Elecciones UK – Theresa consternada
“Fortune’s wheel takes you very high and then throws you very low, and there is nothing you can do but face the turn of it with courage.”
(La rueda de la fortuna te lleva a las alturas y luego te derriba hasta el fondo, y no hay nada que puedas hacer salvo enfrentar el cambio con coraje”.)
― Philippa Gregory, The White Princess
En la madrugada del viernes 9 de junio, apenas horas de conocerse los resultados de las elecciones generales del Reino Unido (Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte), “The Sun”, uno de los tabloides más tradicionales de la prensa inglesa, tituló su portada de esta manera: “Theresa Dismay” (Theresa consternación). No podía ser de otra manera.
Theresa May no llegó a ser Primer Ministro mediante elecciones. La rueda de la fortuna la favoreció gracias al monumental error de cálculo de su antecesor, David Cameron, quien apostó por un referendo que pusiera fin a la posibilidad del abandono de la Unión Europea por sus conciudadanos, el llamado “Brexit”, y que ante la sorprendente derrota de quienes deseaban mantenerse dentro de las instituciones europeas, tuvo que renunciar. La tradicional lucha entre las facciones internas del partido Conservador elevó a la entonces Secretaria de Interior al cargo más superior.
Los consejeros de May que, como casi todos los asesores de la política actual, son tan aficionados a las encuestas como alérgicos al contacto real con la gente, le recomendaron que adelantara unas elecciones que solo debían realizarse en 2020. ¿Sus razones? Una ventaja de más de 20 puntos en las encuestas, un candidato rival –Jeremy Corbyn- cuestionado en su propio partido, y la necesidad, según la Primer Ministro, de aumentar su legitimidad, de recibir un mandato claro para las negociaciones con la Unión Europea sobre el Brexit. En cristiano: aumentar los apoyos en el parlamento.
Para el día electoral, los Conservadores (según los resultados de las elecciones celebradas en 2015) tenían una mayoría absoluta de 17 parlamentarios. Luego de estos últimos comicios los Tories perdieron la mayoría absoluta (perdieron 13 parlamentarios), los Laboristas crecieron (+30 parlamentarios), y se produjo un “Hung Parliament”, o sea un parlamento que solo puede intentar funcionar mediante coaliciones. Nadie goza por sí solo de mayoría.
Al día de hoy, los conservadores tienen 318 asientos en la Cámara de los Comunes, contra 262 laboristas, 35 del Partido Nacional Escocés (otro gran derrotado, perdieron 21 escaños), 12 de los Liberales-Demócratas (+4) y 10 de los Unionistas de Irlanda del Norte.
El terremoto no fue mayor para el partido Conservador gracias a sus ganancias en Escocia (“Escocia salvó a los Tories”, tituló acertadamente un medio), y Theresa May ha anunciado gobierno, con sus 318 escaños (la mayoría absoluta es 326) sumados a los 10 Unionistas.
Pero estemos claros: la ansiada estabilidad que Theresa May ha venido prometiendo desde la noche electoral, es más un deseo que una realidad. Es inevitable pensar que sus días están contados, y que se realizarán nuevas elecciones mucho antes de 2020.
¿Qué pasó? Con trazos gruesos, podemos ver un cuadro donde se subestimó la experiencia del rival (Jeremy Corbyn es un viejo parlamentario del Norte de Londres, con graves y profundos errores en su visión de la política, un izquierdista radical que todavía ve el mundo como si el Muro de Berlín no se hubiera caído, pero nadie lo puede acusar de falso o corrupto), a lo cual se unió una desastrosa campaña electoral de parte de May, la cual incluso se negó a asistir a un debate televisado con los otros candidatos.
Los muy buenos resultados laboristas se resumen así: aunque siguen en oposición por tercera elección consecutiva, obtuvieron el mejor resultado en voto popular desde 2001 (12.874.985, contra 13.667.213 de votos conservadores), ganaron escaños por primera vez en 20 años, y el llamado “swing vote” (el trasvase de votos de un partido a otro), de un 9.6%, es el más alto a su favor desde 1945.
Fue tan mala la campaña de la Primer Ministro, que el resultado final, manteniendo los Tories el primer lugar a pesar de los pesares, es testamento de la fortaleza del partido, el partido del Duque de Wellington, de Robert Peel, de Benjamin Disraeli, de Winston Churchill y de Maggie Thatcher. Y es que la derrotada es May, antes que la organización: a pesar de perder la mayoría, obtuvo su mayor número de votos desde las elecciones de 1983 –nada menos que con Maggie Thatcher de candidata-, e incluso consiguió más votos que los obtenidos por los laboristas en su victoria mayoritaria de 1997 (con Tony Blair de candidato).
En menos de 8 meses, las dos democracias más estables del planeta han protagonizado unos resultados sorprendentes en los cuales dos políticas con experiencia (Hillary Clinton y Theresa May), con claro favoritismo al comienzo de la contienda, han resultado candidatas desastrosas, permitiendo que en sus países reine hoy la incertidumbre. Ambas coincidieron en transmitir una imagen robótica, lejana y muy poco empática.
El resultado escocés viene con un dato positivo: Nicola Sturgeon, la combativa líder del Partido Nacional Escocés, deberá guardar para otra ocasión más propicia su reclamo por un nuevo referendo escocés a favor de la independencia. Y el UKIP, el partido independentista que lideró la salida de la Unión Europea en el referendo del año pasado (obteniendo 12% de los votos), ha demostrado ser flor de un día: apenas obtuvo 1,8% de los votos, perdiendo el único parlamentario que poseía.
Sorprendentemente, el tema del Brexit jugó un papel marginal en los debates de campaña (la gente probablemente pensó que eso ya estaba decidido). Los votantes, en todo caso, quedaron con la impresión de que May favorecía un Brexit “duro”, con abandono total del mercado común y el final del libre tránsito de ciudadanos europeos, y que Corbyn favorecía un Brexit “blando”. Sólo los Liberales-Demócratas exigían un nuevo referendo. Como siempre, la gente no se dio por enterada de esto último gracias a un sistema electoral que favorece el bipartidismo (que salió sin duda reforzado de esta cita). Eso sí, los cálculos del grupo asesor de May, de que los votantes que favorecieron el Brexit votarían mayoritariamente Tory fue un grave error. Al contrario, los Conservadores terminaron perdiendo distritos históricamente suyos –como Canterbury, que votaba siempre por los Tories desde hace casi un siglo-. De hecho, los resultados demuestran que los Laboristas obtuvieron apoyos de votantes contra el Brexit en Londres, y a favor del Brexit en el resto del país. Increíble.
No puede dejar de mencionarse un dato fundamental para entender la conducta de los votantes del Reino Unido: ambos partidos principales se han decidido por un abandono del centro político. La extrema polarización ha implicado una clara radicalización de May y Corbyn. Como ya se mencionó, May, porque creía que con ella pescaría en las aguas de los votantes a favor del Brexit, y Corbyn, simplemente porque siempre ha defendido posturas de izquierda radical.
Con ello, quedaron muy golpeados los Verdes, por la izquierda, y los independentistas por la derecha.
Para ahondar más en el asunto, en especial en lo que respecta a los sistemas electorales y lo aparentemente ilógico de la distribución del voto y de la ubicación de los votantes en relación con el centro político, con una ciudadanía europea que «ha ido adoptando posiciones extremistas o autoritarias en multitud de aspectos que marcan la competición electoral», recomiendo la lectura de este interesante análisis de Aurora Nacarino-Brabo en Letras Libres:
En busca del votante mediano
Lo cierto es que el Reino Unido llega debilitado a las conversaciones con las instituciones europeas sobre su salida, unido ello a un Emmanuel Macron que ha obtenido un excelente resultado en las primera vuelta de las elecciones parlamentarias francesas, y con Angela Merkel obteniendo magníficas victorias en las elecciones regionales alemanas celebradas recientemente, y con buen chance de ganar las generales de septiembre.
El terrorismo, un tema fundamental ante los recientes ataques en Manchester y Londres, afectó no solo a May (en especial porque en la campaña se mostró como vacilante y débil de carácter, cambiando insólitamente una de las promesas hechas en el tema social), sino a su actual Secretaria del Interior, Amber Rudd, que salvó su escaño en la raya, en un distrito electoral (Hastings and Rye) que los Tories normalmente han ganado por paliza.
Otra gran derrotada, como en otras comarcas europeas, fue la política económica centrada en la austeridad (uno de los temas fundamentales de la campaña de Corbyn). En todas partes lo mismo, y los políticos no aprenden. Pareciera que hoy las materias fundamentales en las escuelas de economía del planeta son “Introducción a la Austeridad”, “Austeridad I”, y así sucesivamente.
Theresa May, tal vez chapulinamente sin querer queriendo, hizo de la elección un referendo sobre ella. Se olvidó que no hay nada que le guste más a la gente en estos días –salvo la comida chatarra- que un político haciendo el ridículo. El 9 de junio, como afirmó un comentarista de CNN, los Conservadores no obtuvieron lo que necesitaban, y los Laboristas consiguieron mucho más de lo que esperaban.
Las tradicionales formas de hacer política están moribundas, y al parecer los últimos en enterarse son los propios políticos.