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Villasmil: Venezuela, Noruega, política y petróleo

 

D​ebemos comenzar por reconocer que cuando el llamado oro negro comienza a tocar la vida de nuestro país, en Venezuela no había Estado. La de entonces era una sociedad anárquica.

Con la llegada del petróleo a tierra venezolana y su paulatina importancia en los destinos económicos de la nación, muchos debates se dieron sobre temas tan fundamentales como la propiedad de​ ese maná​, o cuáles serían unos ingresos justos para la nación,  partiendo de lo que se recibía de las compañías petroleras extranjeras que desde el comienzo se dedicaron a la extracción; el buen aprovechamiento o no del recurso hacia la construcción de un futuro más digno como sociedad (planeando sobre nuestras cabezas la frase de “sembrar el petróleo”, dicha por Alberto Adriani).

Un político venezolano que intentó dar respuesta a esas y otras inquietudes fue Rómulo Betancourt, de quien destaca sin duda una obra escrita en 1956, en plena dictadura perezjimenista: «Venezuela, política y petróleo».  Un libro al que Betancourt dedicó muchos desvelos en medio de la lucha contra el régimen autoritario que gobernaba el país. Ya en su primer capítulo el estadista criollo analiza los orígenes de la explotación petrolera, en la segunda mitad del siglo XIX, enlazando la historia con la llegada de los gobiernos de los andinos Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez (el primer capítulo se titula por ello «CASTRO Y GÓMEZ: DESPOTISMO, ASFALTO Y PETRÓLEO», y en el cual se narra la expansiva presencia de consorcios extranjeros especialmente al finalizar la primera guerra mundial y, citando una nota publicada en la revista FORTUNE, destaca:

«La producción comercial venezolana no era más que un hilo hasta mediados del periodo de 1920 a 1930, cuando las compañías americanas,  que habían apostado todo en México, empezaron a buscar mejores fuentes al sur de la frontera mexicana. Alentadas por las concesiones liberales de Venezuela y desalentadas por la merma en la producción y por el creciente movimiento de expropiación en México, unas 35 empresas norteamericanas entraron con bastante dinero en el juego del petróleo venezolano».

Lo cierto es que Betancourt se preguntaba hace 67 años cuál había sido la conducta de cada administración, de Castro a Pérez Jiménez, en materia de política petrolera (incluyendo por supuesto la suya, como presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno entre 1945 y 1948).

El resto es historia reciente, más conocida,  pero no por ello menos debatida. La naciente democracia debía crear instituciones, y algunas de las más fundamentales, tenían que ver con la economía, especialmente -por su importancia decisiva- las instituciones petroleras.

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Con el paso de los años otras pregunta que hoy, ante la destrucción casi total por parte del régimen actual de nuestra industria energética, ¿no convendría acaso preguntarse por ejemplos a seguir, por saber qué han hecho naciones a las que también les tocó la puerta el destino del llamado maná petrolero?

Quisiera hacer mención ahora a un nación lejana en la geografía y en la cultura de nuestras costas caribeñas: Noruega.

A finales de los años 50, muy poca gente creía que la plataforma continental noruega (NCS) pudiera esconder ricos yacimientos de petróleo y gas. Sin embargo, el descubrimiento de gas en Groningen (Países Bajos) en 1959 hizo que revisaran sus ideas sobre el potencial petrolero del Mar del Norte.

La primera oferta, en 1962, de Phillips Petroleum, se consideró un intento de obtener derechos exclusivos, y para las autoridades estaba fuera de lugar ceder toda la plataforma a una sola empresa. Si se quería abrir las zonas a la exploración, la participación debería ser plural.

La aventura petrolera noruega comienza realmente en 1969, con el descubrimiento del campo Ekofisk.  La producción del yacimiento comenzó el 15 de junio de 1971, y en los años siguientes se hicieron varios descubrimientos importantes. 

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¿​Cuál es la situación hoy​?  Noruega espera batir su récord de ingresos por petróleo y gas: alcanzará los 132.000 millones en 2023​. Las sanciones a las exportaciones rusas han permitido al país nórdico multiplicar por cinco los beneficios obtenidos en 2021​.

Para el Banco Mundial, Noruega es hoy el séptimo país del mundo más rico en PIB / per cápita.

Fue clave que desde el comienzo los noruegos se hicieron las preguntas pertinentes, por ejemplo ¿todo ese ingreso mil millonario producido por la energía, adónde debe ir, cómo lo administramos, cuánto puede ser gastado, y en qué? ¿cuánto ahorramos, y cómo?

Noruega utilizó los nuevos recursos energéticos para ampliar su Estado del bienestar. Los beneficios se amontonaron en una caja de ahorros colectiva, el fondo de pensiones del Estado. El superávit generado es depositado en su Government Pension Fund of Norway, el mayor fondo soberano del mundo, con más de 800 000 millones de dólares estadounidenses en activos​.​

Como resultado, Noruega se convirtió en uno de los pocos países del mundo en escapar a lo que los economistas llaman la «maldición de los recursos»: el fenómeno de los Estados con abundancia de combustibles fósiles o ciertos minerales que acaban teniendo menos crecimiento económico, menos democracia y menos igualdad social.

Por otra parte, el Estado de Bienestar que quisimos crear y profundizar en Venezuela se vio afectado por múltiples factores, en especial el desarrollo de estructuras crecientemente clientelares y de corte estatista, y ​la extrema dependencia de la economía privada del gigante petrolero. La cultura rentista que se desarrolló produjo grandes desvíos éticos en la sociedad. ​

Para colmo, entonces llegó el chavismo. De lo que se trata hoy es de revertir, para siempre, sus funestas consecuencias. Y para ello es necesario reconstruir de las ruinas nuestra industria energética, aprendiendo cabalmente de los errores cometidos.

Los venezolanos y nuestras instituciones nunca fuimos noruegos; PDVSA sí. Fue una gran empresa ejemplo para el mundo, y una muestra de lo que los venezolanos podemos hacer. Manos a la obra.

 

 

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