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Villasmil: Desde Europa con amor

 

“Desde Rusia con amor” (1963) es el nombre de la quinta novela de Ian Fleming sobre James Bond, y de la segunda película de Sean Connery en el papel del agente 007; fue una de las más exitosas, tanto para la crítica como en la taquilla. El argumento fundamental era que los malvados del asunto, una organización internacional del mal llamada SPECTRE (en la novela SMERSH, agencia soviética de contraespionaje), usó a una funcionaria del consulado ruso en Estambul, Tatiana Romanova (interpretada por Daniela Bianchi), para que fingiese desertar al occidente, con el objetivo de engañar al agente 007 y vengarse de la muerte del Dr. No (el villano de la primera película). La Rusia soviética y comunista intentando una vez más ayudar a destruir al mundo libre (así se le llamaba entonces, ¿recuerdan?).

 

 

Daniela Bianchi (Tatiana Romanova, en «From Russia with Love»)

 

Como quien no quiere la cosa, especialmente en estos tiempos donde la opinión es más importante que los hechos y la verdad es lo que cada quien cree que es, nos viene desde Europa un regalito envenenado, parte de un guion mayor, suculentamente bien aderezado. No lo protagoniza directamente Vladimir Putin, porque como se ha denunciado insistentemente en estos días, luego de lograr la victoria, a trancas y barrancas y con todo tipo de ventajismos y fraudes, en su proyecto de reforma constitucional, en las próximas semanas estará muy ocupado supervisando personalmente las operaciones de apoyo a su candidato en las elecciones gringas, porque como dijera Elton John, “That’s what friends are for” (para eso son los panas).

Entonces, ¿quién es hoy el encargado del proyecto? Pues un socialista de carné y currículo bien claros, el español Josep Borrell, flamante comisario europeo para las relaciones internacionales. ¿Y de qué va la cosa? De lograr poquito a poco, pasito por pasito, con la prudencia, paciencia y constancia de un caimán, que se acepte –fingiendo resignación, claro, ¡qué tragedia!- la permanencia de la tiranía de Nicolás Maduro.

¿No fue abismalmente sorpresivo e indignante que apenas a pocos días de que se produjera el informe de la ONU donde se denuncia que el Gobierno venezolano es genocida, culpable toda su directiva de crímenes de lesa humanidad, Josep Borrell declarase que hay una «ventana de oportunidad» para que la UE pudiera designar una misión de observadores a las ilegales elecciones legislativas venezolanas del 6 de diciembre, y encima envíe una “delegación secreta” a reunirse con el tirano? – aunque insistió en que preferiblemente deben posponerse un tiempito, ya que “todavía no se dan las condiciones para ello”-. Ojo, las “condiciones para ello” no son, por lo visto, para el comisario europeo, la liberación de los presos políticos, o el nombramiento de un Consejo Electoral y un Tribunal Supremo realmente legales y legítimos, la devolución de las organizaciones partidistas a sus reales directivos, una revisión a fondo del registro electoral, el derecho a voto de los venezolanos en el extranjero, o que sencillamente no se pueden legitimar con su presencia unas elecciones organizadas por un Gobierno genocida. No, el problema de fondo es que se necesitan al menos seis meses para organizar la muy turística visita –porque eso es lo que sería, en realidad-.

Una pregunta obvia: si vinieron a Venezuela representantes de la Unión Europea, y se reunieron con Maduro y luego con Henrique Capriles ¿no deberían haberse reunido asimismo con Juan Guaidó y la directiva de la Asamblea Nacional?

Sería muy ingenuo pensar que todo esto ha salido simplemente de la imaginación y el buen corazón de Borrell, o de que son solamente instrucciones de su jefe en Madrid, Pedro Sánchez, y su socio Pablo Iglesias, coaligados en destruir las instituciones democráticas y la actual constitución española, agarraditos de la mano con impresentables y terroristas como los de Bildu. No, esto tiene aristas muy sospechosas.

Puede leerse en la prensa hispana que la actuación de Borrell ha generado molestia y disparado alarmas en Bruselas; en código burocrático: “se ha extralimitado en sus funciones”, al aplicar una «diplomacia de cowboy»  (frase que el propio Borrell usó en el pasado contra los gringos) y, peor aún, incluso lo acusan de mirar con agrado las posturas de su compañero de partido José Luis Rodríguez Zapatero, hoy canciller oficioso de la tiranía venezolana en el mundo.

Al momento de publicar la nota, se informa que la «Conferencia de Portavoces de la Eurocámara que se reúne este jueves 1 de octubre debatirá y aprobará, casi con toda probabilidad, la comparecencia de Josep  Borrell ante el Pleno del Parlamento Europeo de la próxima semana. El objetivo es que el Alto Representante para la Política Exterior de la Unión Europea dé explicaciones sobre la misión de sus enviados especiales a Caracas y que aclare a quién informó de este viaje».

Varios grupos políticos en el parlamento europeo consideran que Borrell «ha roto el consenso europeo e internacional» sobre Venezuela al enviar a una «misión secreta» para negociar con «una tiranía». Además, le acusan de intentar pactar «condiciones mínimas» para unas elecciones «ilegítimas» que son un «fraude electoral».

Es posible que le salga regaño en toda la regla, o sea.

 

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Un breve inciso que merece mencionarse: todavía quedan voces dignas en la dirigencia del actual PSOE; y no es un barón regional, o un parlamentario veterano, no, es un dirigente juvenil: Víctor Trimiño, de 28 años, licenciado en Física, y recientemente elegido como Secretario General de las Juventudes Socialistas Vascas, ha afirmado, ante los acercamientos sin vergüenza alguna de Sánchez hacia Bildu, que «Debemos estar enfrente de cualquier intento por normalizar o por blanquearuna fuerza política que sigue siendo incapaz de condenar más de 850 asesinatos y que sigue ensalzando a los terroristas que los cometieron. Ninguna necesidad aritmética justifica tratar como un partido más a quien desde un punto de vista ético no lo es».

Más claro, imposible. Y “normalizar” debe ser una de las palabras favoritas de Sánchez (ya la usa ante el desastre causado en su país con el coronavirus), porque Borrell no haría los requiebros amorosos para lograr la “normalización” del chavismo sin permiso de su jefe de Gobierno. “Blanquearlo” es casi imposible, por ello de lo que se trata es de “normalizarlo”.

En materia de normalización chavista, objetivo que sin duda cuenta con el apoyo ruso, iraní, chino, y cubano, con estos últimos como jefes operativos por ser duchos en la materia, se busca hacer con la Venezuela chavista lo mismo que ha hecho durante años una parte de la socialdemocracia –europea y latinoamericana- con la dictadura castrista.

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Foro de Sao Paulo

 

“Normalizar” es algo así como decir que el chavismo “sí, es una dictadura, pero ya se sabe, enfrente tienen al imperialismo yanqui, se trata en realidad de devolver la dignidad a los venezolanos oprimidos y no dejar que los gringos se salgan con la suya y les roben sus recursos naturales”, y demás estupideces que repiten los voceros del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla; como si no estuviera ya ocurriendo dicho expolio de manos de guerrilleros colombianos y de malhechores castristas, rusos, chinos e iraníes.

Normalizar es que Borrell insista en seguir los pasos de su antecesora, la también socialista –italiana- Federica Mogherini, cuya única solución a la tragedia venezolana era proponer una ronda de diálogo tras otra, sin importar si habían condiciones reales o no, o si el régimen venezolano estaba dispuesto o no a dialogar. El diálogo como fin, no como medio. Diálogo, en suma, para perder el urgente tiempo democrático, y darle oxígeno a los tiranos.

Normalizar implicaría probablemente no solo venir a las elecciones, sino comenzar a soltar en un futuro “ayudas” y “subsidios” que controlará el régimen, con el pretexto de que hay que ayudar al sufrido pueblo venezolano.

Todos ellos unidos en lograr en Venezuela lo que se logró con el castrismo (reconociendo las diferencias históricas obvias): ganar tiempo, matar las ilusiones y esperanzas democráticas, eternizar la usurpación, dividir a la oposición, arrinconar la dignidad humana, tratar de convertirnos en autómatas resignados.

Esa nueva normalidad, ese veneno que nos viene de Europa y que desean implantar es, en realidad, la misma vieja e inhumana inmoralidad totalitaria y comunista.

 

 

 

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