Villasmil: Un gobierno aporofóbico
Con el fin de evitar deslices fóbicos como el que estruendosamente cometiera cierto precandidato presidencial criollo, creo prudente comenzar esta nota definiendo qué es la aporofobia:
Real Academia Española / APOROFOBIA:
Fobia a las personas pobres o desfavorecidas.
Señalado lo anterior, menciono a continuación que la persona que creó el término es una destacada filósofa española, multipremiada y con mucha obra que la ubica entre los más brillantes intelectuales de su país: ADELA CORTINA.
La profesora Cortina, nacida en Valencia (la hispana), en 1947, ha sido catedrática de Ética de la Universidad de Valencia y dirige la Fundación Étnor -Ética de los Negocios y las Organizaciones-. Entre otros premios y distinciones obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos y el Premio nacional de ensayo.
Algunas de sus frases más celebradas -y que vienen perfectas para la actual situación venezolana- son:
“En una sociedad autoritaria o dictatorial hay cantidades de deshonestidades pero no se conocen. En un sistema democrático todo se sabe con más facilidad. Las democracias siempre son más transparentes y cuando un sistema político y de organizaciones es más transparente, es más fácil ser ético”.
“Ninguna sociedad puede funcionar si sus miembros no mantienen una actitud ética”.
“Ningún país puede salir de la crisis si las conductas inmorales de sus ciudadanos y políticos siguen proliferando con toda impunidad”.
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Hay una frase suya que deseo destacar: “Renunciar a los valores mínimos morales sería como renunciar a la vez a la propia humanidad”.
Ella podría conducirnos a una caracterización muy clara de eso que algunos definen como socialismo del siglo XXI, otros como castro-chavismo, etc.., este régimen que estamos sufriendo los venezolanos desde 1998 (podría decirse incluso que desde 1992, fecha en que salieron de sus madrigueras golpistas Chávez, Arias Cárdenas, etc.).
Podríamos convenir que este ejercicio de gobierno autoritario que fundara Hugo Chávez con el patrocinio directo de Fidel Castro, se caracteriza por la renuncia de todos los valores mínimos morales, o sea la renuncia a su propia humanidad.
¿Se necesitan acaso más pruebas que las ya existentes para sostener esa afirmación? ¿Cuántos millones de venezolanos deben emigrar, cuántos morir de hambre, o por violencia extrema? ¿Cuántos niños más serán condenados a morir de desnutrición? ¿Cuántas empresas más deben cerrar, cuántos sueños ser aplastados por la bota autoritaria? ¿Cuántos bolichicos y enchufados deben seguir floreciendo bajo la sombra de la voluntad de unos inhumanos dispuestos a seguir robando miles de millones de $ de todos los venezolanos? ¿Cuántas encuestas como la ENCOVID se necesitan para mostrar los hechos? ¿Cuántas denuncias como las presentadas ante la Corte Penal Internacional?
Y esa renuncia ética se expresa asimismo, según la palabra acuñada por la profesora Cortina, en que este es un régimen aporofóbico, un gobierno que tiene fobia -o sea repugnancia, repulsión- hacia los pobres.
La profesora Cortina escribió en 2017 un libro que se titula ”Aporofobia, el rechazo al pobre: un desafío para la democracia”.
Y como señala ya en el título del primer capítulo, estamos hablando de una lacra, de una fobia muy particular.
“Existen la xenofobia y el racismo, el recelo frente al extranjero, frente a las personas de otra raza, etnia y cultura, la prevención frente al diferente. Por desgracia, su realidad está más que comprobada con datos. Como existen la misoginia, la cristianofobia, la islamofobia o la homofobia. Acabar con estas fobias es una exigencia del respeto a las personas concretas, que son las que tienen dignidad.
En todos los casos quien desprecia asume una actitud de superioridad con respecto al otro, por lo tanto el rechazo está legitimado. Éste es un punto clave en el mundo de las fobias grupales: la convicción de que existe una relación de asimetría, de que la raza, etnia, orientación sexual, creencia religiosa o atea del que desprecia es superior a la de quien es objeto de su rechazo. Por eso se consideran legitimados para atacarle de obra y de palabra, que, a fin de cuentas, es también una manera de actuar.
Cuando el extranjero, la persona de color o el gay es rico, lo recibimos con todo entusiasmo. Nadie siente rechazo hacia un futbolista de élite ni hacia el jeque que paga miles de euros por una habitación de lujo, tampoco hacia el homosexual famoso o de éxito. Es solo cuando personas de estas características carecen de dinero que se produce la discriminación y el odio».
Cortina señala que la aporofobia tiene lugar también en el seno de la familia, lo que explica el abandono de tantos mayores que acaban en una residencia y sin que nadie los visite. Y, como recuerda la escritora Carmen Posadas, «la vejez llega para todos y los lazos afectivos que antes protegían a los mayores en el seno familiar son cada vez más endebles».
La aporofobia es uno de los factores que alimentan el círculo vicioso de la exclusión y la marginación. En primer lugar, porque tiene una incidencia dramática en la autoestima de las personas, que retroalimenta la espiral de degradación. En segundo lugar, porque el rechazo dificulta enormemente la reinserción socio-laboral. Y en tercer lugar porque se acaba por considerar la situación de pobreza como un rasgo permanente e inmutable de la identidad de las personas.
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La crisis de emigrantes se recrudece en todo el mundo. Y por desgracia muchos millones de ellos son venezolanos.
Es imposible no comparar la acogida entusiasta y hospitalaria con que se recibe en muchos países a los extranjeros que vienen como turistas con el rechazo inmisericorde a la oleada de extranjeros pobres. Se les cierran las puertas, se levantan alambradas y murallas, se impide el traspaso de las fronteras.
Lo más terrible es que el pobre venezolano sufre rechazo si se queda en Venezuela y también si emigra. No hay refugio seguro para él, no hay tierra en que su condición no lo lleve a ser tratado en muchas ocasiones con olvido, desprecio y rechazo.
La aporofobia es una aversión que se encuentra en la raíz de muchas de las fobias y que va aún más lejos: es el desprecio a quien no puede devolver nada a cambio, y por eso se le excluye.
Lo cierto es que, con el chavismo, para nuestros pobres el país ni se arregló ni se arreglará nunca. La exclusión aporofóbica de parte del chavismo comenzó desde temprano: destacados dirigentes del régimen lo afirmaron de forma cínica. A Jorge Giordani se le atribuye haber dicho que “los pobres tendrán que seguir siendo pobres, los necesitamos así”.
Y en 2014 Héctor Rodríguez, hoy Gobernador de Miranda, señaló que “no vamos a sacarlos de la pobreza para que se vuelvan escuálidos”.
Podrían haber dicho asimismo: no vamos a sacarlos de la pobreza para que se vuelvan ciudadanos.