de lo que sería después la historia de nuestro país, como advertencia de nuestro destino. Así dicen:

Y al tiempo de salir desta frontera,
no sin dolor de damas y varones,
acuérdome que Jorge de Herrera
compuso ciertos versos y canciones,
y en un alto pilar en la ribera
también mandó poner ciertos renglones,
que si memoria tengo de aquel día
entre ellos hubo letra que decía:

“Aquí fue pueblo plantado,
cuyo próspero partido
voló por lo más subido;
mas apenas levantado
cuando del todo caído.

Quien examinar procura
varios casos de ventura
puestos en humana casta,
aquesto solo le basta
si tiene seso y cordura”.

 

 

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