In vino veritas
Si bien se mira, reluce aquí la superstición de la autenticidad. Se asume automáticamente que la verdad individual yace aplastada bajo sus represiones, conforme al modelo freudiano, en lugar de entender la subjetividad como un inevitable compuesto de influencias diversas de todo orden. Todo el lenguaje publicitario nos anima, de hecho, a emprender idéntico camino de liberación, llamándonos a ser “nosotros mismos”. No por casualidad, el alcohol es también un recurso clásico del interrogador sibilino y del seductor vacilante, empeñados ambos en extraer suavemente de su acompañante aquello que se resiste a entregarles: variantes de la hipnosis.
En realidad, nada hay de nuevo en la autoproducción de estados alterados de conciencia. El historiador Daniel Smail ha sugerido que la historia humana puede verse como una secuencia de modificaciones de nuestros estados mentales por medios artificiales. Éstos incluyen el alcohol, el café, la novela, el erotismo, el centro comercial o el videojuego: mecanismos autotrópicos de cuya influencia no siempre somos del todo conscientes. Y es que somos seres abiertos a influencia, un dato antropológico fundamental para entender el entero aparato humano.
In vino veritas, in aqua sanitas, concluían los antiguos. Pero con ello planteaban menos un consejo médico que una dialéctica de imposible síntesis. Y en eso no podían ser más modernos.
(@goncharev) Profesor de Ciencia Política, columnista y crítico cultural.