Villasmil: Eurovisión, wokismo y antisemitismo
El Festival de Eurovisión alguna vez fue un festival musical que muchas familias disfrutaban en el televisor de su casa. Un encuentro anual donde la música importaba, con grandes cantantes interpretando baladas inolvidables. Era un espejo de las tendencias musicales que se escuchaban en el mundo.
La vencedora en 1964, hace sesenta años, GIGLIOLA CINQUETTI, Italia.
Estoy hablando, por ejemplo, de los años sesenta y setenta, con participantes como la italiana Gigliola Cinquetti, Celine Dion, o el grupo ABBA, grandes cantantes que iniciaron su carrera en un festival que unía inicialmente a Europa (y luego a otras regiones del mundo) y donde todos los mencionados fueron merecidos ganadores.
ABBA, ganadores con «Waterloo» en 1974
Ahora, en Eurovisión, lo menos importante es la música.
Este festival de 2024, el No. 68, se celebró en Malmö, Suecia, y estuvo envuelto en polémicas de todo tipo, fundamentalmente la política, por la participación de Israel.
La presencia de Israel provocó una gran controversia, y el antisemitismo prevalente en algunos medios -por ejemplo, la RTVE de Pedro Sánchez- exigía que no se permitiera la presencia israelita. En medio de todo ese bochinche, Países Bajos fue descalificado, tras un incidente con la representación israelí.
Suiza ganó, superando a Croacia y a Ucrania, segundo y tercer clasificados.
Tras el pódium se han situado Francia, Israel, Irlanda, Italia, Armenia y Portugal. A la cola de esta edición se han situado Grecia, Alemania, Luxemburgo, Lituania, Chipre, Letonia, Serbia, Reino Unido, Finlandia, Estonia, Georgia, España, Eslovenia, Austria y Noruega.
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La parafernalia televisiva de Eurovisión se ha convertido hoy en la fiesta de lo estrambótico y excéntrico, la purpurina, los fuegos artificiales coreográficos y un pop vacuo, que sirven de arma ofensiva de la cultura woke, tan amada por la izquierda actual. ¿Y qué mejor país que España para reflejar esa tendencia?
Lo woke ha sido un veneno que ha invadido todo el cuerpo de lo que alguna vez fue la izquierda democrática. Las reacciones del wokismo hacia la masacre de Hamás del 7 de octubre pasado contra el pueblo de Israel son muestra fiel de ello. Solo ven los intereses terroristas, sin importar la desgracia y el dolor de las víctimas israelitas.
Sobre el wokismo (expresión evidente de lo “políticamente correcto”), hace dos años escribí lo siguiente: “todo “wokista” se cree moralmente superior. Pero la suya es una moral reaccionaria. Lo central es que los pilares fundamentales que crearon Occidente, el pensamiento humanista, con sus instituciones, deben ser destruidos”.
Todo wokista es un antisemita militante.
Hoy, el gobierno de Pedro Sánchez es el más wokista de Europa Occidental.
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En nota reciente, la escritora española Lucía Etxebarría anunciaba el tortazo que iba a recibir la representante española en Eurovisión. Tomo prestadas algunas de sus palabras, donde comienza mostrando con elocuencia cuándo comenzó a embochincharse la fiesta musical:
“En 1997 una cantante trans israelí ganó el concurso. Ella era Dana Internacional y su triunfo supuso el pistoletazo de salida para que Eurovisión dejara de ser una cita familiar y pasara a ser una cita de nicho enfocándose sobre todo a un público gay”.
Algunos críticos han afirmado que “el cada vez más extravagante festival se ha alejado de sus raíces musicales” – y que ahora “se pone demasiado énfasis en el espectáculo y la extravagancia en detrimento de la calidad de las canciones”. Creo que podría afirmarse que ya estamos viendo un festival eurovisivo de “performances” seudo-estéticas y quizá algo de música, pero no demasiada.
El cantante suizo vencedor este 2024 se declara el “primer ganador no binario de la historia”. O sea, no se considera ni del género masculino ni del femenino.
Volviendo a lo musical, indica Etxebarría: “Es importante destacar que en España no se estudia música en los colegios (…) Esto es importante tenerlo en cuenta porque el oído musical se educa. Una persona que no reconoce a Liszt, a Vivaldi, a Mozart, a Tchaikovsky, a Bach, a Chopin en una primera escucha no podrá darse cuenta de si una cantante desafina.
Porque el oído se educa, igual que educamos el ojo, el paladar o el gusto literario. Nadie que no haya leído mucho puede apreciar una buena novela, nadie que no haya visto mucho arte va a entender las obras del Guggenheim, nadie que no haya estudiado música puede apreciar si una cantante desafina o no, nadie que no haya bebido mucho y buen vino diferencia entre un Don Simon y un Protos, y nadie que no haya entrenado mucho va a poder correr una maratón. En todos los aspectos de la vida, el entrenamiento importa.
El eurofan español wokista a quien Pedro Sánchez busca adular no vota por la calidad de las canciones, porque le cuesta reconocerla, sino que vota por lo que significan. Y como el eurofan español está tan politizado, lo que quiere es votar por canciones pegadizas con letras tremendistas, muy fáciles de recordar.
La España sanchista, como propuesta autoritaria que es, busca politizar todo. Al Partido Socialista hispano actual le encanta promover un veto, armar un boicot, dividir la sociedad. Por eso atacaron desde el comienzo a la representante de Israel. No por su calidad como cantante, o porque constrastaba con el ridículo esperpento que era la representante española, sino porque era judía, y nacida en Israel. El más obsceno antisemitismo en acción.
Por lo visto, para Sánchez y su PSOE zombi, Anna Frank merecía la cámara de gas.
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Como se señalaba al comienzo, España quedó entre los últimos lugares. Pero eso no le importa al Gobierno woke de Sánchez, ni a RTVE, hoy colonizada por el sanchismo.
La cantante-que-no-sabe-cantar-ni -bailar-ni-interpretar que representó a la España sanchista forma parte de un grupo llamado Nebulossa, y su canción se llama “Zorra” (no por el animal, sino porque orgullosamente se identifica con una mujer …zorra.)
Recuerda Etxebarría que “Pedro Sánchez defendía a Zorra como «una propuesta de feminismo divertido» (¿desde cuándo el feminismo tiene que ser divertido y desde cuándo la objetivación del cuerpo es feminista?)”. Al final, el feminismo sanchista resultó humillado, con la mayoría de los ciudadanos españoles que votaron apoyando a la cantante de Israel. La gente “real”, de carne y hueso, lo tiene mucho más claro que los wokistas sanchistas. La decadencia wokista fue derrotada. Y de qué manera.
La cantante de Israel, EDEN GOLAN, de 20 años, tuvo que soportar toda clase de desplantes y de insultos. Pero aguantó a pie firme. Y frente a las «´élites» europeas que formaron parte de los jurados nacionales que votaron en Eurovisión, en muchos casos progresistas y estúpidamente antisemitas, los ciudadanos de sus países premiaron a la chica judía: Israel fue favorecida por el voto popular en Alemania, Italia, Francia, Portugal, Países Bajos, Italia, Inglaterra, Suecia, Portugal…y también en ¡España! (donde, como decíamos, el jurado votó obviamente en contra de la israelita.)
Frente al odio mediático y político, la mayoría de los ciudadanos europeos, la Europa real, no la wokista, dio toda una lección ética.
Imaginémonos a Sánchez diciendo: “Si a los votantes de mi partido les gusta una canción determinada, pues la enviamos a Eurovisión, aunque la cantante desafine y no sepa bailar, faltaba más”.
Sánchez es el líder de una clara minoría de españoles que odian a España, y que buscan desfigurarla.
Y esta última mamarrachada sanchista antisemita en Eurovisión terminó de forma desastrosa. Un desastre camp y kitsch, socialista y woke. Y su boicot, su rechazo eurovisivo a Israel, fue un rotundo fracaso.
Votación final España: 30 votos. ¿Israel? 375 votos.
Como afirmó recientemente el periodista español Alfonso Ussía: «Israel también somos nosotros, los españoles que amamos la libertad. Porque Israel representa hoy la libertad de Europa».