Velásquez: Lula el autolítico
Según la psicología, “las conductas autolíticas están presentes en aquellas personas que realizan actos, queriendo o sin querer, que ocasionan daño a sí misma”. En tiempo modernos ha aparecido una variante peligrosa, el AUTOLÍTICO POLÍTICO. Esa variante me lleva a pensar y salvando algunas distancias que estamos en presencia de un presidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva con comportamiento autolítico.
Uno de los síntomas que ha venido mostrando desde que asumió el poder, por tercera vez, es su preocupación por desafiar a Occidente en política exterior, incluso en su cooperación con gobiernos autoritarios. Lo que pareciera indicar que probablemente aún no se ha dado cuenta que el mundo ya no es el mismo que era hace veinte años.
El arte de la diplomacia puede convertirse a veces en una telaraña en la que es fácil quedar enredado, en particular si la sobreestimación de las propias posiciones se impone a la estrategia. Ésta es quizá la primera lección que Brasil se llevó de la recién concluida cumbre del G7 en Hiroshima, Japón, siendo la oportunidad para el país de ser invitado, a pesar de no ser miembro.
Una oportunidad de oro para reposicionarse en el tablero internacional, dominado ahora por la Guerra Fría 2.0 y por la coexistencia de dos bloques, el occidental, aliado con Estados Unidos y otro que hace del multipolarismo un credo, representado por los BRICS (Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica), lo cual crea en sí mismo una anomalía ante la invasión rusa a Ucrania que puede quemar a algunos de sus participantes. En esa reunión no mostró que estuviera al nivel de alguien que aspiraba ser el gestor de la paz entre Rusia y Ucrania, y rehuyó al encuentro que debería tener con uno de los protagonistas de esa guerra. Lo cual podría ser entendible que no quisiera estar en esa fotografía dado que a sus otros dos importantes socios no les habría gustado mucho.
Si bien la participación del presidente ucraniano Volodímir Zelenski, estaba inicialmente prevista, su presencia lo tomó por sorpresa.
Vale señalar que en diplomacia todo tiene un costo, y seguramente el costo a pagar será la perdida de la credibilidad como mediador de paz, para lo que se ha venido postulando desde su toma de posesión como presidente de Brasil, y es que no solo ignoró la invitación del presidente ucraniano para conversar sino también la invitación que le hiciera el presidente Biden a sostener una reunión bilateral para tratar temas relacionados con la guerra que se libra en Europa del Este.
La pregunta es ¿qué quiere Lula?, hasta ahora su intención declarada es reforzar la alianza de Brasil con los países del Sur global y con China, apoyar la multipolaridad que Moscú busca desde la disolución de la URSS y hacer de Brasil el pivote de América Latina y de la lucha contra el cambio climático a nivel planetario y de paso la reconstrucción del andamiaje de integración en America Latina, hoy día convertido en estructuras zombis.
Pero no solo eso, a su paso por Indonesia asesoró al presidente de Indonesia, Joko Widodo, sobre cómo salvar los bosques del Congo, Brasil e Indonesia; en China, expresó su “fuerte insatisfacción” y “firme oposición” al comunicado de los líderes de las siete mayores economías desarrolladas, que reafirmaron la importancia de la paz y la estabilidad en el estrecho de Taiwán. “Sin tener en cuenta las serias preocupaciones de China”. De ahí que los más importantes consultores de su país designan como hiperquinética la política exterior de Brasil.
Pero quizás una de las cosas que más ha causado impacto, no solo a nivel regional sino mundial fue el intento de rehabilitación de Nicolás Maduro, quien fue recibido como un igual por los jefes de Estado sudamericanos, reunidos en una cumbre informal en Brasilia convocada por Lula da Silva con el objeto de impulsar la integración sudamericana, utilizando como mecanismo la reanimación de UNASUR.
En el discurso de recibimiento de Maduro, el Presidente Lula giró en torno a la idea de que “sobre Venezuela hay muchos prejuicios” que se ha creado una narrativa que dice que (el Gobierno de Maduro) es antidemocrático y autoritario”, animando a su homólogo a que “construya su propia narrativa.
Al momento de escribir estas líneas, se me ocurrió consultar la constitución vigente de Brasil y encontré que la misma establece que la política exterior de ese país tiene como principios rectores la no intervención, la autodeterminación, la cooperación internacional y la solución pacífica de conflictos.
Si bien es cierto que ello pudiera implicar hablar con todos los Estados sin hacer juicios morales, también los es que se deben respetar ciertas líneas rojas, sobre todo si lo que expresa el más alto funcionario público de un país vecino a Venezuela afecta a toda la sociedad venezolana. Al parecer esas líneas rojas, en la nueva política exterior de Lula y no del país, no están claras aún. Esas expresiones podrían interpretarse como una violación a la propia constitución de su país al tomar partido a favor de un gobierno usurpador que ha violado incesantemente los derechos humanos.
Esa declaración de Lula no solo afecta a Venezuela y a los venezolanos, sino que pone en tela de juicio la investigación que se está llevando a cabo en el Tribunal Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad cometidos bajo el amparo del régimen de Maduro, tribunal del que forma parte Brasil.
Desconoció, así mismo, a los 8 millones de venezolanos que están dramáticamente rodando por el mundo en busca de un lugar que les permita trasladar sus expectativas de vida. Afortunadamente dos presidentes del Sur de América dejaron claro que lo que sucedía en Venezuela era real y no producto de una narrativa y que el hecho de que Maduro se incorpore a la actividad multilateral latinoamericana no significaba “meter debajo de la alfombra o hacer la vista gorda frente a temas que son de principios», importantes y fundamentales para Chile y Uruguay.
Según el periodista Juan Arias, “Lula parece atrapado entre el cielo y la tierra. Entre su sueño de ser y aparecer como el político más popular del mundo, o dedicarse a la dura tarea de hacer de nuevo marchar el país dejado por Bolsonaro”.
Mientras tanto, su Administración empieza a recibir golpes del Congreso, donde a pesar de ser complaciente con partidos conservadores y hasta bolsonaristas se ve cada día más acorralado con votaciones adversas. Ahora mismo el Gobierno espera una votación en el Congreso que podría anular toda la estructura del Ejecutivo con sus 37 ministerios que deberían ser reducidos a los 13 que tenía su antecesor creándole un verdadero terremoto político. El Gobierno de Lula todavía no consigue tener mayoría para aprobar sus reformas. Y su postura positiva con la Administración de Maduro no lo ayuda mucho a calmar ese clima adverso que tiene a lo interno de su país.
Finalmente, al recibir en Brasilia la visita oficial de Nicolás Maduro, el presidente Lula da Silva le imprimió un nuevo giro a la política exterior brasileña, optando por tratar de rehabilitar a un dictador. Y es que, en ningún escenario, las violaciones a los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad cometidos por Maduro y documentados por la misión investigadora de la ONU son relatos construidos, sino una realidad; negar esa realidad es casi lo mismo que condonar todos esos crímenes.
Luis Velásquez – Embajador