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Villasmil: Sé amable cuando puedas

 

En nota reciente en The Washington Post, David von Drehle hacía referencia a un viejo dicho, originalmente gringo, pero que ya ha recorrido comarcas en todos los continentes: «Sé amable con la gente al ascender, porque te la encontrarás al bajar«. ¿Quién es el autor de la frase?

Wilson Mizner, que según von Drehle era “un cuentista de principios del siglo XX; aprendió una o tres cosas sobre la vida durante su indescriptible paseo de 56 años por este maravilloso planeta. Ladrón y artista, estafador y filósofo, se sentía tan cómodo entre criminales empedernidos como paseando por el comedor repleto de estrellas de su restaurante de Hollywood, el Brown Derby. Él habría sido el primero en darse cuenta de la coincidencia entre ambos”. Hoy ¿para triunfar en política no se exigen acaso dosis similares de dominio de la imagen y control de la escena, cual estrella de cine y tv, y de la seguridad y osadía de un mafioso de los años treinta?

Lo que sucede es que eso de ser amable suena -en estos tiempos de liderazgos pragmáticos, vacíos de contenido ético, con una notable falta de pensamiento y de visita a las fuentes de la historia, de la filosofía y de la literatura- a pavoso. ¿Por qué hay que ser amable, si yo tengo todo el poder? Al parecer, la amabilidad hoy en día en los espacios públicos solo es para ser fingida durante las campañas electorales, para las sonrisas que se reparten en la búsqueda de votos, y sobre todo a la hora de tomarse con un simpatizante una selfie (ese neologismo que hoy está en boca de todos los jóvenes), y que supongo ha sustituido la antigua costumbre de besar viejitas y bebés.

Un ejemplo perfecto lo representa el todavía gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo.

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New York Gov. Andrew Cuomo poses, for a selfie, with 12 year-old Shawn Dudani during a tour at Mineola Middle School in Mineola, New York. (Photo by Alejandra Villa-Pool/Getty Images)

 

Del señor Cuomo no sabemos si conoce la frase arriba citada; probablemente sí, pero no le ha dado la importancia requerida en su vida. Su apellido es de prosapia neoyorquina, él es hijo del fallecido, también gobernador de Nueva York, Mario Cuomo. Muchas cosas se han dicho del hijo, algunas con admiración, pero “ser amable con la gente” no es una de ellas.

Lo de la bajada es en serio, por algo “cuesta abajo en mi rodada”, es frase conocida de un famoso tango de Carlos Gardel. Tarde o temprano todo político encuentra su momento de vacas flacas; muchos no tienen a quien recurrir cuando voltean, con ojos crecientemente asustados, buscando auxilio. Y eso es lo que le está pasando a Cuomo.

Hace un año, era una estrella en el combate del coronavirus; se mencionó que podría tener una candidatura presidencial en su futuro. Pero entonces comenzaron los problemas. En serio. Hizo un cálculo terrible que ha terminado en una investigación de la Procuradora General de Nueva York; Cuomo exigió que los hogares de ancianos del estado recibieran a pacientes de la tercera edad con coronavirus. La decisión y su impacto, han sido desastrosos. Se investiga asimismo si Cuomo ocultó las cifras reales de muertes en dichos hogares.

Pero como dice otro sabio dicho, “eramos muchos y parió la abuela”, a Cuomo le llegó otra tormenta: siete mujeres lo han acusado de diversas formas de acoso sexual. Él ha respondido pidiendo disculpas, que “no fue intencional”. Algunas de las consecuencias de ambos escándalos son casi milagrosas: en la solicitud al gobernador de que renuncie, han coincidido nada menos que los dos senadores del estado, Charles Schumer (líder de la mayoría Demócrata en el Senado) y Kirsten Gillibrand, ambos del ala moderada del partido, con la representante Alexandria Ocasio-Cortez, vocera destacada del ala izquierda.

A Cuomo se le termina el periodo el año que viene, y nadie sabe cómo podrá sobrevivir en el cargo todo este tiempo –al momento de escribir la nota, él se niega a renunciar-. Lo cierto, como dice von Drehle, es que su obstinación es una muestra más de que no le importa nada la opinión de los demás.

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Me vino a la mente, al pensar en nuestra frase y en el atribulado gobernador, aquella otra oración también famosa, de esos grandes especialistas en crear tradición e instituciones, y en diseñar un modelo de relación jurídico-política que todavía sigue influyendo al mundo: los romanos. La frase latina ¿Memento mori («Recuerda que morirás”), muestra la mortalidad del ser humano. Y que todo momento de poder y gloria es inevitablemente fugaz.

La oración tiene su origen en una peculiar costumbre; cuando un general desfilaba victorioso por las calles de Roma, tras él un siervo se encargaba de recordarle las limitaciones de la naturaleza humana, con el fin de impedir que incurriese en la soberbia  y pretendiese, a la manera de un dios omnipotente, usar su poder ignorando las limitaciones impuestas por la ley y la costumbre. Lo hacía pronunciando esta frase, aunque según el testimonio de Tertuliano probablemente las palabras empleadas eran:

 

¡Respice post te! ¡Hominem te esse memento! En español: ¡Mira tras de ti! ¡Recuerda que eres un hombre! (y no un dios, añadimos).

 

La frase le queda perfecta a Cuomo, porque si los dos escándalos ya señalados no eran suficientes, acaba de añadirse un tercero, también potencialmente letal: cuando la primera ola de la pandemia arrasaba Nueva York el año pasado, y las pruebas escaseaban, Cuomo hizo arreglos para que se les hicieran pruebas a su familia y a algunos amigos.

No nos chupemos los dedos, amigo lector: el poder trae consigo la tentación de privilegios. Pero cuando estamos hablando del virus chino, y sus miles de muertos, la cosa no es de risa o sonrisa.

Mensaje para Cuomo: que esta filtración noticiosa ocurra en un momento de extrema debilidad, podría significar que si tenía allegados, estos –roedores o no- están abandonando el barco.

Para colmo, es bien sabido que toda torta tiene su guinda; querido lector, ¿cuál será la de la torta de Cuomo? Pues que se le exigió que asistiera a un curso para ejecutivos sobre su problema de acoso sexual, y Cuomo envió a otra persona, un subordinado, para que hiciera el curso por él.

A esta altura Cuomo luce como el personaje asesinado en el Expreso de Oriente, en la novela de Agatha Christie (resultó que los asesinos eran todos los pasajeros vecinos; cada uno le había asestado una cuchillada). Cuomo, en su bajada a los infiernos, no está siendo precisamente atacado a sombrerazos.

Finalicemos la nota guardando un minuto de silencio por las millones de víctimas de políticos y militares que han existido y existen hoy en América Latina, ante los cuales Cuomo es un niño de pecho. No sé, usted, amigo lector, pero en mi caso, habiendo visto tantos políticos corruptos o soberbios, dispuestos a destruir todo con tal de mantenerse en el poder o conquistarlo de nuevo, pienso en tres países en los cuales la inhumanidad de sus atroces gobernantes sobresale tanto que su caída no será lamentada por nadie: los tiranos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

 

 

 

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