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Villasmil / Chavismo: Un pasado que no quiere pasar

Recordaba recientemente Gregorio Morán en su columna en el diario digital  VozPópuli una polémica que se dio en la República Federal de Alemania, allá por las vísperas de la reunificación ante el derrumbe del comunismo en la URSS y sus países satélites en Europa Central y Oriental. Fue una reflexión sobre el pasado hitleriano y la responsabilidad de la sociedad ante lo ocurrido. A ese debate, en el que participaron historiadores, políticos y periodistas, se le denominó “el pasado que no quiere pasar”. 

El chavismo, aunque Maduro y  sus cómplices siguen aferrados a un poder violento y criminal, es ya pasado. Como tesis de la sociedad, como praxis política, económica y social. Esto que pareciera ser obvio, al parecer para algunos opinadores de oposición no lo es.

Hay al parecer una operación de salvamento del chavismo, de lanzarle salvavidas –que no otra cosa es- sustentada en un falso artificio argumental: que no hay futuro democrático en Venezuela sin la presencia del chavismo.

Lo cierto es lo contrario.

Estos argumentadores están atacados por esa dolencia llamada “buenismo tremens”, y que conduce a poner siempre la otra mejilla, a dárselas de perdonavidas, producir un absoluto borrón y cuenta nueva, un adanismo, en suma. La Venezuela democrática que estaría por comenzar es como un encuentro de boy scouts, donde todos nos queremos y amamos; una versión nativa de lo “políticamente correcto”. Ello no solo confunde el ser con el deber ser, sino que es una ingenuidad a toda carrera que conlleva un total desconocimiento de qué ha sido el chavismo, la labor de destrucción antropológica y anti-civilizatoria que han realizado sin descanso, el inmenso daño que le han hecho a nuestro país. Y ello producto de errores y horrores totalmente intencionados.

Olvidan que chavismo y democracia son dos vocablos que se repelen, que no se pueden colocar uno al lado del otro, como si nada. Un oxímoron.

Obviar los crímenes de ese monstruo con siniestros mecanismos llamado chavismo, las acciones de sus máximos dirigentes –sin excepciones, por cierto- aceptarles simplemente algo así como “me he equivocado, pana, lo siento. No lo haré más”, es profundamente injusto con los millones de víctimas.

La política democrática tiene un carácter contingente que proviene de una serie de factores estructurales y normativos, tanto individuales como colectivos, y que obedecen a una correlación de fuerzas esencialmente plural,  todas ellas necesariamente respetuosas del orden democrático. El chavismo siempre se ha burlado del juego limpio, solo sabe jugar con cartas marcadas. Desde su inicio el chavismo –como el nazismo- buscó pervertir la relación de medios y fines, así como destruir toda voz plural para construir una hegemonía en torno al líder (Hitler allá, Chávez acá).

Los celosos defensores de los derechos del chavismo ¿se habrán leído el Libro Rojo (sic) producido por el III Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en 2010? Vale la pena que lo hagan. En dicho “Libro Rojo” –por el color que identifica al comunismo en todas partes, por la sangre de miles de venezolanos derramada durante el “experimento”chavista-, se nos muestran la Declaración de Principios, los Estatutos y las Bases Programáticas de esa fábrica de corruptos y asesinos que ha sido el PSUV. Lo resumo en estas oraciones contundentes, que no admiten matices: ¿La tarea esencial? “la construcción del poder popular y revolucionario”. “La construcción del socialismo bolivariano es la única salida, todas las tareas están dirigidas a su consolidación”.

Para ver el «Libro Rojo», haz clic en este enlace:

LIBRO ROJO

Es claro que lo anterior no quiere decir que ciudadanos que militaron en las diversas organizaciones chavistas no tengan derecho a organizarse y a participar en la vida política y electoral futura. Lo que no puede ser es que lo hagan mientras sigan siendo pública y personalmente “chavistas”, orgullosos del “legado” del comandante eterno y de su Libro Rojo,  haciéndonos todos la vista gorda con la aberración que ha constituido. Por cierto ¿sus dirigentes cómo financiarían ese nuevo partido? ¿Con sus “sueldos” de los últimos 21 años?

Aprendamos del debate alemán post-segunda guerra mundial, y las consecuencias políticas y jurídicas del mismo. La constitución alemana de 1949 buscó «blindar» la esencia democrática de la Grundgesetz (Ley Fundamental, o Constitución) contra posibles avances de partidos totalitarios mediante una «cláusula de eternidad» (art. 79.3) que impide la modificación de los principios formulados en los artículos 1 y 20 de la Constitución (referentes a la dignidad del ser humano y a la organización estatal como un Estado federal, democrático y social).

Los alemanes crearon el término “Democracia militante” que implica que el gobierno, el parlamento (Bundestag y Bundesrat) y el poder judicial tienen amplios poderes y deberes para defender el orden democrático liberal frente a aquellos que quieren abolirlo. La idea detrás del concepto es la noción de que ni siquiera a un gobierno mayoritario se le puede permitir instalar un régimen autocrático  como el que surgió de la Ley Habilitante de 1933, que de facto destruyó la división de poderes, concentrados como consecuencia en Adolfo Hitler. ¿No fue acaso eso lo que ocurrió en Venezuela a partir de 1999, con nuestro Hitler de bolsillo Hugo Chávez acaparando todo el poder, bajo la mirada extraviada de un poder judicial suicida y sumiso? Un Chávez que llamó “moribunda” la constitución sobre la que debía jurar y que tenía que acatar con “voluntad incondicionada” para que fuera un acto cabalmente legal y democrático (tal y como le acaban de recordar a los recién electos diputados catalanes independentistas, que desean jurar su cargo “por la república catalana”.)

Varios artículos de la Constitución alemana permiten una serie de medidas para «defender el orden democrático liberal».

  • El artículo 9 permite que haya grupos sociales etiquetados como «dirigidos contra el orden constitucional» y, por ende, prohibidos.
  • El artículo 18 (“Privación de los derechos fundamentales”), habilita a la Corte Constitucional Federal para que pueda restringir los derechos básicos de las personas que luchan contra el orden constitucional.
  • Las administraciones federales y estatales pueden excluir a personas consideradas «hostiles a la Constitución» de la función pública. Todos los funcionarios públicos deben jurar defender la Constitución y el orden que de ella deriva.
  • Según el artículo 20 (“Fundamentos del orden estatal, derecho de resistencia”), todo ciudadano alemán tiene derecho a oponer resistencia, cuando no quede otro recurso, a aquel que desee abolir el orden constitucional.
  • En el artículo 21.2 se prohíben expresamente los partidos “antidemocráticos” (“los partidos que por sus fines o por el comportamiento de sus adherentes tiendan a desvirtuar o eliminar el régimen fundamental de libertad y democracia, o a poner en peligro la existencia de la República Federal de Alemania, son inconstitucionales”).

En una democracia militante, los partidos que se oponen a los valores constitucionales son –deben ser- ilegales.

El chavismo es ya pasado, un pasado que no quiere pasar. Y para mantenerse, no puede permitírsele que reciba ayuda de nadie, mucho menos de un demócrata. La futura democracia venezolana necesita “demócratas militantes”, no complacientes. Dejemos al chavismo morir ahogado en su propia entropía, que bien merecida se la tiene.

 

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