Urnas semivacías en la votación de la Constituyente de Maduro: sin controles y con violencia
Los comicios para elegir de forma «fraudulenta» una Asamblea Nacional Constituyente con plenos poderes, a la medida de Nicolás Maduro, confirmaron la soledad del oficialismo: urnas semivacías en buena parte del territorio y solo puntos electorales concurridos en donde el chavismo se preparó para ello. Horas después de que los centros abriesen sus puertas, el Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano decidió extender por al menos una hora el plazo de votación.
«La Constituyente nació muerta, no la reconoce nadie, ni el pueblo ni la comunidad internacional. El gobierno cava su propia tumba con este fraude gris, con cero apoyo popular. En el Poliedro están reciclando a la gente, una vitrina (escaparate) al fraude«, acusó Julio Borges, presidente del Parlamento, cuando todavía no había acabado la jornada.
Un extraño diálogo de sordos se extendió en otra fecha «histórica», donde la revolución repitió hasta la saciedad que el pueblo estaba hablando pero no hizo ningún esfuerzo para escucharlo. La paz, principal excusa presidencial para dar inicio a un proceso de final desconocido, no existió en ningún momento. Desde la noche anterior comenzaron a morir venezolanos, 14 al menos, la mayoría en los estados andinos de Mérida y Táchira, donde la rebelión popular se ha intensificado esta semana. De estas víctimas mortales, sólo ocho han sido confirmadas por la Fiscalía. Dos de ellos son un par adolescentes de 13 y 17 años, que murieron tras ser heridos por armas de fuego. Además, la ONG Foro Penal Venezolano (FPV) contabilizó 64 detenciones durante las protestas.
En buena parte del centro y oeste de Caracas, los centros lucían con pocos votantes o vacíos. Pero de cara al recuento final tampoco importaba mucho, ya que la ausencia de controles, la falta de tinta indeleble, con la que tradicionalmente se marcaba el dedo índice, y la posibilidad de votar en todas las urnas abría la posibilidad del voto múltiple. «La auditoría de huellas posterior podría detectar al infractor, pero no anula esos votos», sentenció Vicente Díaz, ex rector del Consejo Nacional Electoral (CNE). Las declaraciones nerviosas de la presidenta del poder electoral tampoco despejaba el torrente de dudas: «El 99% y más de la población venezolana está votando».
Lacrimógenas y perdigones
Los opositores no pudieron concentrarse en la principal autopista de Caracas, como habían planificado, porque en todos los puntos de salida fueron bloqueados por policías que con bombas lacrimógenas y perdigones los dispersaron apenas se reunían. El este de Caracas, donde el oficialismo no se atrevió a instalar ninguna máquina de votación, se volvió un campo de batalla.
Mientras un grupo de motorizados de la policía atravesaba la plaza Altamira -bastión opositor- un artefacto explotó, dejando al menos a tres uniformados heridos, ninguno de gravedad. Cuando dos de sus motos se quemaban, los policías agarraron al menos cuatro de otras personas y las metieron en las llamas. Le disparaban perdigones a todo el que pasara.
«Alertamos a la comunidad internacional la represión brutal y el asesinato de venezolanos en protestas pacíficas en rechazo a la Constituyente (…). Lo que pasa en nuestro país lo resumo así: desolación en los centros de votación y el día de más represión y asesinatos en las calles «, expresó en sus redes sociales el opositor Leopoldo López, dirigente preso en casa.
Estado de sitio
Como si se hubiera decretado un estado de sitio, menos en el Poliedro de Caracas, donde votó Maduro a primera hora, «centro de contingencia» que activó el poder electoral para quienes no pudieran votar en algunos municipios de la capital, de tradición opositora.
La votación del presidente se convirtió en un sarcasmo solo posible en revolución. Nicolás Maduro acudió a votar de madrugada. La prensa fue citada al mediodía, pero el primer mandatario se adelantó a las seis de la mañana.
«Ojalá el mundo abra sus ojos sobre nuestra amada Venezuela, borre toda su campaña imperial que se ha hecho y extienda sus manos», destacó el presidente. Pero lo que el mundo vio fue algo muy distinto. Maduro quiso hacer hincapié en el carnet de la patria, la herramienta de control social puesta en marcha este año, a través del cual se vende la comida subvencionada o se registran los beneficios sociales de cada uno.
«Vamos a hacer el chequeo de mi carné de la patria, para que quede marcado para toda la vida que voté el día histórico de la Constituyente», hizo énfasis el presidente. Una asistenta pasó el código del documento presidencial por un teléfono móvil que ejercía como datáfono, que en unos pocos segundos dejó ver una sorprendente sentencia en su pantalla: «La persona no existe o el carné fue anulado».
Maduro disimuló como pudo, junto a Cilia Flores, y continuó su sesión de fotos ante la prensa. «Quieren hacerte creer que el carnet funciona para controlarte, pero el sistema no funciona ni con Maduro. ¡Nadie se intimide!«, remarcó Borges.
Ocho millones de empleados públicos, usuarios de las bolsas de comida CLAP (adaptación de la libreta cubana de racionamiento), beneficiarios de las misiones sociales y adjudicatarios de viviendas públicas están en el centro de la diana bolivariana. Amenazas, coacciones, incluso por teléfono, menudearon en los últimos días de campaña electoral. La Fiscalía General de la República ha abierto una investigación.