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Un respiro para un presidente acosado en el frente interno

A menudo, los presidentes encuentran fuera de su país el reconocimiento y la paciencia que escasean en casa. Cuando viajan, apaciguan su desgastante e ingrata agenda a pesar del trajín y de las corridas que caracterizan las visitas oficiales. Fue el caso de la incursión de Mauricio Macri por la India y Vietnam. La política exterior es una de la pocas áreas en que el Presidente puede sentirse satisfecho. Es cierto que nunca se logró la «lluvia de inversiones» (una de las tantas fantasías infantiles que caracterizaron la primera etapa de esta administración) y que en la práctica la «inserción inteligente» no dio hasta ahora resultados efectivos en materia económica, salvo el rápido auxilio logrado con el FMI. Pero el esfuerzo fue en la dirección correcta: se revirtieron el aislamiento y las alianzas con países autoritarios en las que había avanzado el kirchnerismo.

El tradicional péndulo de la política vernácula devolvió a la Argentina al lugar que nunca debió haber abandonado: el de la defensa de los derechos humanos y el imperio de la ley. Pero la descoordinación y la ausencia de una cultura de diálogo y consenso dentro de nuestra clase política, que incluye a Macri y su equipo, impiden que reconozcamos comunes denominadores incluso en temas en los que no existen diferencias. Excepto los núcleos radicalizados del kirchnerismo y de la izquierda, los exponentes moderados y sensatos de la política argentina condenan la dictadura chavista y reconocen el liderazgo de Juan Guaidó. Sin embargo, Macri sufrió el desplante de Graciela Camaño, que rechazó su invitación a integrar la delegación oficial. No se puede disimular afectio societatiscuando no existe una dinámica regular de interacción e intercambio entre gobierno y oposición, en especial en contextos preelectorales.

Macri pretendía terminar su primer mandato como lo había comenzado: mostrándose en el exterior con referentes opositores que comparten su visión de insertar al país en la parte civilizada y sensata del planeta. El acuerdo con la oposición es crítico a la hora de seducir al mundo: las alianzas con otros países suelen ser estratégicas, pensadas y ejecutadas en el largo plazo, por lo que la previsibilidad es un valor fundamental. No pueden quedar dudas de que el visitante de turno cuenta con el respaldo y la credibilidad para que se lleve a cabo aquello sobre lo que se está acordando, independientemente de que pocos meses después haya otra persona a cargo del Ejecutivo. La grieta podría generar un costo adicional: el de una pérdida reputacional en el plano internacional. Esto explica por qué los funcionarios del Fondo se reúnen con múltiples expresiones de la fragmentada oposición.

La tentación hiperpresidencialista confundió a Macri también es este aspecto y creyó que podía gobernar mediante DNU, rodeado solamente de un puñado de colaboradores, ignorando casi siempre a sus opositores e incluso a sus socios de Cambiemos. Los fracasos de su gobierno se explican especialmente en esta peligrosa y probadamente inútil concepción del poder: los caprichos terminan frenados por el Congreso o la Justicia. O los sucesivos gobiernos directamente los revierten.

En este escenario, este viaje puede ser considerado un éxito. Luego de la cumbre del G-20, avanza en la diversificación de socios que requiere una inserción prudente en un escenario internacional incierto y cambiante. La India es la séptima economía mundial y crece a un ritmo envidiable: más del 7% del PBI. Se estima que en apenas 11 años alcanzará los 1500 millones de habitantes y superará a China como el país más poblado del planeta. Este contexto demográfico sustenta y justifica la apuesta de expandir la relación en el campo de la provisión de materias primas alimentarias. La India demanda alimentos y hoy la Argentina le exporta primordialmente aceite de soja. Uno de los logros alcanzados durante la visita de Macri fue ampliar esa canasta con otros productos agroindustriales: limones, ovoproductos, harina de pescado, semillas de chía, naranjas, mandarinas, pomelos, uvas, arándanos, nueces y hasta yerba mate.

Una de las claves de estas nuevas operaciones de comercio internacional es que involucran a un gran número de pymes e impactan positivamente en varias economías regionales, además de la zona núcleo. Los beneficios sobre el empleo y la calidad de vida se multiplican de manera más directa y equitativa, al tiempo que profundizan la cultura exportadora basada en la competitividad. Idealmente, sería fantástico exportar otros bienes y servicios con mayor valor agregado, pero, dadas las circunstancias y las urgencias, se trata de muy buenas noticias.

Desde el punto de vista institucional, se avanzó en negociaciones para profundizar el Acuerdo de Preferencias Fijas vigente entre el Mercosur y la India, con el objetivo de ampliar la cantidad de productos argentinos con mejores condiciones de acceso a dicho mercado. El bloque sudamericano se encuentra ante un punto de inflexión. Más allá de los cuatro acuerdos ya firmados con Israel, Egipto, el Líbano y Palestina, la presidencia de Bolsonaro apunta a darle mayor flexibilidad y dinámica, en consonancia con lo ocurrido durante el viaje de Macri a la India. Desde el punto de vista geopolítico, que América del Sur pueda ingresar al creciente mercado de la India fortalece los intereses tanto de Brasil como de la Argentina y permite salir de esos esquemas triangulares que con creciente frecuencia se consolidan a raíz de la intensificación de la competencia de poder entre los Estados Unidos y China, por un lado, y los Estados Unidos y Rusia, por el otro.

Macri fue acompañado por una importante delegación de dirigentes del sector privado. Es lo correcto: ninguna estrategia de inserción internacional y aumento de la competitividad puede desestimar este apoyo clave. A nivel mundial, los mejores resultados surgen de las sinergias entre Estado y empresariado, a contramano de lo que ocurre en nuestro país, donde los conflictos frecuentes entre los sectores público y privado llevaron al empobrecimiento y debilitamiento de ambos.

Este gobierno tuvo una relación conflictiva, confusa y oscilante con buena parte del empresariado. Incluso antes de que estallara la crisis económica, que obligó a resignar varios objetivos loables (como la caída de la presión tributaria, incluyendo la retenciones a las exportaciones), al menos un sector del oficialismo pretendía reeducar al empresariado en función de ciertas reglas y principios ignorados por muchos de sus integrantes, incluyendo el propio Presidente, cuando se desempeñaban en el sector privado. Por suerte en la India predominó un espíritu más cooperativo gracias a los buenos oficios de los funcionarios de la Cancillería y del Ministerio de la Producción. Así, tuvieron lugar más de 700 reuniones entre hombres de negocios argentinos e indios, de las que participaron 85 firmas nacionales, 120 empresarios y más de 500 compañías del por ahora segundo gigante asiático.

Una última dimensión a destacar es la política. La excelente relación entre Macri y Narendra Modi confirma una sintonía de valores, como la defensa de la democracia, el respeto de los derechos humanos, el firme compromiso en la lucha contra el terrorismo y la cooperación como vector principal de acción internacional de los Estados. Un ejemplo concreto: Macri buscó que su par indio retirara su apoyo financiero al régimen tiránico de Nicolás Maduro en Venezuela. En tiempos en los que la democracia está devaluada y los (neo)autoritarismos crecen de Washington a Moscú y de Pekín a Ankara, encontrar entre las principales potencias del mundo un socio que respalde la democracia abre para el país un espacio para la acción internacional qué permite que el pragmatismo y los principios puedan reconciliarse de manera armónica.

 

 

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