Victoria Carvajal: De la liberación a la capitulación
«Puede que sea demasiado tarde para reparar el daño hecho por Trump a la confianza en la economía estadounidense»

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. | Ilustración de Alejandra Svriz
Ocho días después de anunciar su plan ultraproteccionista, Donald Trump ha tenido que claudicar a las presiones de los mercados financieros. Las fuertes ventas de bonos estadounidenses, un activo cuyo atractivo como valor refugio hoy está en cuestión por la errática política arancelaria de Trump, obligaron al presidente a aplazar, de momento por 90 días, su radical plan arancelario para castigar a la gran mayoría de sus socios comerciales. A excepción de China, país con el que mantiene una feroz guerra comercial. Así que en poco más de una semana la nueva Administración estadounidense ha pasado del Día de la Liberación al día de la capitulación. Pero esa marcha atrás, que, recordemos, no ha supuesto el levantamiento del 10% de arancel universal a todos los productos importados, no parece haber servido para restaurar la confianza. Puede que sea demasiado tarde para reparar el daño hecho a la confianza en la economía estadounidense. La depreciación del dólar y la imparable subida de los tipos de interés de los bonos del Tesoro así lo reflejan.
Si Donald Trump creía que la guerra arancelaria iba a servir, entre otras cosas, para provocar una pequeña y manejable recesión de la economía, «la medicina» en palabras del presidente, para así conseguir que bajaran los tipos de interés, se equivocaba. Aún no se sabe si los aranceles de Trump son un arma negociadora o un fin en sí mismo por convicción ideológica, pero lo que sí se sabe es que refinanciar la abultada deuda pública del país (que se situó en el 124% de su PIB a finales de 2024) le sale hoy más caro a Estados Unidos. La venta masiva de bonos del Tesoro a 10 y 30 años, tanto por parte de los grandes bancos estadounidenses que necesitaban liquidez, como por Japón, principal país tenedor de deuda americana, como China, que es el segundo, han provocado que su tipo de interés se haya elevado por encima del 4,5% en el primer caso y rozado el 5% en el segundo.
El rebote espectacular de las bolsas el día que el presidente anunció que aplazaba las elevadas sanciones comerciales que pensaba aplicar a la práctica totalidad del mundo (salvo a Rusia, hay que recordar), ha durado poco. El cambio de planes del presidente no ha servido para restaurar la credibilidad de la economía estadounidense y de los responsables de su política económica. Trump, además, está bajo sospecha por el temor a que el círculo íntimo del presidente haya hecho uso de información privilegiada para aprovecharse de las fuertes subidas que el anuncio iba a provocar en los mercados de valores. Ese día, Wall Street cerró con una subida del 9,5% y el índice Nasdaq, el que agrupa a las empresas tecnológicas, se disparó un 12%.
Pero esa alegría ha sido breve. Las dos últimas sesiones, la Bolsa neoyorquina y las principales bolsas internacionales han vuelto a caer borrando parte de esas ganancias. Las razones detrás de esa fuerte inestabilidad son muchas. La incertidumbre sobre los efectos en la economía mundial de la escalada arancelaria entre Estados Unidos y China, con aranceles superiores al 120% en los dos casos, o el miedo a que la Administración Trump reactive sus disparatados aranceles contra el resto del mundo. Se acumulan los datos que apuntan a la posible entrada en recesión. La fuerte depreciación del dólar, hasta situarse en los niveles mínimos de los últimos tres años, exacerba además los efectos inflacionistas que tiene la subida de los aranceles sobre el precio de los productos importados. De forma que la Reserva Federal no descarta que la inflación llegue al 4% en 2025, lejos del objetivo del 2% que tiene marcado el banco central estadounidense y muy por encima del 2,7% en el que cerró en febrero.
Todo ello ha hecho perder a los activos estadounidenses, especialmente los bonos del Tesoro y el dólar, su carácter de valor refugio. Europa y el euro pueden beneficiarse de la pérdida de credibilidad de los activos estadounidenses. Porque además, en este contexto de total inestabilidad, volatilidad y crecientes presiones inflacionistas será imposible que la Fed reduzca los tipos de interés. Por mucho que el presidente estadounidense, en una reiterada demostración de su desprecio a la autonomía del banco central, presione a su presidente, Jerome Powell, para que relaje la política monetaria.
La economía estadounidense podría entrar en un periodo de estanflación (estancamiento con inflación), el peor escenario posible. Todo ello por una decisión suicida, por un daño autoinfligido. Con su agresividad comercial, Estados Unidos confirma su deseo de desentenderse del orden político y económico establecido tras la Segunda Guerra Mundial y de todos los valores que este representa. Ese que, gracias a la hegemonía de las democracias liberales y a los acuerdos multilaterales, ha traído prosperidad al mundo y sólidos avances en la lucha contra la pobreza y la conquista de derechos civiles en multitud de países.
Lo ha hecho al alienarse con la autócrata Rusia, poniendo en peligro la defensa del continente europeo. Lo hace ahora con su estúpida, errática y disruptiva política arancelaria. Dilapidando de paso todo lo que ese país ha conquistado y representado en los últimos 80 años. El libre comercio, las alianzas económicas y estratégicas con los países defensores de ese orden liberal, la lealtad a los acuerdos multilaterales, el respeto a los derechos humanos con su intolerable política migratoria. Y ahora, poniendo en peligro la credibilidad de su economía y su solvencia. Es incomprensible. Quién sabe si el daño hecho es irreparable. Mientras, el mundo aguanta la respiración.