Un bicho de lujo
He aquí al comandante de la Revolución Guillermo García Frías, Héroe de la República de Cuba, descendiendo el pasado 3 de junio de un vetusto helicóptero soviético para inspeccionar una granja de cría de avestruces en la provincia Granma.
Equipos, vestuario, peinados, diálogos y escenografía son más bien propios de una película de época. Pero la imagen no alude a la era en que vivíamos de los rusos, sino a una reciente polémica de estos días en que muchos cubanos de la Isla están a punto de vivir del aire.
Todos recordamos que a principios de abril, en un soplo de primaveral escándalo, García Frías vino a sacarnos de la encanallada monotonía nacional con una singular propuesta para aliviar la crisis de alimentos: cría intensiva de cocodrilos, avestruces y jutías.
Raúl Castro acababa de anunciar que vendrían tiempos difíciles (¿cuáles fueron los fáciles?) y García Frías se soltó en una Mesa Redonda con la cuadratura del círculo del hambre. El país se vino abajo. Cubanos dentro y fuera de la Isla, por encima de credos, razas y edades, celebraron su venganza en la parodia.
Vale la pena repasar el vídeo. Las caras de un auditorio de fieles nos da una medida de lo que fue la cara de los infieles. Pupilas dilatadas, respiración contenida, el cuerpo incrustado en la silla como si el piloto anunciara aterrizaje de emergencia.
Horas después de que anunciara el nuevo rumbo nutricional de la Revolución, saltaban a las redes las fotos de su nieto, Jorge Alejandro de Cárdenas, en vacaciones de lujo y eventos ecuestres por medio mundo.
Las andanzas de Alejandro merecían portada de ¡Hola! Amante de los buenos carros y los hoteles caros, acompañado siempre de su fotogénica novia, se dejaba ver ayer en Madrid, anteayer en Amsterdam y alguna que otra vez, por supuesto, en Miami. Nadie se lo imagina frustrado frente al menú del Ritz, el Carlton o nuestro popular Versailles: «Mami, vámonos, que aquí no hay jutía».
Placeres y negocios ocupan, en plena luz pública, a hijos y nietos de la elite castrista, libres de los formalismos ideológicos y los residuales escrúpulos que obligaban a sus mayores a gozar y enriquecerse en las sombras. El destape es una consecuencia inevitable del nuevo contexto de poder. La exigencia de ascetismo leninista se ha vuelto contraproducente e incomunicable. Los más impacientes, los más ricos, los más impunes de la elite han comenzado a sacar el dinero de abajo del colchón. (Si no para disfrutarlo, ¿de qué sirve el dinero?) Ya no son ricos disfrazados de comunistas. Ahora emulan para que se les vea el temple empresarial, la pacotilla que los identifica en la cúspide de la cadena alimentaria nacional. Dólar come CUP. No en balde todo el aparato propagandístico de la dictadura está volcado a una sola consigna: con nosotros se puede hacer negocios.
García Frías es un pionero de ese contexto. Caballos de paso fino, formidables gallos de pelea, aves exóticas han sido sus conocidos negocios de toda la vida. Su creación, la Empresa Nacional para la Protección de la Flora y la Fauna, es un vasto y complejo conglomerado que abarca áreas de turismo, cría y desarrollo genético de ganado vacuno y équido (caballos, asnos, mulas), así como la exportación de todo lo que caiga en la bucólica categoría de excedentes de los programas de conservación de la flora y fauna de la Isla.
La empresa (me resisto a emplear la estalinista sigla ENPFF) es un pilar del exclusivo sector económico destinado al disfrute y enriquecimiento de la elite. Alcona S.A., una de las ramas de la empresa, sobresale internacionalmente en la venta de peces tropicales y equinos para deportes, faena y tratamientos médicos. Eso explica quizás la presencia de Alejandro en competencias, subastas y foros internacionales. Un rubro principal de esta rama es la exportación de carbón a Grecia, España, Gran Bretaña, Portugal y Turquía, entre otros destinos. La promoción agrega que se garantiza la calidad de todo el proceso del carbón, incluido el llenado de los contenedores.
Un lector alerta recordará el reciente decomiso en Panamá de un cargamento de cocaína adentro de un contenedor con carbón procedente de Cuba hacia Turquía. Los 1.517 paquetes de la droga tenían un valor de más de 90 millones de dólares. En unas horas, las autoridades panameñas exoneraron al Gobierno cubano de toda responsabilidad. El contenedor, según se apresuraron en aclarar, fue contaminado en Puerto Cristóbal. ¿Cómo, cuándo, por obra de quiénes? La celeridad y el hermetismo de la exoneración parecen obedecer a un imperativo político antes que a una conclusión investigativa.
Alguien dirá que trato de rizar el rizo del anticastrismo en un episodio de exilium tremens. En efecto, no hay prueba de que la empresa de García Frías, en particular, participe del narcotráfico. Sí la hay, sin embargo, de la participación de la dictadura. No es disparatado, pues, notar la potencialidad criminal de una colosal y autárquica empresa que controla cientos de áreas protegidas y grandes extensiones en zonas remotas. Muchas de estas zonas, sobre todo en el oriente de la Isla, han estado relacionadas con la siembra de mariguana desde las primeras décadas del siglo XX.
Por esos lares, el joven García Frías sobresalió como arriero de Crescencio Pérez, el legendario y misterioso bandido de la Sierra Maestra. De Pérez se decía que controlaba un área de 3.000 kilómetros cuadrados con miles de campesinos. Lo mismo prodigaba justicia en las disputas de los diferentes clanes que autorizaba la protección de fugitivos de toda laya y se arrogaba feudales derechos de pernada. Su poder sólo era superado por Edesio Hernández, a quien llamaban el Rey de la Sierra Maestra.
Apenas con 20 años, García Frías era ya uno de los matones de confianza de Pérez. De acuerdo con testimonios de conocidos suyos en el exilio, llevaba a mula los alijos de mariguana hasta los sitios en que eran transportados por carretera. (Irónico que tras el triunfo castrista llegara a ser ministro de Transporte). Otro de estos matones haría historia al caer junto al «Che» Guevara en Bolivia: Juan Vitalio «Vilo» Acuña. Ambos bandidos fueron enviados por Pérez a socorrer a los desperdigados expedicionarios del Granma el 2 de enero de 1956. Sin Pérez, que ya se había ganado el grado de comandante en marzo de 1957, no habría Revolución.
La avalancha de memes suscitada por la intervención de García Frías en la Mesa Redonda no hace justicia a sus talentos. Obviamente, no es un intelectual. Para la dictadura, es algo mejor: un hombre incondicional, astuto, reservado y capaz de operar en cualquier circunstancia con inescrupulosa diligencia. Dicho en cubano: un bicho. Entre sus únicos pares, los comandantes de la Revolución Ramiro Valdés y el difunto Juan Almeida, ha sido quien menos obstáculos halló para sobrevivir bajo la asesina sombra de Fidel y Raúl.
Muchas cosas no sabrá García Frías. Pero sabe que la cría de avestruces, cocodrilos y jutías no puede saciar ni por asomo el consumo de la población. Indagando en diversas fuentes vemos que alimentar a una avestruz cuesta un promedio de más de tres dólares por día; en cambio, un pollo: 17 centavos. A su vez, para mantenerse en forma, aun cuando no coma todos los días, un cocodrilo necesita una cantidad de carnes, insectos y plantas equivalente al 5% de su peso corporal. No hablemos de instalaciones, personal especializado, atención veterinaria, capacidad de refrigeración. O sea, esto no cuadra.
Lo que sí cuadra es la cría de estas especies para la comercialización de pieles de lujo. Cocodrilo, caimán y avestruz encabezan los precios de la demanda internacional. Nada he podido encontrar sobre la piel de la jutía. Una vez desollada puede dar hasta cuatro libras de carne. Me dicen que los criadores o cazadores por cuenta propia ponen la libra de 20 a 30 CPU. La grasa y los intestinos sirven, respectivamente, como componente de medicamentos y para la fabricación de cuerdas.
Las fotos de la granja Porvenir, recién visitada por García Frías, muestran unas instalaciones modestas, de dimensión familiar. Cualquiera diría que el proyecto de saciar el hambre del pueblo (¡y qué hambre!) reclama una mayor envergadura. Entonces, ¿a qué vienen las declaraciones en la Mesa Redonda? ¿Un lapso senil? ¿Una indescifrable cortina de humo? ¿Una movida publicitaria frente a organismos internacionales o inversionistas?
Como Deus ex machina en el drama de la escasez, García Frías se apea en la canicular inmovilidad de lo cubano con una solución dramatúrgica que nos devuelve al principio de la trama. Lo que siempre ha pasado, vuelve a pasar, a ratos con triplicada lentitud. Una vez más, para colmo de males, la sorpresa está en la repetición.