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Villasmil: Mirando solo árboles

 

“Si es verdad que una “revelación divina”, una señal mística, se manifestó y produjo en Maduro, como en Saulo, una conversión y en su equilibrada, sobria y talentosa camada de acompañantes, todos preparados y bien intencionados, un exorcismo, entonces diré que regresar a una genuina economía social de mercado es lo más cuerdo que se les puede ocurrir, pero, confieso que no les creo ni una palabra”. 

Nelson Chitty LaRoche (“Del Sambil y otras loqueteras”)

  

La verdad es que me había prometido -y le había prometido a personas amigas- no escribir, a menos que sucediera algo significativamente importante, sobre la situación de las oposiciones en Venezuela. Una de las razones de mi negativa a hacerlo era que, no siendo filósofo, se me hacía muy cuesta arriba escribir sobre esos entes metafísicos alejados de toda realidad sensible que son los liderazgos opositores.

Pero entonces se ha intensificado la ofensiva “normalizadora” y “cohabitadora” con el régimen.

No se equivocaba Felipe González cuando en 1990 advertía que “también se puede morir de éxito”. Tal reflexión del entonces presidente del gobierno español tenía un alcance corto, situado en un contexto muy específico (el 32º Congreso del PSOE).

Las oposiciones partidistas venezolanas tienen más de veinte años “muriendo de éxito”; anunciando victorias que luego se reducen a pompas de jabón, a deseos más que realidades, que son seguidas de largos periodos de retroceso y división, de desaparición de la escena, de una necesidad casi fisiológica de no hacer nada.

Como millones de compatriotas, creí por años en sus mensajes, promesas, liderazgos  y estrategias. Luego de todo el tiempo transcurrido, miramos con asombro y desasosiego el hoyo negro egocéntrico en que han caído.

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Y el pueblo, viviendo su tragedia presente, ¿qué debe hacer, sentarse a esperar a que algún día, en algún tiempo futuro, la dictadura decida por fin permitir unas elecciones libres y transparentes?

Mientras tanto, quien está de acuerdo con la “urgencia de hacer algo” (pero desde su peculiar perspectiva) es el jefe negociador por la oposición G4 en México, que hace unas semanas dijo: “Si este proceso no vuelve a reiniciarse o a seguir en el punto en que estábamos y avanzar, va a ser muy difícil construirlo”; recordó asimismo que dicho diálogo contiene “ingredientes inéditos en procesos anteriores”. “Ingredientes inéditos” como darle al régimen el derecho a vetar posibles integrantes de la delegación opositora, o a que los temas a tratar no tengan relación con los problemas más urgentes y necesarios. Y claro, la presencia de  la Rusia putinista como “acompañante” de la delegación gubernamental.

Cinco palabras que jamás han surgido oficialmente de la boca de los actuales negociadores opositores: “libertad de los presos políticos”.

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No es solo un problema de ineficiencia política opositora. ¿Cómo definir la postura ética de dicha dirigencia ante el creciente sufrimiento humano de los venezolanos? ¿cómo no escandalizarse ante su perenne indiferencia?; ¿o es que acaso publicar algunos tuits críticos es “hacer oposición”?

La mayoría de la población sigue rogando por algún atisbo de esperanza, la posibilidad de que la tragedia finalmente culmine; en términos de vida diaria, por ejemplo, que la gasolina no siga aumentando, que las pensiones, jubilaciones y sueldos algún día adquieran valores mínimos realmente humanos. Pero algunos interesados -economistas, políticos, comunicadores sociales, industriales y capitanes de empresas, incluso algún encuestador- “celebran” como auténtico regalo del Niño Jesús algunos mendrugos dados por el Gobierno, como el retorno del Sambil, y afirman que porque Caracas -y algunos municipios del interior- se han llenado de bodegones, o porque la construcción de edificios no para en la capital, o que los restaurantes del este siguen boyantes, “Venezuela tiene futuro” y hay un nuevo modelo económico en marcha, a pesar de las miles de empresas destruidas o expropiadas, de la falta de inversión externa, del atraso tecnológico, o la carencia de seguridad jurídica mínima, sin dejar de mencionar que sufrimos uno de los peores servicios de Internet del mundo.

Dejan a un lado “pequeños” detalles, como los millones de compatriotas emigrantes, la destrucción casi general del sistema educativo, la inseguridad que sigue campante, la represión generalizada, la destrucción medio ambiental, y la entrega de las riquezas del país a la guerrilla colombiana, al narcotráfico, y a regímenes como el cubano, el ruso, el chino o el iraní.

Pertenecen al grupo que celebra las negociaciones para un “remozado TSJ”, como si los problemas de la in-justicia que cubre hoy a Venezuela se arreglaran con un nuevo nombramiento de magistrados.

La realidad es que, para ellos, los venezolanos no somos ciudadanos: somos meros consumidores (potenciales, la mayoría). Y Nicolás Maduro no es un enemigo, ni siquiera un adversario, sino una oportunidad de hacer negocios. 

Por mirar solo algunos árboles interesadamente escogidos, se olvidan del destruido y sufrido bosque que es hoy Venezuela.

Olvidan también las palabras de Rafael Lacava, una de las estrellas del neo-madurismo, en nota del New York Times: “queremos conversar con los EEUU de todo; eso sí, lo único que no se discute es que el presidente es y seguirá siendo Nicolás Maduro”.

Por cierto, es hora de que estos señores «normalizadores» entiendan que legitimando y reconociendo a Maduro se atan a decisiones ética y moralmente inaceptables, como la presencia de bases rusas en Venezuela; ¿acaso acompañan también a su presidente en sus apoyos al criminal de guerra Vladimir Putin? ¿Y qué opinan de las acusaciones contra Maduro por crímenes de lesa humanidad? ante las mismas ¿se van a hacer los locos? ¿O sobre el reciente informe del Departamento de Estado norteamericano acerca de las horrorosas condiciones en que se encuentran los centenares de presos políticos?

¿Reconocen ellos acaso que en Venezuela hay presos políticos?

La oposición, ante todo esto, bien gracias. Alguna declaración de vez en cuando, y la eterna pregunta, cuya respuesta positiva los pone a salivar: “¿Hacemos otras elecciones?”  (elecciones, eso sí, propuestas por el régimen, nada de referendos revocatorios; ¡qué mal gusto!). Ya comienzan a surgir en el G4 sus pavlovianas ambiciones candidaturales. Mientras, algunos están hablando de “primarias” para escoger el futuro candidato, o sea de reducir los graves y complejos problemas del liderazgo a un concurso de popularidad, modelo “en una noche tan linda como esta”. El liderazgo, recuérdese, debe ejercerse para lograr la liberación de Venezuela de la tiranía chavista, no para satisfacer egos.

Egos para los que al parecer la guerra de Ucrania no existe; ¿qué espera la oposición para promover iniciativas que permitan a las mayorías ciudadanas decirle el mundo que el pueblo venezolano apoya la digna lucha de los hermanos ucranianos?

La relación entre las dirigencias metafísica y teóricamente opositoras  y la población se parece cada vez más a un juego suma cero. Como sigan así, van a tener que pedir perdón hasta por existir.

La realidad es que dicho liderazgo recuerda a menudo aquellos tiempos en que los dinosaurios habitaban la tierra. Y, parodiando el famoso cuento de Monterroso, “el dinosaurio se quedó esperando a que la oposición despertara”.

 

 

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