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Villasmil: Emilia Pérez, Tootsie en Sinaloa

 

 

Hablemos de cine, y especialmente de la película llamada Emilia Pérez, causante en estos días de revuelos, disgustos, asombros, pasmos, estupores, perplejidades y tormentos por doquier.

Es que en estos tiempos de wokismo de todo tipo, con solo dos colores, blanco y negro, dos conductas, buenos y malos, dos resultados, triunfo total o ruina inmediata, el cine cada vez trata menos de cine. Es una excusa, tan buena como las elecciones en Alemania, Argentina o los Estados Unidos para descargar prejuicios contra mis adversarios. Puedo preferir al sobrio actor teatral inglés, a la más reciente bomba italiana, a la chica gringa que acapara todas las alfombras rojas del planeta, a la actriz negra que está arrasando en el papel de Cleopatra (aunque Cleopatra realmente no fuera negra). Pero lo que importa hoy no es lo afirmativo, sino lo destructivo. Si está ocurriendo en la política, ¿por qué no sucedería lo mismo en cualquier otra manifestación social, como el cine?

De entrada, no podía extrañar que Karla Sofía Gascón (KSG) entrase en las quinielas no por una meritoria interpretación en ‘Emilia Pérez’ sino por la novedad woke de ofrecer un premio a una actriz por ser trans; tampoco que aunque el final parecía triunfal hasta hace pocos días, luego del escándalo actual y el derrumbe de KSG, ella al parecer arrastrará, en su cataclismo, a una película mediocre. Finalmente no debe sorprender que en realidad la saquen de la pista de competencias no por sus carencias fílmicas sino por unos tuits autodestructivos publicados hace ya un tiempo.

 

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Jueves 30 de enero de 2025: Ese día marcó un antes y un después en la vida de la hoy actriz, antes actor, quien pasó de ser símbolo de minorías woke, a convertirse en cuestión de horas en una racista y cascarrabias de las redes, a la que había que repudiar y cancelar.

Seleccionemos algunos de sus polémicos tuits, cuales dosis de curare, publicados a lo largo de años:

– “Hitler creía que su pueblo era divino y pertenecía a una raza superior. Todos acabaron con él, ahora la esvástica siquiera puede reproducirse. La iglesia, el islam, etc., etc., han causado millones de muertes más a lo largo de la historia y ahí siguen. Da que pensar.”

-Sobre el coronavirus: “¿En qué nos han metido cuatro chinos por comer mierda?”

-(Burlándose del nuevo look de la cantante inglesa Adele, luego de rebajar muchos kilos de peso): “Pasó el COVID y se pasó con las mangas o pasó por el  quirófano y no le quitaron la piel de los brazos”.

Y un tuit que escribió cuando no se imaginaba que algún día sería ella la beneficiada de la candidatura al Oscar, no precisamente por méritos artísticos:

Hace ya tiempo que no sé si en los Oscars se premia a los colectivos o a la cinematografía. Si se premia al color, al sexo y la ideología, o a los técnicos y artistas sin fronteras. Pareciera que hay que cumplir un cupo étnico, algo que es evidente ya en las mismas obras”.

A una figura pública -especialmente políticos y artistas- le fiscalizan y analizan no solo sus hechos, sino sus palabras; ¿en serio ella pensaba que sus cogitaciones llenas de vulgaridad no las iba a leer/recordar nadie?

Más que un actor que decidiera transformarse en una actriz, KSG ha dado la impresión de ser un personaje de un “reality show”: el suyo propio. Esperaba convertirse en una estrella de los Oscar, esa «ceremonia de purificación» (Cristina Casabón), venida a menos cada vez que la fiebre woke la domina.

 

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Karla Sofía Gascón está siendo desacreditada como si estuviera apestada. Su actuación, junto a la dirección y el guion, ambos radioactivos, es muy mala. Nada salva al filme de ser un auténtico bodrio, “un disparate moralizante” (Carlos Granés); una insoportable suma de clichés sobre qué son México, los narcos, o un transexualismo risible (al comienzo de la película el narco listo-a-convertirse-pronto-en mujer, le dice a la abogada (Zoe Saldaña) que tiene dos años siguiendo el proceso de transición, pero su esposa y compañera de vida y de cama, no parece haber notado nada.

En el filme Karla Sofía hace de mexicana pero nunca pierde completamente su acento original hispano; Selena Gómez, su esposa cuando KSG era un jefe narco, y supuestamente tan mexicana como unas enchiladas, habla con acento tex-mex; Zoe Saldaña, actriz nacida en New Jersey, de familia dominicana, habla español a veces con un tumbao dominicano, otras con tímidas pretensiones fonéticas mexicanas. Y, por último, Edgar Ramírez hace de un poco creíble narco mexicano, ya que al parecer para hablar mexicano lo único que se necesita es agregar alguna expresión del tipo ¡pos híjole! a un acento caraqueño, este sí muy convincente.

La desafortunada Selena Gómez carga con el muerto de las peores líneas de la película (“Hasta me duele la pinche vulva nomás de acordarme de ti”, “¡Pinche vieja lencha!”, dichas con su acento gringo).

¿Y siendo supuestamente un musical, cómo recordar canciones con música olvidable y letras tan horrorosas como “Miren al químico, químico/que lo nombraron ministro de algo/al químico, él hace poco mandó a/matar a su socio y familia, ¡a/chingar!”? (sic). Este engendro, que puede verse a continuación, (llamado «El Mal») está nominado al Oscar a Mejor Canción…

 

 

Entre diversas opiniones sobre el filme, esta ocurrencia encaja perfectamente: Tootsie en Sinaloa” (Pablo de Lora).

Sin embargo, lo más sorprendente no es lo terriblemente mala que es, sino que haya sido nominada a trece premios Oscar. Tan solo una comparación: “West Side Story”, una auténtica obra maestra, un musical de leyenda, fue nominada a once (y justicieramente ganó diez).

Apenas comenzar la película, en el primer baile, ya nos damos cuenta de que el director francés no tiene ni idea de qué es un musical, de cómo funciona el montaje en una coreografía cinematográfica. Además, había escogido a tres actrices mediocres bailarinas y cantantes. Aceptemos que no existe hoy una Cyd Charisse (de las más grandes bailarinas de musicales de la historia, al punto de que en 1952 entró en los récords Guinness, al ser aseguradas sus piernas por cinco millones de $, equivalentes aproximadamente a $60 millones de hoy), pero nuestras tres protagonistas dan pena ajena.

Comparemos lo visto arriba con esta maravillosa coreografía de «West Side Story»: la inolvidable interpretación de «America». con una inmensa Rita Moreno, Oscar a Mejor Actriz de Reparto…

 

 

Para colmo, el tonito moralizante que agobia buena parte de la película apesta por falso: diera la impresión que el narco y asesino convertido en santa Emilia (al parecer transformó no solo su cuerpo, sino también su alma) desea ser ahora, como lo han destacado varios críticos, una luz esperanzadora en una sociedad plena de injusticias: eliminando su pene, ayuda a construir una sociedad más humana.

¿Y los asombrados espectadores amantes del cine?  Insertos en medio de una guerra woke a muerte: por una parte, la caricatura de una indefendible película, protagonizada por una antigua heroína woke, hoy cancelada y  asumiendo el rol de víctima del wokismo, hipócrita e inquisidor, que luego de cantar las mayores loas a la protagonista trans, ahora la ametralla con patéticas rasgadas de vestidura “progresistas”.

Karla Sofía Gascón, como se ve en sus tuits, tiene unos rollos mentales de campeonato; pero que su papel en Emilia Pérez haya tenido muchas carencias no le quita el hecho de que también es un ser humano. Nadie se merece este paredón woke que le ha caído encima, gracias a extremismos cada vez más inhumanos.

Por su parte, una enemiga a muerte del wokismo, la extrema derecha decimonónica, populista hasta el colmo, usa esta cinta para atacar todo posible respeto a la diversidad, a la inclusión y a la equidad.

Lo cierto es que vivimos hoy en un mundo wokista de cancelaciones de todo tipo y de aspavientos hipócritas, dando absoluciones o culpas  al margen de toda ética o sentido común. Extremistas unidos contra la humanidad. Ya es hora de que se entienda que la fiebre canceladora no cura ni el racismo, ni la discriminación. Eso sí, acaba con la libertad de expresión (como menciona asimismo Cristina Casabón).  

Volviendo con Carlos Granés: Esta es una de las batallas culturales de nuestro tiempo, la que enfrenta al progresismo antioccidental y al rancio tradicionalismo antiliberal.

“Ambos bandos nos dejan exhaustos, empachados con una política exaltada y de vuelo bajo, y una cultura convertida en un panfleto moralizante y disparatado”.

Mientras yo, en materia de musicales, me quedo conWest Side Story”, “La Novicia Rebelde”, “The Band Wagon”, “Cantando bajo la lluvia”, y “My Fair Lady”.

Para quitarnos el sabor amargo, veamos, entonces, dos ejemplos legendarios: Cyd Charisse, mostrándonos algunas de sus más famosas coreografías junto a grandes bailarines como Fred Astaire y Gene Kelly:

 

 

Y concluyamos con uno de los mejores ejemplos de «Tap Dancing» de la historia: Fred Astaire y Eleanor Powell, en  la cinta «Broadway Melody 1940«, bailando «Begin the Beguine»:

 

 

 

 

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