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Villasmil: Represión sin fronteras

 

Mientras se habla sin descanso de la pandemia causada por la tiranía china, no se menciona con la frecuencia debida el hecho de que los diversos autoritarismos están, a escala general, aumentando los ataques a sus críticos, convirtiendo sus medidas represivas en una auténtica pandemia global, y lo más grave, atacando a sus víctimas incluso fuera de sus fronteras geográficas nacionales.

Todos los autoritarios aprovechan para realizar sus fechorías, por supuesto, el hecho de que los tiempos de la política y de la justicia casi nunca coinciden. Por ello, otros que se benefician son aquellos miembros de las instituciones jurídicas que se hacen de la vista gorda y avalan a los regímenes autoritarios (caso TSJ venezolano), o simplemente dejan correr el tiempo.

Por ejemplo, ¿alguien sabe si el PIB de Cabo Verde se ha movido favorablemente desde que Alex Saab, el presunto testaferro mayor del chavismo-madurismo, está detenido en ese país? Ya parecen un chiste grotesco las jugarretas entre las diversas instancias “jurídicas” de ese país para retrasar la extradición de Saab a territorio gringo, donde le deben tener preparado su traje color naranja. ¿Cuántos abogados, jueces, magistrados, ministros y funcionarios policiales han mejorado sensiblemente sus cuentas bancarias gracias al maná que debe estar lloviendo sobre ellos, de origen venezolano, ruso, iraní, cubano, turco, e incluso norteamericano, para lograr la liberación (unos), la extradición (los otros) del granuja madurista?

Para todos los regímenes autoritarios la corrupción no tiene fronteras, lo peligroso es que tampoco la tienen sus largas garras dispuestas -cada vez con mayor frecuencia- para la violencia represiva sin límites espaciales.

 

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La historia, la mitología, la literatura e incluso el cine nos recuerdan muchos casos al respecto. Desde los dioses griegos que no dejaban en paz a los mortales en la Ilíada, durante la guerra troyana, la licencia para matar (por supuesto, siempre fuera del territorio británico) de James Bond, o el monstruo soviético Stalin y su incensante persecusión -hasta que un agente suyo lo logró matar- a su archienemigo Leon Trotsky. Es que por desgracia hay todo un legado al respecto.

El New York Times destaca el reciente llamado de alarma por parte de organizaciones de derechos humanos sobre la actual generación de tiranos que hoy no tienen problema en perseguir a sus opositores fuera de sus fronteras. Y ello es así porque la represión “transnacional” -que incluye la intimidación, detención, asalto, secuestro, tortura, deportación y asesinato- ha crecido de forma exponencial con el uso de la conectividad digital y los nuevos métodos de vigilancia.

Ejemplos sobran: el caso del asesinato (y desmembramiento) del periodista saudí Jamal Khashoggi por agentes de Arabia Saudita, en el consulado de dicho país en Estambul, o el uso por parte de la Rusia putiniana de toxinas letales para asesinar a un antiguo espía, Alexander Litvinenko, e intentar matar a otro, Sergei Skripal, sin dejar de mencionar el envenenamiento del líder opositor (hoy preso) Alexei Navalny, que salvó su vida porque pudo ser atendido en Alemania.

El turco Recep Tayyip Erdogan, luego del fallido intento de golpe de 2016 (y según información suministrada por la organización de derechos humanos Freedom House -FH-), ha secuestrado, en 17 países, al menos a 58 opositores a su régimen.

La suma total suministrada por FH es alarmante: 608 casos de “represión transnacional” desde 2014, realizada por 31 gobiernos en 79 países.

Otros grandes represores incluyen, por supuesto, a China, Ruanda, Irán y Egipto. Mención especial se merece la tiranía comunista china.

Para FH “China realiza la campaña más sofisticada, global y completa de represión transnacional en todo el mundo”. Usa una mezcla perversa de influencia geopolítica, capacidad tecnológica y un amplio aparato de seguridad para acosar no solo a  ciudadanos chinos viviendo en el extranjero, sino además a grupos religiosos y étnicos, como los Uyghurs, los tibetanos y los seguidores de Falun Gong.  Según FH “nunca en la historia de la humanidad se dio una campaña represiva de tal escala”.

La voluntad de extender los tentáculos represores chinos, por supuesto, arranca desde la cima del régimen, de Xi Jinping.

Permanentemente China usa su poder económico para exigir a otros gobiernos que detengan e incluso deporten a críticos de su dictadura, en países como Tailandia, Serbia, Malasia, Egipto, Kazakhstán, Emiratos Árabes Unidos, Turquía y Nepal.

Por supuesto toda esta violencia se ha visto auxiliada por los ataques a la democracia y a las instituciones liberales que se están dando -por izquierda y por derecha- en todo el mundo. Por ello, los autócratas de hoy son más agresivos. Incluso ¡fin de mundo! se han atrevido a usar organizaciones de la democracia -como Interpol- para exigir que se persigan sus disidentes. Entre los países (luego de Rusia, de lejos el mayor usuario) que exigen a Interpol su ayuda para acorralar y agobiar disidentes están Venezuela, Azerbaiján, Tajikistán, Egipto e Irán.

Por ello, las democracias deben estar más alertas que nunca, y no cejar en su política de sanciones a regímenes violadores de los derechos humanos. Y no mirar hacia el otro lado (como ha hecho Estados Unidos con el asesinato de Khashoggi) por supuestas conveniencias de “realpolitik”.

 

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La expresidenta interina de Bolivia Jeanine Áñez, asistida por una policía para bajar de una ambulancia que la llevó de vuelta a la cárcel – Efe

 

Para la Real Academia Española, en su diccionario, “represión” es el “acto, o conjunto de actos, ordinariamente desde el poder, para contener, detener o castigar con violencia actuaciones políticas o sociales”.

Dejemos entonces para el final a nuestra sufrida América Latina, donde muchos gobiernos en sus actuaciones cumplen perfectamente con dicha definición. ¿Acaso no es un acto cruel de represión el “asesinato moral y físico”, en cámara lenta, que los socialistas revolucionarios bolivianos ejecutan contra la expresidente Añez para satisfacer el deseo de venganza del golpista Evo Morales?

¿Y no es una auténtica represión la que sufren millones de ciudadanos venezolanos, cubanos y centroamericanos que han debido emigrar para evitar seguir siendo castigados por unos regímenes inhumanos, para escapar del infierno de sus países?

 

 

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