Viviendo ya la post – pandemia
Un poco de paciencia hubiese permitido que el cuarteto de viajeros de la nave espacial Blue Origin sumaran la apertura de los Juegos Olímpicos al paquete de sensaciones que disfrutaron en el vuelo inaugural del multimillonario Jeff Bezos.
Mientras el cohete se paseaba allá arriba durante una decena de minutos, aquí, en Japón, las autoridades daban los toques finales a la competencia, después de esfuerzos agotadores para diluir el impacto del Covid-19, temerosos de que un recrudecimiento en la Villa pudiera frustrar, una vez más, la cita más importante del calendario deportivo mundial, pendiente desde el verano del último año.
Dos formas, en fin, de entrar a la era post-pandémica, que guardan mucho en común con episodios, históricos o incluso ficticios, del pasado.
Como la magnífica fábula de Camus; porque todos, cada cual a su manera, hemos copiado a sus personajes para sobrevivir a la peste que martiriza su Orán novelizada: al médico abnegado que arriesga el pellejo para cumplir con su misión, al ingenuo sacerdote, al suicida fallido, el egoísta de espaldas a la tragedia, o al patético escribidor que sucumbe sin hilvanar siquiera el párrafo inicial del capolavoro que soñaba legar a la posteridad.
La fantasmal ceremonia en Tokio ratificó la profunda imbricación que la idea del marqués de Coubertin ha tenido con nuestra civilización, evocando las vicisitudes sin fin que le impusieron la Gran Guerra, la gripe española, el ascenso del Nazismo y la Segunda Guerra, la reconstrucción europea, los boicots vinculados a la confrontación post-bélica entre el Este y el Oeste, el zarpazo terrorista de Munich y la creciente comercialización del evento que, precisamente, obligó a la celebración para evitar el tsunami de demandas judiciales que los consorcios amenazaban emprender en caso de una nueva suspensión.
La gran industria del entretenimiento, indispensable para mantener en cintura a ocho millardos de terrícolas ociosos, empobrecidos y sin rumbo definido, TENíA que organizar estos Juegos para mantener a flote el esfuerzo sudoriento de los atletas, las inversiones de las grandes marcas deportivas y el mito del olimpismo; mientras el salto de Richard Brandon y Jeff Bezos hacia el espacio está introduciendo cambios significativos en la aventura aeroespacial al abrir un campo de vastos horizontes a la reducida nueva clase de potentados que, sencillamente, no soportan ya la estrechez de nuestro insignificante planeta.
Y que, sobre todo, tienen que imaginar alternativas a las que ya disfruta un privilegiado jet-set sin fronteras ideológicas (porque los millonarios comunistas chinos han manifestado su deseo de compartir el mismo cohete con los magnates estadounidenses) lo más lejos posible de una cotidianidad grisácea y cada vez más insegura.
En síntesis, gracias a la vacunación masiva y, sobre todo, al aburrimiento de un año de cuarentena y tapabocas, hemos entrado ya en la post-pandemia, hartos de las diarias estadísticas; tras una severa experiencia que estimuló mucho de lo mejor que el ser humano puede ofrecer en términos de abnegación y resiliencia, pero, así mismo, con la tentación de volver a la rutina previa del business as usual, sobrevolando el planeta o sudando la gota gorda en el tórrido verano japonés.
Varsovia, julio 2021