Vivas Terán: La economía antes y después del coronavirus
Publicación del Consejo Superior de la Democracia Cristiana de Venezuela
I
En la medida en que la terrible crisis global producida por el coronavirus sigue su macabro camino, asolando la salud y la vida de miles de ciudadanos alrededor del mundo, se adelanta paralelamente un intenso debate acerca de cuáles serán sus consecuencias económicas y cuáles serán las vías para superarlas.
Debido a la pandemia, se estima que la economía mundial caerá en una de las mayores depresiones de toda su historia y su hundimiento será súbito y agudo; todo ocurrirá entre los dos meses finales del primer trimestre de este año y los meses siguientes correspondientes al II Trimestre. La pandemia es percibida como una expresión inesperada de la globalización que hasta ahora abarcaba otras cosas cruciales tales como la cultura, la economía, las relaciones internacionales y las comunicaciones. Precisamente, son esos mecanismos modernos de interacción, transporte y comunicación responsables por la rápida propagación del virus. Sus consecuencias económicas serán devastadoras y se medirán en la pérdida de empleos, el aumento de la pobreza, la destrucción parcial del aparato productivo, el desquiciamiento de las cadenas productivas sectoriales e intersectoriales, el tremendo desbarajuste del comercio mundial y la estrepitosa caída del Producto Interno Bruto mundial y nacional.
Esta crisis es original no sólo en el hecho que su única causa es la pandemia producida por el coronavirus, sino que lo es, también por dos características notables. La primera, es que la respuesta que demos a ella admite una primera prioridad. Hay otras, pero vienen en segunda o tercer lugar. La prioridad de manera absoluta consiste en salvar la vida y proteger de enfermedades a tantos seres humanos cuanto nos sea posible. Para lograr este objetivo no podemos vacilar en aplicar todos los recursos económicos y científicos disponibles. La segunda característica es que, -en esto se diferencia de cualquier otra crisis económica durante toda la historia de la modernidad y, en particular, a partir de la Revolución industrial- ella golpea simultáneamente las dos expresiones de la actividad económica: Vale decir, cercena la demanda y ataca a fondo a la oferta. Esta situación es un fenómeno no corriente en el capitalismo, en especial en las economías avanzadas, y se constituye en una de las más serias dificultades de economía política y de técnica macroeconómica a ser consideradas para poder intentar una recuperación exitosa en el más corto plazo posible.
Unos días antes de presentarse la pandemia del coronavirus, la mayoría de los países habían presentado sus resultados en cuanto al comportamiento del PIB para el año anterior y guardaban un optimismo moderado en lo que podían esperar acerca el comportamiento de esta variable agregada básica en el año que transcurre. El pronóstico predominante era que durante este lapso no iba a presentarse ningún problema especial y que se podía esperar un crecimiento moderado por la estabilización de los ritmos de crecimiento de las economías más importantes del mundo. Así, los países y las instituciones económicas internacionales procedieron a entregar los datos del crecimiento porcentual del PIB correspondientes al año 2019. Veamos algunos que hemos seleccionado: Unión Europea (UE) 1,2%; United States of América (USA) 2,3%; Japón 0,7%; China (cifra correspondiente al año 2018), 6,8%; Alemania, 0,6%; Brasil, 1,3%; Rusia, 2,3% e India, 6,1%. Se pensaba que este ritmo se iba a mantener en el año presente o en el mejor escenario seria superado un tanto. En cuanto al PIB mundial, las estimaciones presentadas por la OCDE nos informan que esta Institución ha bajado sus expectativas sobre el crecimiento de la economía planetaria desde un 2,9% hasta el nivel de un 1,5% para el año que corre, estimación hecha antes de la pandemia, con la advertencia de que este ritmo de crecimiento pudiera llegar a ser más bajo.
Con la rápida extensión de la pandemia se ha dado paso a nuevos pronósticos que apuntan a un desbalance mundial que dejará atrás a cualquier otro desastre económico producido por crisis sistémicas anteriores. Esta aseveración incluye a la Gran Depresión que ocurrió en todo el Planeta a partir del año de 1930 y que se prolongó por casi toda esa década. Por lo tanto ofrezco una aproximación global a esta materia, refiriéndome al impacto de la pandemia en el PIB del mundo, basándome en el estudio que la gran firma alemana de Baviera, la Roland Gerber, ha presentado. Esta firma de consulta estratégica ha analizado esta situación a través de dos escenarios: El primero, se basa en suponer que los efectos disruptivos sobre la economía, causados por la pandemia duraran cuatro semanas; El segundo, sostiene que esos efectos pueden durar 12 semanas. Se trata de estimar cómo se comportará el PIB en el año 2020 en cada uno de ellos. En cuanto al Primer Escenario la firma mencionada obtiene resultados para el comportamiento del PIB de algunos países y bloques; estos son: Todo el Mundo, 0,2%; EE. UU, -2,5%; Unión Europea, -2,4%; China, 4,1%. En cuanto al Segundo Escenario los datos son los siguientes: Todo el Mundo, -1,9%; EEUU: -5,4%; Unión Europea, -4,8%; China, 2,7%. Observando estas cifras es de destacar que ambos escenarios, pero en especial el segundo que es a la vez el más probable de ambos, representan un severo retroceso para el desarrollo social y humano: más pobreza, menos trabajo, más desesperanza, más amargura, más lucha por sobrevivir. Es claro que el Segundo Escenario nos acerca, a una gran catástrofe planetaria.
II
Luego de esta breve reflexión en torno al coronavirus y la economía mundial cabe preguntarse cuál sería la situación en ese mismo ámbito, si nos enfocamos en particular sobre nuestro país. Para aproximarnos a esta materia comenzaremos con una afirmación concreta, demostrable e irrefutable. Se puede aseverar que la pandemia de coronavirus hará aún más grave la crisis terminal, global y profunda que el régimen chavista de Maduro ya ha desatado de manera planificada, consciente y metódica en todos estos últimos años con mucha antelación a la aparición de la pandemia. Esta crisis impuesta a Venezuela sería fatal incluso si no se hubiese presentado el coronavirus. En el caso de nuestro país el efecto de la pandemia es muy diferente al que ésta desatará sobre el resto de los países del mundo. En Venezuela no hay que esperar por ninguna catástrofe económica; esa catástrofe ya está aquí desde hace años y se ha extendido por todo el país y por el entorno de la economía. Y aunque hoy analizamos solamente la materia económica, es necesario señalar que la crisis es total, desde lo político, lo económico y el ecocidio sobre el medio ambiente, hasta lo que se ha dado en llamar con especial perspicacia y precisión sociológica “el mal antropológico”. Este mal antropológico es la deformación que se ha tratado de inculcar en los venezolanos, en su escala de valores, en su imaginario, en su conciencia cívica y su libertad personal, al pretender convertirlo en un ser sometido, dependiente absoluto del Estado, colonizándole culturalmente y sembrándole el terror de discrepar frente aquellos que están en el poder. La economía es uno de los campos más apetecidos, asimismo más propicios, para desarrollar la programada acción destructora del régimen. Apunta a destruir el aparato económico de la nación para campear sobre sus ruinas y asegurar así la eliminación de cualquier vestigio de oposición al proyecto de control político totalitario que buscan mantener. De esta manera imitan el ejemplo que miran continuamente, y que les ha dado Cuba, con la permanencia del Partido Comunista en el poder durante ya más de sesenta años.
La destrucción de la economía, antes de la irrupción del coronavirus, se manifiesta en Venezuela con claridad en hechos tales como la disminución dramática de la producción medida por la contracción drástica del PIB; el desmantelamiento de los sectores técnicos productivos primario, secundario y terciario; la expropiación de unidades productivas del sector privado; la depauperación creciente del complejo de empresas propiedad del estado; el exterminio de cualquier vestigio de organización sindical del mundo del trabajo; el sitio impuesto a cualquier emprendimiento que brote de ciudadanos libres y responsables; el estrangulamiento de las cadenas productivas sectoriales e intersectoriales; la ruina inminente de las cadenas de comercialización internas y con el exterior; la ruina en que ha dejado convertida a PDVSA; la enorme pobreza y desigualdad que cada día aprietan más al ciudadano y que roen su espíritu y su carne como dientes cargados de ponzoña; la pérdida de empleos en los sectores modernos de la producción; la avasallante y superabundante emisión inorgánica de dinero destinada a satisfacer el galopante gasto público; la hiperinflación que devora cada día que pasa el salario real de los trabajadores; la devastación de todos los servicios públicos; la destrucción de los equilibrios macro económicos que sostienen la armazón de cualquier economía moderna; el creciente peso de la deuda externa de la República y de PDVSA; la declaración de impago, default, de esa misma deuda lo que ha cerrado el crédito internacional a la nación; el sostenido déficit público que ha aparecido en las cuentas del estado desde hace ya años y que se empina más allá del 20% interanual en relación con el PIB etc. Es obvio que la existencia de este avanzado grado de destrucción del sistema económico nacional añade una pesada carga negativa a las necesarias, y costosas, medidas que hay que tomar para aminorar los efectos de la pandemia desde el punto de vista médico y sanitarios, así como desde el punto de vista social. Se conoce bien el conjunto de estas medidas ya que estas se han implementado correctamente, aun cuando con matices diferenciales, en todos los países que hoy las aplican que son, en muchos casos, economías modernas y prosperas pero que está funcionado bien en otras menos desarrolladas. Esta situación, que reina en general en el mundo, tiende a ser precisamente lo contrario en Venezuela, en donde el virus anuncia su llegada en un sistema de salud pública destruido casi hasta sus cimientos. Con hospitales descuidados, sin camas hospitalarias, sin provisión de medicinas e insumos, sin quirófanos adecuados disponibles, sin unidades de cuidados intensivos, con escasos profesiones de medicina y enfermería disponibles, sin respiradores suficientes, sin electricidad, servicios sanitarios y agua disponibles. En fin, en donde reina el caos.
Podemos, ahora, intentar estimar estos mismos datos del PIB en relación con Venezuela para ver la realidad y constatar cómo la feroz pandemia que azota al globo, agravará el desastre sustancial y radical en que el país ya estaba sumergido antes de que aquella hiciera su aparición; seguro que esto ocurrirá, a menos que causas sobrenaturales o causas naturales de reacción temprana y no conocidas, puedan proteger a la nación y a sus habitantes. Nada podemos esperar del régimen el cual ya ha tomado algunas medidas que son contraproducentes, en especial desde el lado de la oferta, y, ridículamente escasas o hasta negativas, desde el punto de vista de la demanda con relación a las acciones sociales y económicas adecuadas que deberían ser tomadas y que lucen cada día más urgentes e impostergables. Como demostración de la anterior aseveración podemos referirnos a recientes decisiones tomadas por el régimen de Nicolás Maduro, desde el lado de la oferta, y que afectan a todo el sector productivo. En particular destacamos la decisión de ocupación decretada de varias empresas que, aun en medio de las dificultades y hostilidades a que están sometidas desde el régimen, continúan produciendo alimentos básicos tales como Alimentos Polar, Plumrose, Coposa y el Matadero Industrial de Turmero. Desde el punto de vista de la demanda el régimen acaba de tomar, hace apenas pocos días, la decisión de aumentar, por decreto y mediante anuncio público del ministro del Trabajo Eduardo Piñate, la pensión del Seguro Social y el Salario Mínimo. La primera llegará hasta 400.000 Bs y el segundo se establece en 800.000 Bs. Estas cantidades son equivalentes, a 2,28 US$ para la pensión y de 4,55 US$ para el salario mínimo. Para obtener estas cifras hemos aplicado la tasa de cambio oficial del dólar al Bolivar publicada por el BCV el 29 de abril del 2020 que es 175.659,84 Bs/$. Solo citar estos ingresos para la pensión y para el salario mínimo que reciben millones y millones de venezolanos produce indignación y escalofríos al permitirnos constatar, más allá de cualquier duda, como se extiende la miseria a la que el régimen ha conducido a las grandes mayorías de trabajadores del país. Hace un par de párrafos nos referimos al comportamiento del PIB de algunos países y de ciertos bloques de ellos, antes de la presencia del coronavirus, y pudimos introducir una estimación acerca del comportamiento de sus economías medido por el comportamiento de sus PIB respectivos.
III
Examinaremos ahora, de manera somera, algunos elementos sobre el mismo tema relacionados con la economía de Venezuela. Para ello nos apoyaremos en las series estadísticas publicadas por el BCV que actúa como la Oficina de Asuntos Económicos del Régimen. (Tenga presente el lector que las estadísticas que, de vez en cuando, produce el BCV,- hay series de las cuales no se publican datos desde hace años- tienden a ser estimadas con desconfianza por la gran mayoría de la población; las usamos, por el simple hecho que a partir de ellas hemos obtenido resultados analíticos tan devastadores al interés nacional que vale la pena emplearlas). Calculamos de inmediato la variación porcentual del PIB en estos últimos años del régimen del señor Maduro. Son las siguientes: año 2015, -6,2%; año 2016, -17,1; año 2017, -15,7%; año 2018, -19,6%. La contracción del PIB de Venezuela, en estos cuatro años para los cuales tenemos información, llega a la insólita cifra de -58,6%; esta cifra es increíblemente elevada, aún para la consideración de cualquiera conocedor elemental de la economía, y constituye una meridiana demostración de la enorme miseria, pobreza y desesperanza que el régimen del socialismo del siglo XXI está desatando sobre la indefensa población de Venezuela. Una disminución tan catastrófica del PIB no se ha producido antes, ni siquiera en la era de las más grandes depresiones que se han manifestado en el sistema capitalista mundial, ni, tampoco, en aquellos países que han vivido procesos de cambio político radical dirigidos a hacerlos pasar del capitalismo tradicional al socialismo, como fueron los casos típicos de los países del Europa del Este o de Cuba en la época del Socialismo Real de la Unión Soviética. Para fundar esta aseveración, permítanme realizar dos comparaciones, sobre estas cifras del PIB de Venezuela, bajo el Gobierno de Maduro; la primera será con relación a los Estados Unidos; la segunda será en relación con Cuba.
Empecemos considerando el desarrollo del PIB de USA al inicio de la Gran Depresión que experimentó el capitalismo mundial al comenzar la década de los años de 1930 y que dejó tras su paso una amarga secuela de pobreza, desempleo y desesperanza. Esta Gran Depresión ha sido la más funesta de las crisis experimentadas por este modo de producción desde los albores de la Revolución Industrial y fue tan dramática que sirvió de acicate a Keynes, nada menos, para que creara su obra cumbre la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, la que se convirtió en una sólida fundamentación para una nueva interpretación del capitalismo, para un análisis potente del porqué la inversión es la palanca estratégica del desarrollo, para ampliar las vías acerca de la transformación del sistema y de cuáles son las políticas económicas a aplicar para garantizar su mejor y más suave funcionamiento. Pues bien, procederemos a señalar como fue el comportamiento del PIB de USA en los años desde 1930-1933, que fueron los más agudos de aquella hecatombe de la economía mundial, y las compararemos con los frutos obtenidos en esa misma variable por el régimen del socialismo del siglo XXI en los años 2015-2018 con el fin de acercarnos a una conclusión al respecto. Este fue el comportamiento del PIB en USA en aquella época: 1930, -8,5%; 1931, -6,4%; 1932, -12,9%; 1933, -8,5%. Esto nos informa que el total de la contracción del PIB en los EE. UU durante la Gran Depresión fue de -36,3%. La única conclusión: el régimen del socialismo del siglo xxi ha empobrecido a Venezuela dos veces más que lo que la Gran Depresión, la más grande catástrofe del capitalismo mundial en toda su existencia, empobreció a la economía de los EE.UU.
IV
Tomemos ahora el caso de la República de Cuba, que ha proclamado su apego al Socialismo Eterno. Veamos el comportamiento de su PIB en los mismos años que lo hicimos con relación al régimen que desgobierna en Venezuela. Encontramos los siguientes datos para el PIB cubano: año 2015, 4,4%; año 2016, 0,5%; año 2017, 1,8%; año 2018, 2,2%. La variación total del PIB cubano en estos años es de 8,9%%. Esta cifra no es, en ningún caso ni siquiera en el de Cuba, indicación de una gran expansión; pero sí indica que la economía cubana se fortalece muy modestamente, mientras que sus congéneres socialistas en Venezuela arruinan a nuestra patria hasta la medula de sus huesos. Esta última afirmación se deduce de inmediato si comparamos el modesto crecimiento del PIB de Cuba, ya mencionado, con la enorme contracción del PIB, -58,6%, que Venezuela experimentó durante los años 2015-2018 bajo la égida del socialismo del siglo XXI. Podemos complementar esta visión acudiendo a otro indicador de interés. Nos referimos, en este caso, al PIB Per/Cápita. En el año 2018 el PIB Per/Cápita de Venezuela montó a la cantidad de 3.233 US$; en el mismo año, este indicador fue para Cuba la cantidad de 8.822 US$. Es claro, según estos datos, que Venezuela pese a sus ingresos petroleros, peso a su excelente dotación de recursos naturales, y a sus empresarios y trabajadores preparados y modernizados es mucho más pobre que Cuba, a la que como si fuese poco, se le siguen enviando importantes volúmenes de petróleo y combustibles mientras el pueblo de Venezuela sigue siendo sometido a una depauperación generalizada y a una pobreza extrema por el régimen socialista de Maduro que le impone a este país ser casi tres veces más pobre, considerando el PIB Per/Cápita, que aquella isla socialista eterna a quien Chávez llamaba “el mar de la felicidad”.
Ahora demos un paso adelante para referirnos a otro aspecto que puede agravar más la funesta situación en que el régimen socialista del siglo XXI ha colocado a la economía venezolana: La producción y el precio del petróleo. El tema que ahora enfocaremos ya venía manifestándose antes de la aparición del coronavirus. Desde hace meses la demanda se venía debilitando; Rusia y Arabia Saudita, quienes en esa situación no pudieron concertarse en un acuerdo de disminución de la producción, rompieron amargamente y se desató entre ellos una feroz guerra de precios. La sobre oferta en el mercado mundial era evidente en esas circunstancias. Entonces llegó el coronavirus que agravó toda la situación desde el punto de vista de la demanda y precipitó al abismo el nivel de precios del petróleo en todo el mundo. Este declive, en las particulares circunstancias de sobre abastecimiento, escasez de facilidades para almacenarlo y presencia activa del coronavirus, llegó a manifestarse en una forma totalmente insólita; se afirma que esto no se había dado en el caso del petróleo con anterioridad, cuando el pasado 20 de abril el West Texas Intermediate llegó a ser cotizado en la Bolsa de Nueva York a un mínimo de -40,32 US$ para entregas a futuro en el mes de mayo. Estos hechos produjeron algunas respuestas con relativa rapidez. La OPEP+ se reunió telemáticamente el día 10 de abril, participaron 32 países, y llegaron a un acuerdo general para intentar, mediante una reducción programada de la producción, detener el desplome de los precios y buscar, en el corto y mediano plazo, suavizar su impacto. El acuerdo, que fue recibido por EE. UU con beneplácito, aun cuando no es miembro de OPEP+ y aun así se comprometió a reducir su propia producción en 300.000 b/día, consistió en líneas generales en acordar que, a partir del 1º de mayo, se reducirá la oferte petrolera en 9,7 millones de b/día y que esta reducción operará por los dos meses siguientes. De igual manera se ha adelantado que la reducción se mantendrá en el nivel de 8 millones de b/día en los meses de julio a diciembre de este año y que, luego, desde enero del 2021 hasta abril del 2022, se reducirá hasta los seis millones de b/día. Habrá que esperar que la OPEP+ ratifique estas últimas propuestas y esperar, asimismo, para ver si este esfuerzo logra levantar los precios del petróleo a niveles más aceptables para los productores.
Hemos traído el tema inmediato anterior a la mesa del análisis porque todo lo relacionado con el petróleo ha sido, desde hace ya más de un siglo muy importante para la economía y las finanzas públicas del país. En las circunstancias del coronavirus vuelve a ser importante para Venezuela considerar con cuidado el asunto del precio y de la cantidad de petróleo que puede ser diariamente producido y exportado. Veamos primero el asunto de la producción. El país ha visto mermar su producción diaria de petróleo a cifras realmente mínimas. La causa principal de este declive pronunciado está constituida por el conjunto de medidas que el régimen ha tomado sobre PDVSA y la situación de abandono y de postración gerencial, técnica y administrativa que el conjunto de ellas ha significado para esta, otrora, gran empresa. En artículos anteriores hemos tratado con cierta profundidad esta materia, razón por la cual no volveremos a hacerlo en esta oportunidad. Vale, sin embargo, señalar que, según fuentes oficiales de OPEP recogidas en su último informe mensual, la producción diaria de Venezuela para esta fecha ha llegado a ser 680.000 b/día. Si a la anterior cantidad restamos el consumo interno que, luego de la destrucción causada por el régimen, ha quedado reducido a la misérrima cifra de 80.000 b/día de los 700.000 b/día que no hace mucho tiempo llegó a utilizar el país, obtenemos entonces el monto máximo posible de exportación de petróleo desde Venezuela que es de 600.000 b/día. Conservemos esta cifra disponible en nuestra mente ya que la utilizaremos en lo que sigue. La caída abrupta hacia la baja de los precios del crudo en los mercados internacionales se debe, en buena medida, a las transformaciones económicas causadas por el coronavirus, pero la baja de la producción de Venezuela es causada totalmente por la gestión pésima del petróleo por parte del régimen del socialismo del siglo XXI.
Conviene que veamos, entonces, cuál sería la realidad de los ingresos en divisas que Venezuela puede recibir en este año suponiendo que exporte en su totalidad los mencionados 600.000 b/día. Proponemos utilizar, para el cálculo respectivo, el precio del WTI (West Texas Intermediate) y el precio de la Cesta de la OPEP para el día 29 de abril del 2020. El precio para esa fecha del WTI era de 15,39 US$/b y el de la Cesta OPEP era de 12,41 US$/b. Tomemos un respiro; para que esa venta produzca alguna utilidad, aun cuando sea mínima, la entidad vendedora, en este caso PDVSA o empresas asociadas, debe deducir el costo de producción de su petróleo de ese precio. Se tiene una información bastante precisa acerca del costo promedio de producir un barril de petróleo en Venezuela; ese costo promedio de producción puede estimarse con bastante precisión, para el año 2018, en 17,14 US$/b, esto sin tomar en cuenta el pago de la regalía correspondiente; probablemente a la fecha en que escribimos sea un poco más elevado. Si comparamos los precios anteriormente mencionados con el costo de producción promedio del petróleo de Venezuela observamos indubitablemente que el país perderá dinero si hace estas ventas, en las condiciones en que opera hoy el mercado internacional de hidrocarburos. De manera que, si no nos equivocamos y ojalá sea así, el país enfrentará una muy delicada situación en sus ingresos de divisas por exportaciones petroleras, como consecuencia de una combinación letal entre el coronavirus y la incompetencia y ceguera del régimen del socialismo del siglo xxi, en su gestión político y administrativa del oro negro nacional.
Dada la explicación que hemos consignado en los párrafos anteriores resulta sorprendente, y demuestra que el régimen está navegando en aguas muy procelosas, la declaración de Maduro de fecha 21 de abril según la cual “Estamos preparados y, nos hemos entrenado y a Venezuela no la detiene ni petróleo a diez, ni a menos de 10 dólares”. Ya analizamos anteriormente que, a precios internacionales del petróleo para el día de hoy, incluso un poco superiores a los que señala Maduro en sus declaraciones, cesa totalmente el flujo de divisas que Venezuela recibe por exportaciones petroleras. ¿Qué busca entonces el Jefe del régimen con esa mezcla de prepotencia, ignorancia, desafío, o mala orientación de sus asesores en esta área? La escasez evidente de divisas que, como venimos comentando, comienza a enfrentar el país puede tornarse aún más severa si incorporamos, en el análisis, otros factores adicionales todos ellos relacionados entre sí. Nos referimos a la declaración de default que el régimen bolivariano hizo sobre la deuda titularizada de la República y de PDVSA, lo que ha llevado a un cierre total de la nación para recurrir a los mercados internacionales de crédito. También señalemos la severa caída de las remesas en divisas que la diáspora venezolana, aventada a los cuatro puntos cardinales del Planeta, experimentará en el curso de este año debido precisamente a la irrupción en el escenario internacional de la pandemia y al efecto sobre los puestos de trabajo que aquella enorme comunidad de venezolanos está experimentando por su presencia. Paralelo a estas, nada gratas informaciones, es necesario apuntar adicionalmente al vertiginoso crecimiento de la deuda externa de la República y de PDVSA que el régimen ha impulsado en el curso de los últimos años. Se estima su monto en unos 180.000 mil millones de US$. De ellos se le deben a China unos 15.000 millones de US$ y la deuda con Rusia ha de amortizarse mediante el pago de unos 4.000 millones de US$ en el curso del 2020.
V
Todos esos factores, tomados en conjunto, más los anteriores elementos que hemos señalado, ponen de manifiesto que la causa básica de la descomunal ruina y la enorme pobreza en que, antes y después del coronavirus, está sumida la nación es responsabilidad atribuida totalmente al régimen por su ceguera ideológica, por su incompetencia, por sus erradas políticas, por su despilfarro, por su desorden y por la ola generalizada de corrupción que ha hecho su hábitat predilecto en las esferas de gobierno de la República. Para aproximarnos al final de esta exploración sobre la economía de Venezuela, me parece útil añadir otro factor que tiene, sin duda, un peso adicional sobre su situación antes y después del coronavirus. Nos referimos a la manera irresponsable, ligera e inconsciente con la cual el régimen ha manejado el tema de la base monetaria, la liquidez y la creación de dinero inorgánico a través de su Oficina de Asuntos Monetarios, el Banco Central de Venezuela. Uno de los aspectos a destacar en relación con lo que acabamos de apuntar es la actuación desquiciada que el régimen del socialismo del siglo XXI ha seguido en relación con la creación de cantidades fabulosas, astronómicas, de dinero inorgánico. El régimen viene financiando sus gastos ordinarios diarios, los de empresas del estado, incluida PDVSA, y sus déficits públicos a través de la creación de este tipo de dinero. Esta es una política de reciente factura y se puede situar hacia mediados del año 2019 la fecha en la cual el régimen socialista del siglo XXI perdió los frenos al respecto y enloqueció con su decisión de crear dinero inorgánico sin medida y sin paragón en toda nuestra historia. En efecto, desde esa fecha hasta el día 27 de marzo pasado el régimen había creado la increíble cantidad de, redondeando las cifras, 1.832 billones de Bolívares; esto es, escribiendo todo el número, la cantidad de 1.832.000.000.000.000 Bs. No se refiere esta cantidad a la circulación de billetes y monedas nuevas. No, en absoluto. Se refiere a la sumatorias de órdenes para apertura de cuentas corrientes en instituciones financieras del Estado o al aumento directo de los saldos de cuentas de empresas no financieras del estado en cifras descomunales mediante el mandato de algún burócrata de alto coturno. En medio de este increíble despelote financiero, el régimen ha subido a elevada velocidad la liquidez, la M2, pero a limites mucho menores que la emisión inorgánica. El volumen de la liquidez, para tenerlo a la vista, fue para el día 27 de marzo del 2020, de 74.192.3123.000.000 Bs. Esta manera de manejar la masa de dinero dentro de la política monetaria ha producido la evaporación del valor adquisitivo del Bolívar; para decirlo en palabras que Chávez solía aplicar para señalar el destino que, según él, les esperaba a sus adversarios, el régimen ha reducido el valor del Bolívar a “polvo cósmico”, ha pulverizado los salarios reales y ha extendido la pobreza de manera inmisericorde a lo largo y a lo ancho de la extensión de la patria venezolana.
Dejaremos en el tintero la exploración de otra serie de variables y de temas que hacen referencia al nivel económico del país por razones de escaso espacio y tiempo. Hemos mencionado algunos de ellos tales como las reservas internacionales, la hiper inflación, la desigualdad en la distribución del ingreso, la infraestructura de apoyo a las actividades productivas, las relaciones interindustriales y otras. En algunos ensayos que hemos publicado con anterioridad se encuentran enfoque que pudiesen resultar útiles para los amables lectores. A estas alturas del presente Trabajo dedicaremos un párrafo final a la conclusión de todas las materias que hemos expuesto a lo largo de estas páginas. Hemos demostrado, al menos creemos que hemos dado un apoyo sólido al planteamiento, que la economía de Venezuela antes de la pandemia, yacía postrada, en escombros, básicamente debido a la decisión programada del régimen de arruinar hasta llegar a la raíz a la economía nacional. Esta decisión se encuentra respaldada, en la visión del régimen, por una determinada adscripción a lo que este entiende por Socialismo del Siglo XXI que no es otra cosa que la aniquilación del actual sistema de economía de mercado que con todas sus imperfecciones ha prevalecido en Venezuela a lo largo de estos últimos cien años. A esta consciente decisión nosotros sumamos otros factores que caracterizan la actuación del socialismo del siglo XXI y que agravan aún más la terca adscripción al socialismo según lo entienden en Cuba: Incompetencia supina, políticas económicas deficientes y erróneas; desorden, derroche y despilfarro; prepotencia en el ejercicio del poder; corrupción generalizada. El objetivo perseguido a todo trance, será mantener el poder mientras van creando un estado totalitario en el cual surgirá una nueva clase constituida por los jefes del régimen, sus allegados del mundo privado por vinculaciones familiares o económicas y los militares participantes; clase que, ejercerá la conducción del Estado y de la sociedad, de manera totalitaria y permanente, en la búsqueda de sus particulares intereses.
Para llegar al final de nuestro texto, es necesario preguntarse: ¿Qué podemos prever, entonces, como posibilidad de recuperación para la economía venezolana, después de la pandemia, dadas las situaciones que hemos desplegado en las páginas precedentes? En las últimas semanas se ha viralizado en el mundo de la comunicación social, pero también en los estudiosos de este mismo tema a escala mundial, ofrecer como respuesta a preguntas iguales o similares a esta, una imagen construida a partir del uso de las letras del alfabeto para explicar cómo sería ese proceso de recuperación en los distintos países de la Tierra. Así, una recuperación en U significa una caída abrupta y una recuperación muy rápida de la economía, como ejemplo el caso de China y de EE. UU; una recuperación en V transmite la idea de una caída muy abrupta y una recuperación más prolongada, pero de duración relativamente definida, como ejemplo señalan a la Unión Europea y Japón. Una recuperación en L apunta a la idea de una economía que experimenta una caída fuerte y prolongada, que se estabiliza luego en un nivel mucho más bajo y que permanece en ese nivel por un espacio de tiempo prolongado. Tal vez sea esta, con las caracterizaciones específicas que demanda el estado actual de Venezuela, la imagen que podemos aplicar para el caso de la recuperación de la economía del país dada la fuerza destructora del agente básico constituido por el socialismo totalitario venezolano.
Se tiene hoy la convicción, en diversos medios de comunicación y en consultoras de mucho prestigio, que algunas economías del Planeta experimentaran el ultimo tipo de recuperación que acabamos de describir pero que, la base horizontal de la L, no será muy prolongada en el tiempo ya que entrarán en acción fuerzas combinadas, del sector público y privado, las cuales actuarán de manera conjunta e incidirán de esta manera para que la base horizontal recta de la L vuelva a emprender con relativa prontitud el ascenso. Este no será el caso de Venezuela. En nuestro país la caída ha sido abrupta desde antes de la presencia de la pandemia, pero se ha acelerado hacia abajo por sus consecuencias sobre todo el tejido social en especial el económico. Traduciendo esta descripción a la imagen que estamos usando, ello significa que la sección vertical de la L será mucho más larga que la que otros países de la tierra van a experimentar. Esa caída se prolongará hasta que el régimen esté satisfecho de su obra de destrucción del sistema productivo nacional. En ese punto, girara hacia la derecha para comenzar a construir la base horizontal de la línea en L, que es la imagen que aplicamos para describir el proceso de recuperación. Este segmento horizontal tenderá a alargarse indefinidamente en el tiempo y, sólo se interrumpirá ese curso, cuando irrumpan en el escenario nacional fuerzas exógenas que sean suficientemente potentes para que logren cambiar la orientación de ese segmento impulsándolo de nuevo hacia arriba; es decir, hacia una recuperación del tejido social. Se buscará un cambio de gobierno, de modelo, de perspectivas, de políticas públicas, de participación popular en el poder.
Ese renovado impulso deberá tener como función la creación de un sistema político de democracia integral, una economía ecológica y social de mercado, un cambio de perspectivas que harán posible le construcción de la sociedad moderna, equitativa, y productiva, basada en la eminente dignidad de la persona, celosa defensora de los derechos cívicos y humanos y que considera al trabajo de los ciudadanos como elemento esencial al desarrollo social y al proceso de producción de bienes y servicios.
Madrid, 30 de abril del 2020.
Abdón Vivas Terán: Economista UCV; Doctor en Ciencias Políticas Universidad Complutense (Madrid); Ex-diputado al Congreso Nacional de Venezuela; Ex-Secretario Juvenil de COPEI; Ex-Gobernador del Distrito Federal; Ex-Embajador en Colombia. Analista y articulista en diversos medios académicos y de comunicación social.