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Villasmil: Nunca segundas partes…

 

Nunca segundas partes fueron buenas. De hecho, comencemos con un esdrújulo: fueron pésimas. Y me refiero a las segundas presidencias en nuestra historia.

Quisiera mencionar especialmente las peripecias de los siguientes presidentes reelectos (algunos en más de una ocasión): José Antonio Páez, José Tadeo Monagas, Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Hugo Chávez, Nicolás Maduro.

Hubo muchos otros que se retrataron varias veces con la banda presidencial, pero eran por periodos de tiempo cortos, o por razones producto de las accidentadas situaciones que atravesaban las instituciones sociales y políticas, guerra civil incluida. Pedro Gual, por ejemplo, fue presidente tres veces: por tres días (15 al 18 de marzo de 1858), un mes y 27 días (2 de agosto al 29 de septiembre de 1859), y su periodo más largo, tres meses y 20 días (20 de mayo al 10 de septiembre de 1861).

 

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Paso ahora a hacer un vuelo muy rasante por varias de las características en las ejecutorias de algunos de los próceres mencionados arriba.

Del llanero José Antonio Páez hay general coincidencia en que su primera presidencia fue la mejor de todas, el primer período constitucional de la naciente república independiente. En la elección de marzo de 1831 obtuvo 136 votos (86,07 %) de los 158 electores que sufragaron.

El maturinense José Tadeo Monagas Burgos fue presidente de la república en dos períodos entre 1847 y 1851, y entre 1855 y 1858, y gobernó “indirectamente” durante el periodo entre 1858 y 1864. Seguro finalista en cualquier concurso sobre los enemigos de las instituciones republicanas (fue un sempiterno conspirador), lo que más claramente lo destaca en nuestro tortuoso siglo XIX fue que en enero de 1848 el parlamento  discutía su enjuiciamiento por hechos violatorios de la Constitución, bajo una fuerte disputa política entre el gobierno de José Tadeo Monagas, del Partido Liberal, y José Antonio Páez, apoyado por el Partido Conservador; y todo ello culminó con el asalto al Congreso del 24 de enero de 1848, hecho en el cual fueron asesinados tres diputados conservadores y uno liberal.

En reciente nota el padre Luis Ugalde nos recuerda que cuando José Gregorio Hernández tenía diez años, Antonio Guzmán Blanco sintió que liberaba al país del atraso al ahogar a la Iglesia “oscurantista” con la decisión dictatorial de desterrar a los obispos, cerrar todos los seminarios formadores de sacerdotes, prohibir todas las congregaciones religiosas masculinas y femeninas, arrebatar a la comunidad católica sus medios de autofinanciamiento y aplicar el “exprópiese” (Hugo Chávez no inauguró esa práctica) de algunos templos y conventos.

Como si no fuera suficiente, Guzmán Blanco además fue enemigo declarado del Zulia, y el 4 de septiembre de 1881 firmó un decreto a través del cual acabó con la autonomía de dicho estado, creando el Gran Estado Falcón-Zulia, cuya capital provisional fue el pueblo falconiano de Casigua (hoy una parroquia del municipio Mene Mauroa, en Falcón).

Demos un salto histórico y recordemos que el Benemérito General Juan Vicente Gómez en teoría fue presidente tres veces, entre 1908-1913, 1922-1929, y 1931-1935. En realidad lo fue por mucho más tiempo, porque los supuestos presidentes intermedios lo eran únicamente de nombre, y por la voluntad única del dictador.

Marcos Evangelista Pérez Jiménez fue Presidente sustituyendo a Germán Suárez Flamerich en la «Junta de Gobierno» desde el 2 de diciembre de 1952 hasta el 23 de enero de 1958, pero en realidad disfrutaba del poder desde el 18 de octubre de 1945. No tuvo mucha suerte organizando procesos electorales: el 30 de noviembre de 1952 protagonizó un escandaloso fraude electoral, repetido a su manera con el plebiscito del 15 de diciembre de 1957. Al parecer el general tachirense creía que ganar unas elecciones era como construir una carretera o un puente; se convocaba a expertos, se le daban las instrucciones necesarias y punto. Lo que opinara la gente no importaba mucho.

Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez repitieron en la primera magistratura gracias a una curiosa previsión en la Constitución de 1961: la posibilidad de reelección luego de dos periodos de espera supuestamente calentando banco. O sea, el peor de los mundos electorales posibles, porque en la práctica ellos se dedicaron a una campaña presidencial permanente, enredando mucho la vida partidista respectiva. ¿Una consecuencia clara? De los cuarenta años de república civil, ellos dos gobernaron casi la mitad. ¿Y las  supuestas “generaciones de relevo”? Esas sí que calentaron banco…toda su vida.

Sin duda el más curioso de los dos casos fue el de Caldera, del cual vale la pena mencionar lo siguiente:

-Ganó dos elecciones, con 29.13 % (1968) y 30,46 % (1993). El hecho de que no se contemplara la doble vuelta electoral tuvo algo que ver, obviamente, así como que su candidatura alcanzó mayores vuelos cuando el campo electoral no estaba polarizado, o cuando su enemigo mayor, Acción Democrática, se dividió gravemente (en 1968, con la candidatura de Luis Beltrán Prieto y el MEP). Resalta el dato de que su mayor votación histórica la logró en una derrota: en 1983 obtuvo 34.54 %, perdiendo con Jaime Lusinchi.

Lo favoreció sin duda otra singularidad: la adopción para escoger presidente del método de decisión llamado “de escrutinio mayoritario uninominal”, conocido popularmente en Gran Bretaña como ‘First past the post”, que se usa para elegir los miembros de la Cámara de los Comunes. Aquí lo usamos -todavía- para escoger al presidente: independientemente del número de candidatos, el que obtiene más votos gana. Así saque un bajo porcentaje de votos, como el muy afortunado Dr. Caldera.

Otro hecho curioso: Dos compañeros suyos candidatos presidenciales perdieron sus elecciones obteniendo votaciones muy superiores a las obtenidas por él:

Lorenzo Fernández perdió en 1973 con Carlos Andrés Pérez (I), con un 36.7 % de los votos;

Eduardo Fernández fue derrotado a su vez también por Carlos Andrés Pérez (II), en 1988, con 40.40 % de los sufragios.

De Hugo Chávez y Nicolás Maduro hay poco que agregar a lo que todos sabemos: ambos, con sus seis elecciones, representan la mayor desgracia de la historia patria, con procesos eleccionarios claramente ventajistas, irregulares e incluso violadores de la constitución.

 

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¿Será necesario añadir algo más para entender por qué la reelección ha causado más daño que bien? Muy fácil la tenemos: basta recorrer la historia de la mayoría de las naciones latinoamericanas.

 

 

 

Un comentario

  1. Marcos, ofreces una valiosa lección de historia. Los dos últimos casos que mencionas anularon la posibilidad de oxigenar y modernizar la democracia con los relevos necesarios, con las consecuencias que hoy padecemos.
    Por contraste, en Colombia solo dos presidentes en toda su historia republicana han ido mas allá de los cuatro años pautados: Francisco de Paula Santander, vicepresidente, que gobernó por mandato de Bolivar, quien era el presidente titular de la Nueva Granada y, recientemente, Alvaro Uribe, ambos por ocho años exactos.

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