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Villasmil: Peor que la pandemia

Las calles de la Gran Caracas en #6MesesDePandemia (Fotos)

 

Ver este domingo 25 las calles en las ciudades y pueblos venezolanos totalmente vacías, expresando millones de ciudadanos su derecho a la resistencia frente a un nuevo fraude electoral del régimen, me hizo recordar los momentos de mayor tensión, soledad e incertidumbre durante los inicios de la pandemia del COVID-19.

Una diferencia fundamental que merece mención es que, durante la pandemia, uno salía a la calle solo en situaciones de extrema necesidad, ante el temor al contagio y por las prevenciones e indicaciones del Gobierno.

En cambio, este domingo 25 las calles estaban vacías por exclusiva decisión ciudadana. En contra de todas las presiones, amenazas y hasta infructuosas lisonjas gubernamentales.

El 25-M lo que se sintió en todas las calles de Venezuela fue el clamoroso sonido del silencio de una ira ciudadana que se negó a participar en el aquelarre gubernamental, con sus invitados traidores, los opositores que no se oponen. “Un silencio que exige libertad”, como afirmó Edmundo González Urrutia.

Como bien dijo Luis Carlos Díaz: “Este no es un debate entre abstencionistas “trancados” y votantes por resignación. Se trata de si cada acción —votar o no— forma parte de una estrategia para facilitarle la vida a los represores o para resistir y hacer más costosa su permanencia en el poder”.

Y la abrumadora mayoría del pueblo venezolano escogió la resistencia.

 

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En nota anterior, defendí el derecho de cada ciudadano a votar, pero también a no hacerlo. Más allá de las conductas de las organizaciones y sus líderes puestos al servicio del régimen, es correcto mencionar que quien individualmente decidiera votar, a tenor de su derecho constitucional consagrado, lo hizo sin que ello mereciera ni insulto ni agravio alguno. Mala cosa si los demócratas comenzamos a comportarnos como nuestros adversarios. No es la hora de extremos -nunca lo es- sino de la defensa de los valores democráticos y republicanos, esencialmente plenos de moderación, prudencia y capacidad de diálogo.

Ello nos lleva a aceptar que tenemos una oposición en la cual definitivamente hay que diferenciar los que lo son de verdad de los que lo son por conveniencia mercenaria -y no hay de otro tipo, porque podemos estar seguros que todos los caciques de los partidos alacranes, y de las organizaciones que se presentaron para vender apariencia opositora falsa, saben muy bien a quién están apoyando con su actitud, y lo que ello comporta en daños inmensos a los valores de la venezolanidad auténtica-.

La ambición es la pasión dominante en estos colaboracionistas, la oposición que no se opone. Han vendido su alma al régimen, pero olvidan que en las épocas donde la riqueza está sobrevalorada, como la actual, al punto que ser rico se considera el bien a obtener más importante, la gente se vuelve menos honrada o más imprudente.

Esta amalgama de colaboracionistas posee ambas características (la falta de honradez y la imprudencia), e interesadamente olvida que sólo la libertad y el valor pueden dar dignidad a lo que sin ellos es mísera rendición.

Que es lo que ellos han confirmado este 25-M: han entregado, rendido, abandonado toda su dignidad venezolana, la poca que les quedaba. Su ambición pudo más que toda ética y moral.

Alacranes y colaboracionistas son el anverso y el reverso de la misma moneda diabólica; disfuncionales éticos, ambiciosos y demagogos que medran a costa del bien común ciudadano.

Desvivirse por las ganancias (mal habidas) es, en definitiva, malvivir.

 

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¿Qué mejor recompensa que no hacer una elección, sino una selección, bien escogida, donde los colaboracionistas prominentes obtendrían su premio con puestos ya asignados y seguramente convenidos? ¿Obtuvieron lo que querían? ¿O fueron pocas las migajas recibidas del CNE?

¿Se atreverán a denunciar el grosero fraude del 25M, o se quedarán callados «defendiendo sus curules»?

Dichos liderazgos traidores fueron al nuevo combate electoral promovido por el régimen más disminuidos que nunca. Divididos entre sí, y divididos a lo interno de cada uno de ellos.

Ninguna de las candidaturas que graciosamente nos ofrecieron fue legitimada de una manera remotamente democrática.

Mientras, los archiconocidos alacranes, los que traen denominación controlada de origen alacránico desde hace años, ¡de frente, march!, atendieron de forma pavloviana la llamada electoral de Miraflores.

Bien señala Irene Vallejo que “demagogia es una antigua palabra griega que significa “arrastrar al pueblo”. Para Aristóteles describe una forma de gobernar en la cual los razonamientos son sustituidos por apelaciones a los miedos, prejuicios, amores y odios de los ciudadanos. Supone abordar los debates mediante el lenguaje de los sentimientos y orillar la posibilidad misma de una serena argumentación sobre la acción política. Los demagogos se presentan como salvadores en momentos de aguda crisis”.

Los venezolanos hemos aprendido a reconocer nuestra cepa demagógica criolla; tenemos un postgrado en su infinita pero siempre mediocre capacidad de mentir, de enredar. Como lo intentaron sin éxito los supuestos liderazgos que se prestaron para el nuevo fraude del 25-M.

Algunos colaboracionistas soñaban incluso con sustituir los liderazgos abrumadoramente legitimados en la Primaria y el 28J, por algunos de los suyos; confundir a la ciudadanía, mostrarse como los líderes del presente, y así ayudar a silenciar el fraude electoral anterior, y normalizar la tiranía.

Interesadamente olvidaron que la paliza de las primarias ocurrió el 22 de octubre de 2023, y la gran victoria de la Venezuela unida fue apenas en julio pasado.

Por desgracia, para la oposición que no se opone, el que su postura implicase el ataque a la unidad opositora no tenía mayor importancia.

 La historia tal vez tarde, pero llega. A los opositores que no se oponen el fin se les aproxima, aunque muchos no lo perciban.

Su fracaso no pudo ser mayor. Terminaron apoyando un régimen peor que la pandemia, y al igual que ella, la oposición que no se opone, ante los ojos del todo el mundo, fue derrotada.

 

 

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