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Villasmil: Primaria opositora y voto preferencial

 

La oposición venezolana de la llamada Plataforma Unitaria Democrática ha decidido organizar una elección primaria con el fin de escoger el candidato presidencial para las elecciones a realizarse, en principio, en 2024.

No es la primera elección primaria que organiza la oposición; en febrero de 2012, en un evento organizado por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Henrique Capriles Radonski ganó el derecho a representar a una oposición unida frente a Hugo Chávez, en elecciones que se realizaron en octubre de ese año.

Once años después, diversas consideraciones deben tomarse en cuenta: en aquella ocasión, la oposición mostraba una inclinación unitaria muy superior a la existente en la actualidad.

Un segundo hecho a destacar es que en 2012 fueron cinco los precandidatos presentes en la primaria; Henrique Capriles superó en votos a Pablo Pérez, Diego Arria, María Corina Machado y Pablo Medina.

Hoy, el listado de precandidatos con deseos de participar al parecer lo forman decenas de aspirantes.

Por ello, la Comisión Nacional de Primaria, formada por un grupo respetable de compatriotas, tiene dos retos obvios: el primero, cómo reducir el total de aspirantes de forma que sea un número que, si bien exprese una clara pluralidad de opciones, no sea un número tan abultado como para hacerlo irrealista.

El segundo reto, superado el primero, es que el método de decisión electoral en verdad permita expresar la voluntad mayoritaria de los compatriotas que abrumadoramente quieren mostrar en elecciones libres y transparentes su deseo de que retornen a nuestro país las instituciones de la libertad, del progreso, y de una real convivencia.

No es esta una tarea menor: la selección de un sistema electoral es una de las decisiones más importantes de cualquier democracia.

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Hace casi ocho décadas, Ortega y Gasset señaló que “la salud de la democracia depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral, si el régimen democrático es acertado –si se ajusta a la realidad- todo va bien, si no, aunque el resto marche óptimamente, todo va mal”.

En nota publicada por mí hace unos meses afirmé lo siguiente: “el tradicional método que consiste en pedirle al votante que escoja un candidato de una lista plural, que incluso ha llegado hasta 18 posibles candidatos (como ocurrió en la primera vuelta peruana, que produjo el terrible dilema de escoger posteriormente entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo) es no solo malo, es suicida para la democracia.

¿Cómo intentar evitar esas polarizaciones extremistas? Hay desde hace tiempo análisis y debates sobre la necesidad de cambio del sistema de decisión que están dando resultados prácticos exitosos en diversos países. Autores como Moisés Naím o Larry Diamond están proponiendo, también para América Latina, el sistema electoral por “orden de preferencia”, o voto preferencial. Es un método en que se le pide al elector no que escoja a un único candidato que le gusta, sino que coloque a todos los candidatos por orden de preferencia.

El método “preferencial” permite la realización de una segunda vuelta de forma instantánea. Simplemente, como los votantes pusieron a  los candidatos en orden de preferencia, si ningún candidato consigue el 50% se comienza por eliminar al que quedó de último y las segundas opciones que sus votantes seleccionaron se reparten automáticamente entre los candidatos restantes. Y si todavía nadie ha alcanzado el 50%, se repite el proceso con las segundas preferencias de quien quedó penúltimo, y así sucesivamente, hasta que alguno logra la mayoría y es el ganador.

Está demostrado empíricamente, en diversas elecciones que se están dando en todo el mundo, que este método premia a los candidatos moderados y centristas, y castiga a los radicales y extremistas. Un hecho obvio es que todo candidato se ve obligado no solo a convencer a los votantes que piensa que votarán por él, sino que debe intentar que los votantes de los otros candidatos lo coloquen como segunda opción.

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En Venezuela el método de decisión electoral que hemos practicado es el peor de todos. No tenemos ni siquiera la vetusta doble vuelta electoral de nuestros países vecinos. Parece que decidimos copiar el método de decisión para elegir al presidente de los Estados Unidos. Pero olvidamos algo muy importante: ese sistema es eficiente y expresa la voluntad de las mayorías ciudadanas cuando hay solo dos candidatos predominantes.

¿Se imaginan la felicidad del régimen y el desconcierto de nuestros ciudadanos y de nuestros amigos demócratas en el exterior si en esa elección primaria se produce una división del voto al estilo “Castillo 18% y Keiko Fujimori 13%” de la primera vuelta peruana? Es un riesgo que no debería correrse. ¿Por qué no asumen el método de decisión por orden de preferencia? En todos los países donde se ha adoptado ha servido para fortalecer la democracia.

La respuesta negativa más usual es que “es un método muy complejo”. La realidad histórica venezolana demuestra lo contrario. Complejo era “sellar un cuadro de 5 y 6”, la apuesta de carreras de caballos que fue tan popular por décadas en nuestro país. Quienes lo recordamos, sabemos que no era fácil hacerlo; combinaba escritura  mínimamente clara y aritmética básica.

El voto preferencial es una papeleta con los nombres de los candidatos, con un cuadro a la derecha de cada uno, donde el votante simplemente – como ya señalamos arriba- señala, con un número, el orden de preferencia de los mismos.

La Primaria es una gran oportunidad para el retorno de la ansiada unidad opositora, para la vuelta de la esperanza del pueblo opositor en que sí hay un camino posible.

En el  momento venezolano actual, se debe tener como meta fortalecer la democracia, no sembrarla de dudas; se desea que el candidato elegido sea un verdadero líder que todos acompañemos sin vacilaciones ni resquemores en el difícil camino hacia unas elecciones presidenciales libres en 2024.

La Plataforma Unitaria Democrática no puede perder la gran oportunidad de realizar una Primaria que realmente exprese la voluntad de las mayorías ciudadanas. Es hora de que la oposición demuestre vocación no solo de futuro, sino de presente, de un presente que en verdad renueve la esperanza popular.

 

 

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