Villasmil: ¿Por qué Ucrania?
Marcos Villasmil
“A los europeos nos gustan mucho las causas, pero poco las consecuencias”.
José Ignacio Torreblanca
“Podemos invadir Ucrania, pero no podemos invadir a los ucranianos”.
Teniente coronel ruso, capturado por el ejército de Ucrania.
Deseo comenzar mencionando lo que llamo “principio Applebaum” (por la destacada periodista Anne Applebaum, autora de notables libros y ensayos sobre el peligro populista, tanto de derecha como de izquierda). En una nota reciente en The Atlantic, afirmó esta gran verdad:
“Putin y su círculo íntimo forman parte de una nueva raza de autócratas, junto con los gobernantes de China, Irán y Venezuela: gente que no está interesada en tratados y documentos, gente que solo respeta el poder duro”.
La estrategia occidental frente a la amenaza de las diversas dictaduras modelo siglo XXI debe tomar en cuenta esta cruda afirmación. Estos autócratas del nuevo siglo serán siempre más fáciles de vencer que de convencer.
A estos tiranos los une asimismo una condición psicológica vital: son sociópatas sin remordimientos a la hora de matar.
Luego de la ocupación rusa de Crimea en 2014, Angela Merkel, en ese entonces canciller federal alemana, se reunió con Putin. Luego conversó con el presidente Barack Obama, y le informó que en su opinión el autócrata ruso “había perdido contacto con la realidad”, estaba “viviendo en otro mundo”. Ivan Krastev afirma: Hoy todos vivimos en el mundo de Putin, un mundo en el que, recordando a Tucídides, “los fuertes hacen lo que pueden, y los débiles sufren lo que deben”.
Es moralmente inaceptable que se reduzca el valor de la vida humana a que su país pertenezca o no a una alianza militar; afirmar que solo se intervendrá contra la voluntad monstruosa de Putin si agrede a un país de la OTAN, pero nunca en Ucrania, no tiene ningún asidero ético o moral. Es reducir la vida humana a un accidente geográfico, a la suerte o no de vivir en este sitio o en el vecino. Y es ignorar la psicopatología de Putin, todo lo contrario a un actor racional.
En estos momentos debemos preguntarnos, ¿es que acaso las sanciones -por muy duras que sean- detendrán el desastre humanitario que se está produciendo? Además, Irán, Cuba, y Corea del Norte han resistido sanciones por décadas. Más recientemente, Venezuela. Mientras, a los ciudadanos del mundo no nos queda sino rezar porque las sanciones contra el putinismo demuestren un grado de eficacia que proteja de alguna manera a los heroicos hermanos ucranianos.
Dicen, sin embargo, algunos expertos en eso que se llama geopolítica que si no se pelea por Ucrania ahora, habrá que hacerlo luego en los países Bálticos, o en Polonia, o en Taiwán. Y a un costo mucho mayor.
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La oposición a esta cepa pandémico-política que es el putinismo -a falta de líderes occidentales- la encabeza un admirable excomediante ucraniano haciendo, a su manera, el papel de Winston Churchill.
Europa occidental tiene demasiados años encerrada tras los muros de una prosperidad que solo se ha mantenido gracias a la seguridad que le ha brindado la OTAN, en otras palabras, Estados Unidos.
Nos olvidamos todos que al final de la Guerra Fría y con la caída del comunismo se produjo la reconfiguración del territorio europeo, sin disparar un tiro. Tres Estados—la Unión Soviética, Checoslovaquia y Yugoslavia—se transformaron en 22 de la noche a la mañana.
El diario sueco Aftonbladet lo ha dicho con claridad:”Lo que Putin quiere es reconstruir la Unión Soviética (URSS). La mayor amenaza para la URSS no fueron nunca las armas nucleares de Occidente sino el estilo de vida occidental, la cultura pop, las tiendas bien abastecidas y la libertad”.
Y lo que la URSS perdió sin un solo tiro, lo quiere recuperar Putin a sangre y fuego. Más que escribir el futuro, Putin quiere volver al pasado.
En palabras de Sadio Garavini di Turno: “Veremos cómo terminará la invasión rusa en Ucrania y sus consecuencias, pero lo único cierto es que definitivamente vivimos en un mundo más peligroso e incierto y que Occidente se encamina hacia un substancial rearme, aplicando los dos apotegmas romanos, tan caros a Churchill: “Si vis pacen para bellum” ( si quieres la paz prepárate para la guerra) y “Vigilia pretium libertatis” (La vigilancia es el precio de la libertad)”.
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Concluyamos: ¿Por qué Ucrania?
Porque en Ucrania está en juego mucho más que la soberanía y el bienestar de una sociedad específica; nos jugamos todos la sobrevivencia de los valores que nos han definido como ciudadanos libres.
Porque el “modelo Putin” se basa en abstracciones, falsedades y terrores típicos de todo modelo totalitario, burocráticamente policíaco, enemigo de la dignidad humana.
Porque Ucrania ha despertado a Europa y al mundo de un sueño irreal, de que el derrumbe del comunismo soviético significaba la llegada de una era de paz y progreso sin restricciones mayores. Qué ilusos fuimos todos. El comunismo sigue más ponzoñoso que nunca. Allí está el Grupo de Puebla para demostrarlo.
Porque no defender Ucrania -o Venezuela, Cuba y Nicaragua- es perpetuar la injusticia; porque nunca debemos olvidar Dachau, o Buchenwald, ni los campos de exterminio maoístas, la prisión fidelista, o la megacorrupción, la emigración forzada, y los crímenes de lesa humanidad del chavismo y del orteguismo.
Porque la sangre hoy derramada en tierras ucranianas comenzó a verterse primero en Cuba, hace décadas, y luego en Venezuela y Nicaragua.
Porque la lucha no puede mantenerse si seguimos cultivando el olvido y la resignación. Porque como afirmara Albert Camus, “la tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios. Se edifica sobre las faltas de los liberales”.
Y porque, como dijera el embajador ucraniano en la ONU, “Si Ucrania no sobrevive, la paz internacional no sobrevivirá. Si Ucrania no sobrevive, Naciones Unidas no sobrevivirá”. “No se hagan ilusiones. Si Ucrania no sobrevive, no nos sorprenda que la democracia caiga a continuación”.
La guerra de Putin es contra toda la humanidad.