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Villasmil: Un referendo pandémico y otras rarezas

 

En 1999 los creadores de la actual constitución nacional se plantearon la inclusión en la misma  de la figura del referendo, como una  vía pacífica de consenso para dirimir asuntos de importancia nacional; fue un hecho fundamental en el muy debatido camino de perfeccionar la democracia representativa y hacerla más participativa. A tal efecto, plantearon cuatro alternativas: Consultivo, Revocatorio, Aprobatorio y Abrogatorio.   

A esta altura, y luego de los sufridos 22 años de pesadilla chavista, sigue siendo claro que el único que en realidad importaba para lograr incentivar la “participación” ciudadana era -no podía ser de otra manera- el referendo revocatorio. Y todos sabemos de qué manera las instituciones electorales, judiciales y políticas del chavismo han tenido siempre como objetivo impedir la verdadera expresión de la opinión ciudadana, sobre todo si a las mayorías se les ocurría la travesura de intentar revocar a Chávez primero y a Maduro después.

No voy a hacer la descripción exhaustiva de la accidentada trayectoria en Venezuela del “RR”; tan solo recordar que el intento de revocar a Nicolás Maduro en 2016 fue paralizado por el Consejo Nacional Electoral siguiendo instrucciones ¿de quién más? del actual jefe negociador por el régimen en México, Jorge Rodríguez, quien en ese entonces señaló argumentos casi tan éticamente deleznables como los que acaba de usar para incluir a Alex Saab en la delegación oficial negociadora.

El pasado mes de mayo un apreciable grupo de ciudadanos venezolanos -entre los cuales algunos cuya amistad me considero honrado de disfrutar-, organizados en el Movimiento Venezolano por el Revocatorio (Mover), solicitaron ante el CNE el inicio del proceso de revocatorio presidencial, “con el único objetivo de que el pueblo venezolano pueda decidir libremente su destino”.

Hasta la fecha, el CNE no ha dicho esta boca es mía.

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Es larga la historia de los referendos; arranca desde los albores democráticos, en la polis ateniense. Como este no es un ensayo histórico, solo mencionaré que en Suiza se encuentran previstos desde el siglo XIX en seis de sus cantones, y que en los Estados Unidos se practican en varios estados, condados y ciudades, aunque no a nivel federal. Varios funcionarios han sido revocados, comenzando por el alcalde de Seattle, Hiram Gill, en 1911. El último fue el gobernador de California, Gray Davis, en 2003 (sustituido en el cargo por Arnold “Conan” Schwarzenegger).

Y a California nos vamos, porque recientemente el Partido Republicano de ese estado planteó la necesidad de revocar al actual gobernador, Gavin Newson, Demócrata, surfeando en la ola del debate -sin duda nacional- sobre las medidas para combatir el COVID-19. Como bien se sabe, desde el mismo momento de la aparición de la pandemia, los Republicanos se declararon en contra de las propuestas de la ciencia, prefiriendo creer en las intuiciones sanitarias de su chamán mayor, el expresidente / empresario. Hay que reconocer que inventiva no faltó, como la propuesta de combatir el virus con lejía (tomándosela, no lavándose con ella).

Pues los Republicanos californianos creyeron que podían usar el referendo revocatorio para imponer, a nivel nacional, la narrativa de que las instituciones públicas no pueden obligar a usar mascarilla, mucho menos a vacunarse. A fin de cuentas, uno de sus ídolos -y aspirante mayor a suceder al expresidente en la candidatura republicana de 2024- Ron de Santis, gobernador de Florida (mejor conocido como el Gobernador de la Muerte) ha sido líder en combatir las medidas que en cualquier país serio se han utilizado contra el virus chino.

El tema central de la campaña obviamente fue la pandemia y cómo gerenciarla. Y lo que los republicanos pensaban que hundiría al gobernador, fue lo que lo salvó.

Solo un 26% de ciudadanos norteamericanos se opone a la vacuna; en California, un 70% de los votantes está a favor del uso obligatorio de mascarillas en las escuelas.

Otra consecuencia: La estrategia de Newsom de presentar a los republicanos como un partido secuestrado por el extremismo del expresidente tuvo éxito: al final, un 63% de votantes se opuso al revocatorio. (En 2018, cuando fue electo, Newsom obtuvo un 62%). Asimismo, fue muy convincente la comparación de los resultados de la lucha contra el COVID-19 en California, con las desastrosas consecuencias humanas en estados controlados por los republicanos, como el mencionado Florida y Texas.

Un dato fundamental: eran dos las preguntas, la primera SÍ o NO revocar a Newsom, y la segunda, por quién substituirlo si triunfaba el SÍ. 46 candidatos a reemplazarlo se lanzaron, la mayoría obviamente republicanos. Pues Newsom no solo pidió votar NO, sino además dejar en blanco la segunda pregunta; y lo logró convincentemente. Convirtió la decisión en un todo o nada. Y venció por paliza.

Como en las dos elecciones senatoriales de Georgia del pasado enero, la campaña republicana tuvo como resultado motivar a los ciudadanos a salir a votar…en su contra.

Y al igual que en dichas elecciones parlamentarias, en California nadie ha afirmado que las elecciones fueron amañadas.

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¿Tendrán éxito los promotores del nuevo referendo venezolano? Lo que es cierto es que tienen razones constitucionales, políticas e incluso éticas para solicitarlo. Ellos han dicho, una y otra vez, que creen en una salida que no sea violenta. Han pedido, lamentablemente sin éxito por ahora, que el tema sea incluido en las negociaciones mexicanas.

No tengo dudas de que si se lograra aprobar y llevar a cabo un revocatorio presidencial en Venezuela la motivación a votar, al incluir la posible salida de Maduro, sería mayor. Además, no habría el conflictivo y vergonzoso carrusel candidatural opositor para noviembre que vemos con asombro y pena. Si en verdad se piensa que la salida a la crisis es electoral,  no hay razones para no incluir el revocatorio en las negociaciones en México.

 

 

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