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El New York Times y la tragedia cubana

La semana pasada mencionamos un editorial del New York Times donde además de lo que se afirmaba sobre la tragedia venezolana, llamaba asimismo la atención la forma en que se trataba el tema cubano.

Ya hace tiempo que ha dejado de sorprender la ingenuidad y el olvido con que siempre ha tratado la prensa liberal norteamericana la tragedia cubana. En Cuba se ha experimentado como en muy pocas otras partes el cómo convertir seres humanos en robots al servicio del Estado totalitario. Parafraseando una afirmación de Hannah Arendt, un cubano es alguien, no algo, como asume el castro comunismo.

Lo curioso es que esta permisividad hacia el castrismo se da justo cuando sus afluentes ideológicos se encuentran más secos, cuando incluso el término “izquierda”, se siente lleno de nostalgia pero vacío de contenido y, por ende, causante de todo tipo de equívocos y neuralgias dialécticas.

El Times ignoró, en este editorial, el delicado equilibrio entre la observación desapasionada y la implicación crítica, necesarias para una correcta comprensión de la realidad; practicó, en este caso, lo que Albert Hirschman llamaba “las formas progresistas de la intransigencia”.

Señores del New York Times, ya es hora de que se den cuenta que hacia allá, hacia el “mar de la felicidad castrista”, es que quieren llevar Maduro, su régimen y todos sus valedores internacionales a Venezuela, con constante ayuda castrista. Y a pesar de ello, después de 20 años, de millones de muertos, de emigrados y de víctimas de las políticas inhumanas del chavismo, los venezolanos en su inmensa mayoría siguen soñando con el retorno de una democracia que fue por décadas ejemplo de solidaridad en la lucha contra los autoritarismos en todo el mundo.

Al respecto del tema cubano, merece destacarse una nota de Elizabeth Burgos en Zeta, titulada The New York Times, Cuba y Venezuela desenmascarados”. De ella extraemos estas muy válidas consideraciones:

 

“Como es usual, la visión de la izquierda estadounidense y la europea con respecto a América Latina, es la visión forjada por el castrismo: es una zona sin historia, sin iniciativa, dócil, sin poder de decisión alguna, sin contexto, sin contradicciones, en la que  EE. UU. “orquesta” todo”.

“Termina dando la solución del problema venezolano y aquí reside, a mi parecer, el verdadero objetivo del editorial del Comité Editorial: “Cuba, que depende de Venezuela por el petróleo y que tiene una buena relación con Maduro (sic), debería ser incentivada a aprovechar esa cercanía”.

“Es difícilmente creíble que proponerle a Trump, -quien ha puesto entre paréntesis las relaciones con Cuba que su predecesor Obama había dejado en un punto bastante alto-, que la “buena manera de presionar a Maduro es acudiendo a la ayuda de Cuba”, sin que la idea no haya sido consultada de antemano con Cuba”.

Varios indicios de que Cuba intervenga en una posible negociación entre el régimen venezolano y el resto de los actores involucrados en el conflicto, se han publicado en diversas ocasiones. Conociendo la manera solapada de actuar del aparato cubano, este no sería ajeno a la propuesta que hace The New York Times”.

Aquí viene un hecho fundamental que destaca Burgos:

“De tomar cuerpo esa opción, Cuba se anotaría  un nuevo triunfo como sucedió con las Negociaciones de Paz entre las FARC y el gobierno colombiano. Las FARC y Cuba no lograron imponer al candidato  Petro en la presidencia, por ahora, pero indudablemente Cuba ha logrado hacerse en Colombia un enorme espacio político. Aceptar a Cuba como el negociador milagro, significaría una seguridad para la continuidad del proyecto castrista en el continente, bastante debilitado en los últimos tiempos con la pérdida de Brasil, de Ecuador y de Argentina, a lo cual se agrega la crisis del aliado principal junto a Venezuela, que es Nicaragua”.

“Significaría también oficializar la condición de Venezuela como apéndice cubano. Al mismo tiempo Trump se vería obligado a reactivar las relaciones con Cuba, lo que le facilitaría a la isla la inversión de capitales que necesita con urgencia para desarrollar su industria turística y paliar así su dependencia económica con Venezuela”.

“La capacidad de seducción de La Habana es infinita. No sería imposible ver en La Habana hoteles de lujo destinados al turismo, construidos por la empresa de construcción de Trump. El pragmatismo castrista, al final, se entendería mejor con el pragmatismo del negociante Trump, que con un intelectual como Barack Obama”.

 

Así, todos felices, empezando por la progresía internacional y su mito más querido: la revolución cubana.

Finalmente, este desafortunado editorial del New York Times da pie para recordar a un gran pensador anti-totalitario, un periodista sin vacilaciones, que dio ejemplo de lealtad a las ideas de libertad, siendo de los primeros en denunciar las tiranías de derecha y de izquierda; el francés Albert Camus. Según él, “un periodista es un historiador de la realidad diaria cuya primera preocupación es la verdad.” 

Camus le pide a los intelectuales y a los periodistas que cumplan con estas cuatro obligaciones: “1) Reconocer el totalitarismo y denunciarlo. 2) No mentir, y saber confesar lo que se ignora. 3) Negarse a dominar. 4) Negarse siempre, y eludiendo cualquier pretexto,  a toda clase de despotismo, incluso provisional.”

Y, como lo afirma Camus en “Cartas a un amigo alemán”, brillante escrito al respecto de la lucha contra el totalitarismo nazi, los cubanos, venezolanos y nicaragüenses tenemos el derecho y la resolución de afirmar, frente a las actuales tiranías padecidas por nuestros pueblos, que “la lucha que mantenemos posee la certeza de la victoria porque tiene la obstinación de las primaveras”.

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