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Una cita con….Naipaul (gracias a Ricardo Bada)

5845No voy a añadir mucho a la nota de abajo, del querido amigo Ricardo Bada. Tan sólo que comparto su admiración por Vidiadhar Suparajprasad Naipaul -mejor conocido por V. S. Naipaul-, merecido ganador del Nobel de Literatura -y de cualquier otro premio literario que se le presente en el camino de la vida-.

Mis amigos saben que no soy muy seguidor del premio sueco, quizá por las injusticias cometidas -Ricardo señala dos muy notables- y porque, como a otro querido amigo le gusta afirmar, me he llevado algunos «chinazos» con algunos ganadores recientes, como las herméticas Elfriede Jelinek y Herta Muller. Premio, el Booker Prize, de las letras inglesas; estoy en plena lectura del reciente ganador, Marlon James, y su «A Brief History of Seven Killings«. 

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A Naipaul lo leo desde mis veinte años, y recuerdo con mucho cariño  su novela «A Bend in the River» (un recodo en el río.)  Pero también he disfrutado sus ensayos, y sobre todo sus crónicas de viajes, como «Among the Believers» (Viaje islámico: Entre los creyentes, crónica del viaje que realizó en 1979 por Irán, Malasia, Indonesia y Pakistán) y «An Area of Darkness»  (donde relata su primer viaje a la India.)

Disfruten entonces el texto de Ricardo, sobre el admirable premio Nobel de Literatura nacido en Trinidad, V. S. Naipaul. 

Marcos Villasmil / América 2.1

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NAIPAUL

Ricardo Bada – El Espectador

A pocos días de la entrega del Premio Nobel pienso en el de Literatura del 2001, a Naipaul, que me agarró a 202 km de mi biblioteca y mis archivos, y aunque me encontraba en Fráncfort y más o menos convertido en una isla rodeada de libros por todas partes –399.811 títulos exhibidos en la 53.ª edición de la famosa feria homónima–, nada que hacer: los títulos de Naipaul brillaban por su ausencia.

Hasta en el diminuto stand de Trinidad & Tobago, la patria natal del flamante Premio Nobel: también allí faltaban. Y sus atónitos editores europeos tratando de explicar lo inexplicable: por qué la decisión de la Academia Sueca los había sorprendido con los proverbiales calzones en los respectivos tobillos.

Mi conocimiento de la obra de Naipaul se remonta a 1970. En un puesto de libros de un mercadillo callejero, aquí en Colonia, encontré un volumen en cuya tapa se leía ese nombre hasta entonces para mí por completo desconocido, Naipaul, seguido de un título que me hizo tragar saliva: Blaue Karren im Calypsoland.

Me dije que no era posible que hubiese en el mundo un autor tan degenerado como para bautizar así a un hijo suyo: Carretas azules en la tierra del calipso. Me cercioré de ello mirando el colofón del libro, donde constaba que el título original era Miguel Street, y que Naipaul lo había publicado en 1959 en Londres, aunque el hombre había nacido en Chaguanas, trinitario de ascendencia india, más concretamente hindú. Y así, habiéndome cerciorado de que el delicuente en materia de títulos era el editor y no el autor, compré el pequeño volumen y tras su lectura me convertí en un adicto de Naipaul.

Luego, en 1976, en la emisora alemana Radio Deutsche Welle, donde me desempeñaba como redactor especializado en temas culturales, propuse la realización de una serie acerca de algunos lugares hechos famosos por la literatura universal. De dicha propuesta ya les he contado hace un par de años en este mismo blog, pero no me importa volver a hacerlo:

http://blogs.elespectador.com/ricardobada/2013/06/11/julio-cortazar-andando-por-ahi/

La propia ciudad de Colonia, sede de la emisora, era el escenario de El honor perdido de Katharina Blum. Y Danzig de la trilogía que comienza con El tambor de hojalata. Postulé asimismo la inclusión en la serie de lugares como La Mancha de Don Quijote, la isla de Juan Fernández donde se desarrolló la verdadera odisea de Robinson Crusoe, Salvador de Bahía donde las andanzas de Gabriela clavo y canela, y por último de Trinidad, para cuyo tratamiento sugerí contratar a Vidiadhar Suparajprasad Naipaul, un nombre que hizo fruncir las cejas en señal de perpleja ignorancia a mis compañeros.

Pero eran tiempos de bonanza económica en Alemania y en nuestra emisora, y mi proyecto se aprobó sin más, con lo que me encontré teniendo como autores del mismo a Heinrich Böll, Günter Grass, Camilo José Cela (para La Mancha), Julio Cortázar (traductor al castellano del libro de Defoe), Jorge Amado y al buen Naipaul. Confieso mi orgullo por el hecho de que la serie se llevase a cabo con una calidad excepcional en los manuscritos originales, y en las obligadas traducciones de cuatro de ellos. Con semejante material no resulta nada difícil obtener un buen producto final. Y lo conseguimos, vaya que sí.

[Inciso : Los de Cortázar y Amado fueron los únicos textos que escribieron directamente para la radio, y fue por un encargo mío del que me siento orgulloso. Tanto más cuanto que entonces sólo Böll era Premio Nobel, y hoy en día son cuatro los autores Nobel, entre ellos Naipaul, con los que armé mi serie. Y el que Amado y Cortázar no lo recibieran, ese es un capítulo del que prefiero no hablar. Fin del inciso].

Atesoro de las conversaciones mantenidas en aquél entonces con el hoy Premio Nobel 2001 mi ejemplar de Blaue Karren im Calypsoland dedicado personalmente por él, y ciertos recuerdos grabados en cinta magnetofónica. Así, por ejemplo, las siguientes palabras: «Cuando conocí a García Márquez me dedicó un libro llamándome “uno de nuestros escritores latinoamericanos”. Ahora bien, me gustaría poseer esa dimensión adicional porque, después de todo, Trinidad, que es mi país, era parte de Venezuela, llamándose todo Nueva Andalucía hasta 1797, y de éso no hace tanto tiempo».

Y puesto que estaba dialogando con gente del gremio radiofónico, nos confesó que hasta 1956 había editado un programa de la BBC para el Caribe: “Fue mi primer trabajo y debo admitir que me salvó cuando yo era realmente muy joven. Me gusta la radio, me gusta la voz humana, me gusta que lo que escribo se oiga. Cuando escribo, leo en voz alta lo que he escrito cada día, así que en lo que escribo hay como una calidad oral o hablada. Y los ritmos son ritmos, digamos, del habla, los ritmos de un idioma hablado».

Es cierto: los libros de Naipaul parecen hablarnos. Y nos cuentan hartas cosas. Quienes repasen atentamente su Viaje islámico: Entre los creyentes, descubrirán que Naipaul, ya en 1980, había dejado dicho que muchos de los miles de millones que Occidente invierte en petróleo, en el Oriente Medio, pudieran terminar llegando a parar en manos de un movimiento bastante peligroso. Y es que Naipaul, además de una bella voz, posee un excelente olfato.

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