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Villasmil: Winston Churchill, «el hombre que salvó la libertad»

El legado del ex primer ministro británico conservador y premio Nobel de Literatura Winston Churchill, nombrado hace ya varias décadas como «el más grande de los británicos», sigue vivo 150 años después de su nacimiento.

 

El legado del ex primer ministro británico conservador y premio Nobel de Literatura Winston Churchill, nombrado hace ya varias décadas como «el más grande de los británicos», sigue vivo 150 años después de su nacimiento.

Sir Winston Leonard Spencer-Churchill (1874-1965) fue un estadista -esa palabra de difícil uso en la política de hoy- cuyas instantáneas con un puro entre los labios, sombrero de copa en la testa, pajarita anudada al cuello y dedos formando el símbolo de la victoria dieron la vuelta al mundo.

Esas fotografías son parte del imaginario que rodea su figura y representan la victoria del Reino Unido, y el bando aliado, sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial (1939-45).

Pero Churchill -referencia universal y permanente de la política democrática- es más que eso, para sus seguidores (gran mayoría en el Reino Unido por el legado que dejó) y los detractores, que sin duda alguno hay, sobre todo en estos tiempos de política abrumada por tantos nihilistas, soberbios, corruptos e ignorantes-.

Vivió, como pocos, una vida rica en aventuras, y su carrera política mostró altibajos extraordinarios. Tuvo desde joven una gran personalidad. Inspiraba rechazo o simpatía, pero no dejaba indiferente a nadie. Y en el infight, en el cuerpo a cuerpo, era un seductor nato.

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Nacido en Woodstock, Oxfordshire (Inglaterra), Churchill fue un animal político que, desde muy joven, perteneció al Partido Conservador, formación que abandonó en 1904 para pasarse a las filas del Partido Liberal, pero a la que regresó en 1924.

Con los «tories», y tras la dimisión de Neville Chamberlain en 1940, Churchill ascendió a primer ministro británico con la famosa frase dicha en la Cámara de los Comunes el 13 de mayo de 1940, ante el inicio de la guerra contra el nazismo y fascismo: «No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor».

Churchill asumió el mandato desde mayo de 1940 (hasta julio de 1945) cuando el Reino Unido afrontaba el momento más difícil de su historia.

Durante su segundo período en el poder, desde octubre de 1951 a abril de 1955, Churchill vivió la coronación de Isabel II en 1953 tras la muerte un año antes del rey Jorge VI. Asimismo, fue uno de los primeros y principales defensores del paneuropeismo y de la integración europea. Apoyó las creaciones del Consejo de Europa, cuya primera reunión, el 5 de mayo de 1949, contó con su presencia, y la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1951, germen de la actual Unión Europea, la que él concebía como unos «Estados Unidos de Europa».

Se mencionan siempre sus logros en los años de la victoria aliada durante la Segunda Guerra Mundial; significativamente menos, sus aciertos luego de volver a ser primer ministro, al ganar las elecciones en 1951 (Churchill, nacido en 1874, estaba por cumplir 77 años). Su secretario privado, John (“Jock”) Colville, afirmó entonces: “Todavía domina el gabinete, ahora más Buda que Aquiles”. Churchill hizo dos promesas fundamentales de campaña que el gobierno laborista de Clement Attlee no había podido realizar: eliminar la libreta de racionamiento y una amplia política de construcción de viviendas. No solo eliminó el racionamiento, sino que en los tres primeros años se concluyeron 300.000 viviendas, y para 1955, año en que Churchill renuncia y le cede el cargo a Anthony Eden, el total construido llegó a ¡un millón! Con razón el responsable del programa, Harold Mcmillan, pocos años después (en 1957) sería primer ministro de otro gobierno Conservador.

Pero el legado de Churchill no es solo político, también se dedicó al periodismo y a la pintura, y contribuyó a otras artes como la literatura con 60 libros históricos y biografías.

De hecho, la excelencia de sus discursos, así como su «dominio de la descripción histórica y biográfica», le valió a Churchill en 1953 el Premio Nobel de Literatura de la Academia Sueca.

Además, sobre su figura se han escrito cerca de 200 libros, más de 30 de ellos biografías, y todavía hoy, casi seis décadas después de su muerte, es una de las figuras más importantes de su país, de Europa y del mundo.

Pocos como él defendieron la libertad y sus instituciones, el legado espiritual y civilizatorio de Jerusalén, Atenas y Roma, los valores del occidente cristiano y democrático.

Nadie aprendió de sus equivocaciones como él; sus derrotas las sufría solo -junto a su fiel esposa, Clementine- pero las victorias las compartía, porque eran fruto de un trabajo en equipo, unido y comprometido bajo su liderazgo, en especial el pueblo británico, que no dudó en seguirlo para enfrentar la amenaza totalitaria porque veía en su rostro la determinación y el compromiso inquebrantable con una causa justa, y la victoria final.

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Hombre de verbo brillante, síntesis de un pensamiento deslumbrante y ejemplo de una actitud ante la vida, una de las mejores anécdotas de Churchill –entre muchas geniales- es la de una entrevista que concede a un fotógrafo, de 30 años, cuando Churchill acababa de cumplir 80. Luego de fotografiarlo, el joven le dice “Sir Winston, espero fotografiarlo nuevamente cuando Ud. cumpla 90 años”. La respuesta del genial político: ¿Por qué no? Ud. parece ser bastante saludable”.

En esa materia de tener la respuesta necesaria ante cada situación, no dejó títere con cabeza: en una ocasión durante la Segunda Guerra, discutiendo acerbamente con Charles De Gaulle acerca de una operación militar, según Churchill muy costosa, el francés le reclamó con estas palabras: “Ustedes los ingleses pelean por dinero, deberían aprender de nosotros los franceses, que luchamos por el honor y la dignidad”. Churchill, muy calmado, respondió: “Bueno, cada quien pelea por lo que le hace falta”.

«Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor» (“Blood, Toil, Tears and Sweat”) es una de las citas del estadista británico que ha quedado marcada en el imaginario colectivo. Pero no fue la única que demostró su inteligencia y su carisma. Con motivo del 150 aniversario de su nacimiento, recordamos algunas de ellas.

«El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.»

«Existen tres tipos de personas: aquellas que se preocupan hasta la muerte, las que trabajan hasta morir y las que se aburren hasta la muerte».

«Soy optimista. No parece muy útil ser otra cosa».

«Mejorar es cambiar; ser perfecto es cambiar a menudo».

«Las actitudes son más importantes que las aptitudes».

«A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada».

«Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema».

«El problema de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles sino importantes».

«Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad».

«La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra nos pueden matar una vez; en política, muchas veces».

Andrew Roberts (autor de la más reciente y para muchos la mejor biografía del estadista británico) afirmó que, dada su gran capacidad oratoria, con respuestas siempre oportunas, “Churchill habría sido un gran tuitero, sus mejores pensamientos caben en 280 caracteres”.

Celebremos una vez más la vida y la inmensa obra de un hombre integral, un genial estadista, un gran ciudadano, incansable defensor de la libertad, cuando se están cumpliendo 150 años de su nacimiento. Aceptando, eso sí, con inmensos respeto y admiración, que Winston Churchill solo ha habido y habrá uno.

Lástima; cuánto es necesario hoy su ejemplo y su magisterio.

 


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