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Villasmil: «It’s alive, it’s alive! (¡Está vivo, está vivo!)

 

¡It’s alive, it’s alive! (¡está vivo!) es una de las frases inmortales del cine. Fue dicha en 1931, en la película de horror “Frankenstein”, dirigida por el inglés James Whale, y cuyo guion está inspirado en la novela del mismo nombre de Mary Shelley, escrita en 1818. Era en el momento en que el monstruo creado por el Dr. Frankenstein daba señales de vida. Un gran éxito entonces, todavía sigue siendo considerado uno de los mejores filmes de horror de la historia. Whale también dirigió su secuela, “La Novia de Frankenstein”, en 1935.

 

 

Pues bien, en Venezuela tenemos muchos años con nuestros monstruos de Frankenstein nativos, encabezados por el primero, Hugo Chávez Frías, cuya muerte en estos días recientes sus secuaces han recordado. Siete años, según ellos cumplidos en marzo, según otros, en diciembre pasado. Al parecer, hasta en eso mienten, ¿pero qué puede esperarse de totalitarios de tomo y lomo? Mienten con la misma facilidad con que Claudio Fermín agrede a Juan Guaidó y a los auténticos demócratas.

 

 

Nuevos monstruos han destacado a través de los años en la cleptocracia chavista, y claro, el mayor es Nicolás Maduro, quien al parecer incluso se comunica con su mentor transformado este en ave canora.

Recientemente se ha celebrado el Día Mundial de la Mujer, y debe recordarse que el Chávez-Frankenstein ha tenido durante más de veinte años algunas féminas seguidoras. Y si bien el original cinematográfico tuvo una sola novia, en el chavismo pululan un cierto número de “novias” de la revolución y de algunos revolucionarios, eso sí, todas ellas con notables carencias estéticas y éticas: Cilia Flores, Delcy Rodríguez, Lina Ron, Adina Bastidas, Erika Farías, Tibisay Lucena, Socorro Hernández,  Jacqueline Faría, Blanca Eekhout, Iris Varela, son una parte muy representativa del crisol (ni feminista ni femenino) del socialismo revolucionario criollo.

 

Delcy Rodríguez y Tibisay Lucena

 

Todos estos personajes de filme de horror, tanto los varones como las féminas, insisten que Chávez vive, que su legado será eterno, algo así como los mil años que otro monstruo, Hitler, dijo que duraría el Tercer Reich, cuando en realidad solo duró doce; mientras que el tiempo de gobierno de los Frankenstein criollos, que ha durado más, tiene en este momento el mismo futuro que sus cuentas extranjeras.

 

 

¿Vive en verdad Chávez? Ni siquiera sobreviven sus bustos y estatuas; los que quedan, están protegidos para que no sean destruidos por la furia popular. El resto es inhumanidad, destrucción, abandono, corrupción y latrocinio. Eso es, sencillamente, lo que dirán de ellos y sus actos los futuros libros de historia patria.

El Frankenstein primigenio, sus seguidores y sus cheerleaders, son sencillamente politicam excrementum”, frase acuñada en nota reciente por la periodista mexicana Alma Delia Murillo a otra realidad pero que se aplica perfectamente a nuestros engendros nativos. Algunas de sus características esenciales son:

 

“El Politicam excrementum es un híbrido con tantas variables que la extravagante morfología del ornitorrinco palidece junto a este peculiar bicho.

Y es que atendiendo a sus extrañas conductas que ningún otro representante del reino Animalia reúne, se perfila un organismo único. ¿Cuáles conductas? Pues esas, las que todos conocemos.

Detentan poderes plenipotenciarios conferidos por ellos mismos, poderes que nunca están sustentados en alguna superioridad de capacidades real como ser el miembro de la manada más fuerte, más inteligente o el más experimentado: no, simplemente tienen el poder porque lo tienen.

Siempre gastan más de los recursos existentes y toman más tiempo del que habían comprometido para realizar cualquier obra y aún así esperan gratitud y quieren recibir reconocimientos y celebraciones por las chingaderas que cometen y que además catalogan como la “realización de su trabajo”.

No tienen el gen de la empatía: para ellos un muerto que no sea de su sangre no es un muerto, la vida humana no tiene valor sino es la suya o, en algunos casos, la de los suyos.

Todos aspiran a un lugar de mayor poder o mayor autoridad y todos se sienten más merecedores que cualquiera para ser nombrados superiores.

Son increíblemente tercos. Sus acciones -aunque su discurso diga otra cosa- revelan su verdadera y única voluntad: no cambiar, no ceder, no escuchar, no ver, no hacer algo diferente porque cualquier cambio podría atentar contra sus propios beneficios y privilegios.

Sus lujos faraónicos, sus propiedades vergonzantes, sus palacetes de origen dudoso y de pésimo gusto como inmensas casas blancas adornadas con mojones de mierda metálicos o emulaciones del Partenón griego; son algunos de sus rasgos distintivos.

Y sé que a nadie sorprendo, que doy pinceladas de un retrato por todos conocido, sin embargo, lo que todavía me descoloca es que nosotros, los Homo sapiens, aceptemos ser dirigidos por ellos, los Politicam excrementum”.

 

Pues en Venezuela ya no es así; el rechazo es general. Decenas de millones de venezolanos, dentro y fuera de nuestra nación, lo seguimos afirmando día tras día, y una vez más, a pesar de la violencia y la represión contra la protesta legítima, este diez de marzo de 2020.

 

 

 

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