Victoria Carvajal: El arte de la retirada
«Con Trump, el país que había demostrado tener el músculo más fuerte para salir de las crisis se ha empeñado en convertirse en el mayor lastre de la economía mundial»

Donald Trump, presidente de EEUU. | ilustración de Alejandra Svriz
Desde que Trump llegó al poder hace casi cuatro meses, la economía de EEUU se comporta cada vez más como una emergente que como una avanzada. La primera potencia mundial no sólo ha dejado de ser fiable en la escena política internacional, sobre todo para sus aliados habituales, sino también empieza a serlo económicamente. Al caos que su desconcertante política arancelaria ha causado en el mundo se añadía la posibilidad de que el presidente acabara con la independencia de la Reserva Federal. Una decisión que, además de inconstitucional, hubiera asestado el golpe definitivo a la malherida confianza de los inversores en el dólar y los bonos del Tesoro estadounidenses, tradicionales activos refugio del capital internacional y pilar fundamental de la estabilidad de los mercados financieros.
Fue su secretario del Tesoro, Scott Bessent, el único miembro que parece ser competente en el extravagante y servil gobierno que rodea a Trump, quien le persuadió en contra de sustituir al actual presidente del banco central, Jerome Powell, quien hoy resiste las presiones del presidente estadounidense para bajar los tipos de interés. Cumple así con el principal mandato que tiene la autoridad monetaria de asegurar la estabilidad de los precios. Estabilidad que ha sido puesta en peligro precisamente las políticas de la nueva Administración Trump: la inflación se situó en el 2,4% en marzo, cerca del 2% que tiene como objetivo la Fed, pero la gran mayoría de las grandes instituciones, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la sitúan entre el 3% y 4% a finales de año. El temor a que los nuevos aranceles (10% universal con todos los socios comerciales y hasta un 145% con China) eleven los precios es la principal razón del previsto aumento de la inflación.
De forma que el presidente esta semana no sólo tuvo que desdecirse de su intención de sustituir a Powell al frente de la Fed, también de que Estados Unidos fuera a aplicar a China, su gran rival económico, pero también segundo más importante socio comercial, unos aranceles tan elevados como el 145% anunciados apenas una semana antes. «No serán de ese importe. Serán sustancialmente menos. No serán tampoco cero. Ya veremos». También dijo: «Me llevo genial con el presidente Xi. Vamos a vivir muy felices juntos». ¿Qué empresario puede tomar decisión alguna en ese contexto? Hoy amenazó con subir los aranceles al 145%. Ah, no perdón, mañana decido excluir los componentes electrónicos porque perjudican a importantes fabricantes nacionales como Apple. Bueno, y pasado al final decido bajarlos todos sustancialmente porque puede que las estanterías de gigantes populares como Wal Mart se queden vacías.
«¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para que el mundo recupere a EEUU como motor de crecimiento mundial?»
Demostrada su incapacidad para el Art of the Deal, como se titula el libro escrito por el presidente estadounidense en 1987, mitad memorias y mitad libro de consejos empresariales, Trump está más bien dominando The Art of Retreat, como acertadamente señalaba un columnista del Financial Times. En los casi 100 días que ha estado en el poder, apenas ha conseguido acuerdos; más bien al contrario. Ha logrado enemistarse con sus grandes e históricos aliados. Lejos de resolver la guerra en Ucrania en 24 horas como prometió, esta sólo se ha enquistado. El presidente ruso ha intensificado sus ataques en suelo ucraniano y Washington parece estar más alineada con Moscú que con Europa en la visión sobre una posible resolución al conflicto. Tampoco con sus socios comerciales a los que ha amedrenta con los aranceles parece haber alcanzado grandes acuerdos que le beneficien. Si eso, ha arrojado a algunos de ellos, como Corea del Sur o Japón y quién sabe si Europa, a los brazos de China, hoy insospechada defensora de un orden comercial más estable y previsible. Pocos son pues los acuerdos y muchas las decisiones anunciadas y luego retiradas.
Mientras, el precio que está pagando el país por esa errática política, por esos golpes incomprensiblemente autoinfligidos, es muy alto. Ningún empresario, nacional y extranjero, es capaz de tomar decisiones de inversión o contratación de empleo en un entorno tan hostil y volátil y los inversores internacionales prefieren rebajar su exposición al dólar y al riesgo soberano de Estados Unidos. ¿El resultado? Wall Street ha perdido casi un 20% de su valor, el dólar se ha llegado a depreciar hasta un 11% con el euro y algo más con otras monedas reserva como el franco suizo, y los tipos de interés de los bonos del Tesoro, que sirven de referencia para los préstamos a largo plazo como las hipotecas, no han cesado de subir. Las probabilidades de que la economía entre en recesión se elevan al 90%, un fenómeno bautizado como la Voluntary Trade Reset Recession.
El país que ha demostrado una y otra vez tener el músculo más fuerte de todas las economías avanzadas para salir de las recientes crisis, ya sea la financiera de 2008, la crisis del covid o la energética provocada por la invasión rusa de Ucrania, hoy está empeñado en convertirse en el mayor lastre de la economía mundial. Así lo confirma el FMI en su más reciente informe sobre las perspectivas económicas mundiales publicado esta semana. La institución ha rebajado del 3,3% anterior al 2,8% la previsión del crecimiento mundial para 2025 por el impacto de los aranceles y la inestabilidad financiera provocadas por la Administración Trump. ¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para que el mundo recupere a EEUU como motor de crecimiento mundial?
Desde la llegada de Trump, el país que había demostrado tener el músculo más fuerte para salir de las crisis se ha empeñado en convertirse en el mayor lastre de la economía mundial.