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Villasmil: De copas mundiales y guerras tontas

Copa Mundial de fútbol 2026, una gran mina de oro

 

«La paz no es la ausencia de conflicto, es la habilidad de gestionar el conflicto por medios pacíficos».

Ronald Reagan

 

La Copa Mundial de Fútbol de la FIFA 2026 está a la vuelta de la esquina, y para muchos aficionados la emoción ya se siente en el aire. Por primera vez en la historia, tres países serán los anfitriones de este evento.

Del 11 de junio al 19 de julio de 2026, los aficionados al fútbol de todo el mundo se reunirán para presenciar 104 partidos llenos de pasión y adrenalina.

¿Dónde se jugará?

Canadá, México y Estados Unidos se unirán para albergar partidos en 16 ciudades:

Canadá: Toronto, Vancouver.

México: Guadalajara, Ciudad de México, Monterrey

Estados Unidos: Atlanta, Boston, Dallas, Houston, Kansas City, Los Ángeles, Miami, Nueva York/Nueva Jersey, Filadelfia, San Francisco y Seattle.

¿Cómo será el formato de la competición?

El torneo contará con 12 grupos de 4 equipos cada uno. Los dos mejores equipos de cada grupo y los ocho mejores terceros avanzarán a la siguiente fase. A partir de allí, se jugarán partidos de eliminación directa hasta llegar a la gran final.

 

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Hasta ahora, amigo lector, todo pacíficamente normal; otro mundial de fútbol con el atractivo de que habrá una mayor participación de países (¡48! ¡vamos Vinotinto!!!), y de que se realizará en tres países: Estados Unidos, Canadá y México.

Y aquí llegamos al llegadero: la FIFA ha recordado, en un muy diplomático comunicado publicado hace poco, sobre los lugares donde se realizarán los juegos, extremadamente preocupada porque claro…

¡los tres países están en guerra, una guerra comercial que tiene a todo el mundo en vilo!

A lo largo de la historia, el deporte y los conflictos bélicos han estado entrelazados de diversas maneras, desde su uso como herramienta de propaganda hasta su impacto en la moral de las tropas y la población civil; pero lo que está sucediendo en estos momentos en Norteamérica es el colmo.

Un ejemplo recordable es la llamada Guerra del Fútbol (1969): Un conflicto bélico de corta duración entre El Salvador y Honduras, desencadenado tras una serie de incidentes violentos durante los partidos de clasificación para la Copa Mundial de Fútbol de 1970, gloriosamente ganada por el Brasil de Pelé.

Las causas reales fueron profundas y complejas, incluyendo tensiones políticas, económicas y sociales entre ambos países. El hecho es que las relaciones entre El Salvador y Honduras habían sido tensas durante mucho tiempo debido a una serie de factores, entre ellos disputas fronterizas, o la migración de salvadoreños hacia Honduras, en busca de trabajo; asimismo, ambos países enfrentaban dificultades económicas.

En este contexto de gran tirantez la violencia durante los partidos de clasificación para el Mundial de 1970 entre El Salvador y Honduras actuaron como detonante.

La tensión escaló rápidamente y, el 14 de julio de 1969, El Salvador declaró la guerra a Honduras. El conflicto duró apenas 100 horas, pero dejó un saldo de varios miles de muertos y heridos.

 

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El mundo inicia un nuevo año con amenazas de otro tipo de guerras -esta vez comerciales- por doquier, como si no fueran suficientes los conflictos armados en Medio Oriente o en Ucrania.

No voy a escribir aquí sobre cada una de las controversiales decisiones que está adoptando el presidente Trump; destaquemos, eso sí, al cada vez más desatado Elon Musk, tratando de influir en diversas elecciones europeas, dando todo su apoyo al farsante Farage en Gran Bretaña (el cantamañanas que falsamente mintió y falseó hechos para llevar a sus compatriotas a aprobar el Brexit, decisión que la mayoría hoy lamenta, según las encuestas recientes). Peor aún, en las próximas elecciones alemanas Musk, sin ningún tipo de duda o vergüenza, está dando su apoyo a AfD, un aberrante partido de ultra-extrema-derecha, en contra de los democristianos de la CDU, a pesar de que su candidato, Friedrich Merz, es el líder del ala conservadora del partido.

Mientras, en el frente interno, Musk está cuidadosamente triturando la estructura de las  instituciones gubernamentales. Una por una. 

Desestabilizar parece ser la orden del día. Preferiblemente a los aliados de siempre.

Quedándonos en Norteamérica -y su Golfo que seguirá siendo de México, a pesar de Trump- diversas fuentes mediáticas y analíticas han publicado informes muy claros sobre las consecuencias de ese colosal disparate que son las sanciones contra sus vecinos -otrora fieles aliados-, Canadá y México. Sus resultados dañarán no solo a los tres países, sino a la economía global. Señalemos tan solo:

-La integración de los tres mercados, con complejas cadenas de suministro en funcionamiento desde hace décadas, está siendo gravemente afectada.

-La amenaza y el insulto están sustituyendo a la diplomacia, el diálogo y la negociación como mecanismos de relación no solo con tus adversarios -como China- sino incluso con tus tradicionales aliados -Canadá, México, Unión Europea-.

Dañar la economía de México puede hacer que el país sea menos estable, no más. Y solo el 1 % de las incautaciones de fentanilo y de los encuentros con inmigrantes ilegales se producen en la frontera norte, lo que ridiculiza las quejas de Trump sobre Canadá.

-Dato automotriz: El 30% de los autos vendidos en EEUU provienen de Canadá y de México; el 42% de las partes automotrices son importadas de ambos países.

-Resumiendo: el consejo editorial del diario ‘The Wall Street Journal’ (respetado medio conservador, su nombre es una buena indicación de su orientación) criticó a Trump en un artículo titulado «La guerra comercial más tonta de la Historia».

Donald Trump al parecer quiere convertir a los Estados Unidos, otrora país de progreso y de apertura al mundo, en una fortaleza MAGA cuasi medieval. 

Es conveniente quizá recordar las palabras de un presidente auténticamente conservador, Ronald Reagan:

«La primera obligación del Gobierno es proteger a la gente, no dirigir sus vidas».

«La paz no es la ausencia de conflicto, es la habilidad de gestionar el conflicto por medios pacíficos».

«Si buscamos la respuesta a por qué durante tantos años logramos tanto, prosperamos como ningún otro pueblo de la tierra, fue porque aquí, en esta tierra, dimos rienda suelta a la energía y al genio individual del hombre en mayor medida como jamás se había hecho. La libertad y la dignidad del individuo han estado más disponibles y aseguradas aquí que en ningún otro lugar de la tierra».

Y entonces llegó Trump 2.0.

Tienen razón en preocuparse los jerarcas del fútbol ante lo que ocurre en los sitios en que -fraternalmente- debería realizarse el próximo mundial.

También los propios ciudadanos norteamericanos, luego de que Trump declarara que “las medidas causarán dolor, pero valdrán la pena”.

Pero mucho más preocupados estamos millones de ciudadanos que asistimos impotentes a toda esta escalada conflictiva que tiene a los EEUU como protagonista; especialmente, venezolanos, cubanos y nicaragüenses, que nos preguntamos qué será de nosotros, cuáles intereses se impondrán, si la política basada en réditos comerciales será más importante que la centrada en la ética y los derechos humanos. Esperemos que no…

 

 

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